Baladatristedetrompeta Portada

Título Original Balada Triste de Trompeta

Año 2010

Duración 107 min.

País España

Director Álex de la Iglesia

Guión Álex de la Iglesia

Música  Roque Baños

Fotografía Kiko de la Rica

Reparto  Carlos Areces, Antonio de la Torre, Carolina Bang, Santiago Segura, Sancho Gracia, Manuel Tejada, Manuel Tallafé, Alejandro Tejerías

Productora Motion Investment Group / Canal+ España / Castafiore Films / La Fabrique de Films / TVE / Tornasol Films

Valoración 3.0 

Poseedor de uno de los universos creativos más intransferibles del panorama actual del cine español,  el bilbaíno Álex de la Iglesia regresa a nuestras pantallas tras el desconcierto de su impersonal Los Crímenes de Oxford. Lo primero que cabe reconocer a esta ostensiblemente fallida Balada Triste de Trompeta es que, desde el primer instante de su postulación, se aviene a dejar claro el retorno al lugar del que nunca debió haber partido su autor. El creador de Acción Mutante se reconduce hacia sí mismo, con ansiosa brutalidad de sediento en el desierto que avistara oasis salvador.

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Su última propuesta nos hinca de rodillas ante el magnífico vertedero de humana barbarie al que nos tiene acostumbrado el casi, ya, ex-presidente de la casa académica. El nutrido número de seguidores que posee pueden sentirse congratulados: De la Iglesia ha vuelto a su templo para increparles una proclama diabólica; una encíclica  hispana,  voluntaria y bíblicamente bestial.  El problema de este poderoso ritual “Delaiglesiano” es la construcción del sermón postulado para la celebrativa conmemoración. El prometedor festín se agua porque el anfitrión se ha olvidado de ajustar el capital programa de actos.

Balada Triste de Trompeta parece constituirse en torno a una doble necesidad creativa de De la Iglesia. Por un lado, la huida frontal de la baldía experiencia que supuso Los Crímenes de Oxford, un film despachado con fluida solvencia, pero en el que quedaba vetada la impronta de su autor. Se trata de su obra más contenida, pero, por esto mismo, también de su más esterilizada. Y, por otro, por escenificar una suerte de purgación personal de ciertos fantasmas biográficos. Evidentemente, la película no está basada en acontecimientos vividos por su autor, pero sí se atisba en ella unas ganas de saldar cuentas pendientes con el pasado.

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En ese sentido, resulta muy significativa la elección del título de film y el lugar desde que lo pide prestado. Balada Triste de Trompeta, de sobra conocido, es, antes que aquel, el título de una de las canciones más emblemáticas de ese intérprete excesivo y único que es Raphael. De alguna manera, Alex de la Iglesia viene a hacer su versión de ésta. Pero no sólo de la letra y de la música, sino de la desaforada “raphaelidad” con la que el cantante la acomete arriba de un escenario. De ahí que no dude ni un solo instante en revelarse  inmoderada, extrema, abusiva y fiera.

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La historia de dos payasos enamorados de una misma mujer en los miserables tiempos previos al atentado contra el general Carrero Blanco, durante esa etapa incierta, vulnerable y agónica conocida como el “tardofranquismo”, en el fondo, no es más que una excusa, que pronto deja de ocultar su, en principio, estimable mirada ajusticiante, agria y crítica. Los exteriores derruidos, grises, enlodazados, deprimentes, por los que se hace transitar a la historia; la desesperanza y la insatisfacción que acorrala y constriñe el devenir de todos los personajes; el tono pesadillesco e irreal que se potencia ambientalmente… Todo ello contribuye a que Balada Triste de Trompeta no se esfuerce en disimular que, válidamente, esté pergeñada con saña vengativa de pedrada a bocajarro en la frente.

Resulta muy de agradecer la libérrima, subjetiva, demoniacamente íntima observación de unos tiempos históricos no muy lejanos. Sin embargo, lo que sí vale para los cuatro escasos minutos de una canción, por el contrario, resulta letal para la lógica interna de un buen guión de cine. El que Alex de la Iglesia se ha cocinado para sí mismo está fracasado de raíz. Una película no es una suma de intenciones, por muy claras que éstas se posean. Una película requiere esas intenciones, sí, pero progresadas con tiento, haciendo que el espectador no tenga la sensación que todo lo demás no sea sino relleno; o mera hojarasca en el camino.

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Balada Triste de Trompeta está construida a base de trompicones narrativos que tienen como única misión retrasar la aparición de tres grandes momentos estelares (el potentísimo arranque, la afortunada transmutación  franquista a Malditos Bastardos, de Quentin Tarantino y la espectacular escena de cierre en el Valle de los Caídos). El oneroso lastre que no sabe solucionar es que esa obcecación desaliñada, esa furia narrativa y esa valentía generatriz  están amalgamados con permisiva condescendencia.  De resultas, lo valioso, deviene capricho. La película se quiere frenética y queda convertida en delirio desguazado. Se confunde intensidad con barbarie descerebrada. Resulta incomprensible que el creador de Crimen Ferpecto haya sido tan elástico a tanta suma de descréditos. Sólo en contados momentos su habilidad contrastada como realizador sabe encauzar el despropósito. Solo en muy pocos, insisto. El resto, la mayoría no pasa de gratuidad deslavazada hecha masa grumosa de imposible papeo.

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