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"Macondo" impone una sincera mirada social sobre los extrarradios en el corazón de Europa.

THE SMELL OF US, de Larry Clark

Nota: 0

A Larry Clark le va que ni pintado aquello de “no es polémico el que quiere, sino el que puede”. El controvertido director norteamericano lleva prácticamente dos décadas explotando un filón que, es innegable, dio sus mejores frutos en la década de los noventa con KIDS y ANOTHER DAY IN PARADISE. Sin embargo, a partir de entonces su trayectoria no es sino un continuo emplazamiento al, en esa época, rompedor universo creativo. Con mínimas variantes, con exiguas variaciones (principalmente las espaciales), el de Tulsa no ha hecho otra cosa más que aferrarse a esa voluntad transgresora sin ahondarla, investigarla o proponerle una fuga enriquecedora.

De ahí que THE SMELL OF US no pueda ser constatada de otra manera distinta a la del hartazgo, la del enfado o la desconsideración. La última propuesta del estadounidense supura un agotamiento creador pertinazmente patético: nos hallamos frente a un bucle presuntuosa y hueramente desenfadado, frente a una reiteración de mostraciones con el afán incomodador caducado por explotación, ante la definitiva capitulación al lado oscuro convertido en “souvenir” de franquicia venida a menos. Clark, que hace ya tiempo que ya no engaña a nadie, parece encantado de cruzar la raya de la extravagancia chusca, caricaturesca y extenuada de sí mismo.

THE SMELL OF US sólo aporta una variante a la consabida puesta en escena del vacío existencial anidado en sus joveznas criaturas protagonistas: la de estar rodada en Paris. La capital gala le sirve de escenario en el que encuadrar las correrías de su coral grupo de chicuelos delgaditos: un grupo de “skaters” , que, en su mucho tiempo libre, se dedican a prostituirse para ganarse unos sabrosos extras económicos. El entramado narrativo, como siempre, empieza y se acaba en este enunciado. Clark se limita a presentar físicamente a los personajes sin que en ningún momento los distintos episodios prostibularios a los que van a verse enfrentados tenga como objetivo adentrarse en algún tipo de conflicto u ofrecer una reflexión de tipo sociológico.

Gratuidad escénica por doquier, encadenamientos de mostraciones sexuales frontales de intencionalidad supuestamente libertaria, despojativa, sacudiente e incomodadora, ausencia de enjuiciamiento moral esgrimida como coartada descriptiva… Clark repite uno tras otro todos los mandamientos de su consabida liturgia autoral. Ese es el fundamento de la caída en la más absoluta de las nimiedades. De tan revisitada, su obsesión con el desprejuicio se ha tornado genuflexión ante la más domesticada de las docilidades. THE SMELL OF US define a la perfección esa paradoja: la de quien se quiere adalid del grito y concluye a esa triste forma del silencio que es la mansedumbre. Folladora, narcótica y destroyer, pero mansedumbre.

MACONDO, de Sudabeh Mortezai

Nota: 7.6

Notable debut de la germano-iraní Sudabeh Mortezai el que ha dispensado en la última jornada de la Berlinale esta joven realizadora, de padres iraníes, nacida en Alemania, criada en Teherán, estudiante de teatro en Viena y de cine en la Universidad de California. La solvencia para con el cine de corte realista, de vocación denunciativa, atento a los problemas socioculturales de la sociedad que nos rodea no ha se le ha podido escapar a nadie. MACONDO atesora un nada despreciable bagaje de firmeza escrutativa y de hondura analítica.macondo-1

MACONDO nos traslada hasta un barrio de Viena, concretamente hasta uno situado en el distrito de Simmering, dentro del cual unos modestísimos pisos han sido dispuesto para que vivan en él más de 3000 exiliados provenientes de 22 países distintos. El film se centra en una familia de chechenos,  huída allí tras el conflicto bélico con Rusia. Una mujer, un niño de once años y dos gemelas de unos ocho. El padre murió combatiendo en el frente. La película empleará como punto de vista principal mediante el que exhibir la problemática de todo ese tipo de seres humanos desplazados por supervivencia el que dispone la personalidad avispada, responsable, honesta y disimuladamente rota de Ramasan, el hijo.

El primer trabajo de esta joven realizadora pertenece a esa clase de ejercicios en los que la cámara se postula a ejercer tareas de vigilante, de perseguidor, de sombra alumbrativa del objetivo al que pretende radiografiar en toda su máxima extensión. En este sentido, Mortezai logra con creces su objetivo, pues sí consigue, sin trampas sentimentaloides, sin brusquedades hiperrealistas, sin alharacas compasivas ni sangrantes, que el espectador de la cinta acceda a la existencia difícil, tensa y expectante de Ramasan. La cámara en mano, obviamente, como no podía ser de otra forma, se convierte en el instrumento principal escénico empleado por la directora para que su punto de partida intencional alcance la complejidad y la profundización estipuladas.

MACONDO se adhiere al niño (sensacional el pequeño Ramasan Minkailov ) y de esa incesante observación se vislumbran sus problemas debidos a la ausencia del padre (ese retrato a la entrada de la casa, el reloj recuperado), a la burocracia austriaca (el miedo por parte de la madre a solicitar papeles en su país), a la llamada de la religión a la que pertenece su madre, a la vida humildísima,macondo-2 carente de capricho alguno que lleva su familia (escenas en el supermercado), a la autoimposición de convertirse en el hombre de la casa (los continuos mandatos a sus hermanas pequeñas), a las tentaciones delincuentes a las que él hace frente en principio (el robo no culminado de las pilas), o a la llegada de un hombre que dice haber sido compañero de armas de su padre y que intuye que quiere acercarse a su madre.

La narración queda constituida como la suma de todo este cúmulo de pequeñas peripecias que irán, poco a poco, condensando una razonable sensación de peligro. La directora demuestra en todo momento que sabe lo que tiene entre manos y lo que no debe hacer. Una película valiente, sincera, clara y necesaria, que sabe estar a la altura del propósito desde el que parte sin caer en maniqueísmo, simpleza o brutalidad algunos.

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