No Llores 3

Título original: No llores, vuela (Aloft)

Año: 2014

Duración: 112 min.

País: España

Director: Claudia Llosa

Guión: Claudia Llosa

Música: Michael Brook

Fotografía: Nicolas Bolduc

Reparto: Jennifer Connelly, Mélanie Laurent, Cillian Murphy, William Shimell, Zen McGrath, Nancy Drake, Winta McGrath, Erika Marxx, Oona Chaplin

Productora: Coproducción España-Canadá-Francia; Wanda Vision / Arcadia / TVE / CANAL+ / TV3

Nota: 3.5

De entre los muchos males que pueden hacer (en la peor de sus acepciones) incómoda la visión de un film, sin lugar a dudas, el de la manifiesta revelación de ansias de trascendencia resulta uno de los más insoportables. La trascendencia, ese logro al alcance de muy pocos e ilustres forjadores del tiempo en la pantalla, no se reclama, sino que se cuece, se inocula,  se va desentumeciendo poco a poco del necesario secretismo que la origina. Es muy escueto el camino  que la separa de la afectación y el envanecimiento. Justo el que impone que su búsqueda sea cacareada o querida alcanzar mediante formulismos estereotipados.

Ganadora contra pronóstico, hace cinco años, del Oso de Oro con LA TETA ASUSTADA, Claudia Llosa regresó a la competición oficial de la Berlinale con un producto bastante disímil al que le reportó un significativo reconocimiento internacional. Quienes estuvimos en la capital alemana el día de su presentación ante la prensa internacional acreditada, desafortunadamente, dudamos bien poco en vaticinar que NO LLORES, VUELA distaba mucho de poder reportarle los mismos loores que le granjeó aquel estimable retrato de una mujer asaetada medularmente por la influencia del maltrato a las mujeres durante la dictadura del Perú, en el que ya se adivinaban algunas de las posibles debilidades de su autora, si esta no trataba de mesurar una cierta tendencia a la grandilocuencia indebidamente moderada.

Llosa abandona los aledaños de la capital peruana para trasladarse a un confín helado, a un remoto lugar  de clara, bella, difícil de vivir y desértica apariencia polar, en el que esas adversas condiciones climatológicas, como no puede ser de otra forma,no-llores-vuela-fotos definen el comportamiento de los personajes convocados. NO LLORES, VUELA propone una historia dividida en dos tiempos bien distintos: el de una mujer que vive desesperada por la grave enfermedad mental irreparable que padece su hijo más pequeño y el de una pareja de jóvenes que emprende un viaje hacia el confín de apariencia ártica, cuyas imágenes se encargan de servir de prólogo. Pronto intuiremos que el hombre que viaja es el hijo mayor de esa mujer, de ahí que, en principio, la historia que tiene que ver con su madre y su infancia sirve para explicar los motivos ocultos por los que ha decidido emprender el viaje junto a su compañera, reportera de televisión.

El principal problema del film es, precisamente, la escasa entidad de sus dos vertebraciones narrativas principales para soportar la enfática significación pseudometafísica contra la que se quiere abocar el devenir último del film. NO LLORES, VUELA pertenece a esa clase de mayúsculos errores cinematográficos que acaecen cuando el mensaje pretendido se considera suficiente como coartada narrativa del film. Que la finalidad justifique el medio no suele ser buen compañero de fatigas dispositivas. Esto es lo que le ocurre a la nueva película de Claudia Llosa: que vende la entidad de las partes para que el todo quede expresado con una nitidez tan meridiana como injustificada, estridente e infructuosa.no-llores-4

Pese a la mutua dependencia, las dos historias dispuestas se repelen entre sí, pues el paralelismo de tiempos no revierte significación conjunta creíble y, además, cuando acaece la intersección, ésta evidencia lo aparatoso de su capricho. Sólo la preponderancia otorgada al entorno geográfico es capaz de disimular la simpleza argumental y la tosquedad dramática con las que están expuestos los hechos, y perfiladas las reacciones de los personajes principales. La gelidez del paisaje, la dificultad de su preponderancia aportan mucho más que el lánguido entrecruce de conflictos urdido.

Demasiado aparatosa para reclamar el denso melodrama que persigue, demasiado artificiosa para concretar la altisonante significación trascendental que trata de imponer finalmente, NO LLORES, VUELA concluye convertida en un precipitado manual de heridas soflamadas a destiempo, en un inútil y caprichoso itinerario de hermosas, fotogénicas, altivamente alambicadas naderías invernales.  Los ímprobos esfuerzos de Jennifer Connely y Cilian Murphy por socorrer a sus respectivos roles resultan tan sinceros como incapaces de detener la silente debacle y la altiva vulgaridad de las ínfulas dramáticas desde las cuales están concebidos.

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