Azuloscurocasinegro Portada

 

 

Título Original AzulOscuroCasiNegro (Azul oscuro casi negro)

Año 2006

Duración 155 min.

País España

Director Daniel Sánchez Arévalo

Guión Daniel Sánchez Arévalo

Música Pascal Gaigne

Fotografía Juan Carlos Gómez

Reparto Quim Gutiérrez, Marta Etura, Raúl Arévalo, Antonio de la Torre, Eva Pallarés, Héctor Colomé.

Productora Tesela P.C.

Valoración 8

 

El reciente estreno de Primos, la esperada nueva obra de Daniel Sánchez Arévalo brinda la oportunidad de reivindicar la que, hasta hoy, es su mejor obra; aquella con la que en el año 2006 dejó atónitos y entregados a todos los que acudieron a contemplarla. El joven realizador debutaba con ella en el  campo del largometraje. La cautelosa osadía se tituló Azuloscurocasinegro.

El film tiene hechuras de fábula cruenta. Narra la historia un pez que ansía escapar de su pecera. Una criatura a la que pesa de  forma insoportable el hecho de tropezar siempre con el mismo cristal; con la misma frontera transparente que le permite visionar un territorio distinto al suyo, que, sin embargo, no puede conquistar. Nos adentramos en el terreno de las limitaciones que coaccionan la existencia del ser humano; de esas que nos atenazan de por vida, y que nos impiden hacerla evolucionar sucumbiendo al dictado de nuestros anhelos. La ópera prima de Sánchez Arévalo está solventada a fuerza de franqueza. Azuloscurocasinegro. imparte una lección de autoconfianza, de sabiduría y riesgo nada común en el "totum vulgaris" enlodazado y vetusto que nos rodea audiovisualmente.

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Si por algo asombra este admirable ejercicio es por su manifiesta voluntad narrativa. El joven realizador afronta sin prejuicios el avance insospechado y veraz de una historia que parece controlar con las entrañas y que no escatima tiempo alguno en la certera caracterización de cada uno de los personajes. Sánchez Lázaro privilegia una actitud contemplativa.  Este sosegado punto de vista tolera nitidez en la captura del espacio englobador de los personajes. El director los observa, los mira con el mismo recelo, con el mismo pudor, con la misma inquietud apesadumbrada que éstos zanjan en cada escena. Azuloscurocasinegro. privilegia la mirada silenciosa y concentrada de quienes están en su interior.

La película retrata  la estrategia de una indefinición;  de un malestar existencial, curtido, lastrador y, por encima de todo, consciente. El protagonista es plenamente consciente de su desencanto y de la imposibilidad de solucionarlo: sabe de su condena cotidiana, habitual. El silencio de ese desencanto sustancia, humedeciéndolo afligidamente, a todo el film. El director muestra siempre un lúcido respeto para con esa conducta y trata de indagar en ella. Azuloscurocasinegro. parte de la condena asumida por aquel para, posteriormente, ir acotando los claroscuros incomunicados de su penitencia. A tal efecto cabe analizar la impresionante escena de apertura.

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Un joven prende fuego a un pequeño contenedor de basura. El portero del edificio ante el que aquel está llevando a cabo su pirómano cometido sale del portal y lo reprende. El joven sale corriendo. Tras él lo hace el portero. El primero llega hasta un pequeño callejón sin salida y salta el muro que lo cierra. Exhausto, el portero alcanza al muro y comienza a llamarlo, sabedor de que el otro se halla detrás. Advertimos que los dos se conocen. Son padre e hijo. Separados por la pared, discuten. El joven exclama que va a dejar la portería. El padre deja de contestar. La elevación de la cámara por encima de la barrera que impide un diálogo frente a frente entre los dos, nos permite percatarnos del cuerpo del padre derrumbado en el suelo.

Un fundido en negro y la sobreimpresión en la pantalla de la frase "siete años después" nos descubre a Jorge, así se llama el joven, trabajando en la portería, y a su padre postrado, mudo, abstraído en una silla de ruedas, soportando las consecuencias paralizantes del infarto cerebral sufrido. Con tan exiguos elementos dramáticos, el director condensa rotunda, precisa y rigurosamente el conflicto medular que consterna el desolado fluido de imágenes. Alguien intenta huir, fugarse, hacerle un quiebro a su destino, dar el salto hacia lo no preestablecido por el azar de su condición social, mas el contrapeso de su lugar de partida se lo impide. Quizás el pez no pueda escapar de la pecera, no tanto porque no pueda, sino por el hecho mismo de ser un pez.

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Azuloscurocasinegro. narra el intento continuado de Jorge por saltar ese muro que la vida cada vez le irá poniendo más alto. El joven hará denodados esfuerzos por cambiar el rumbo fijo del que se siente prisionero. El escueto, resabido y opaco espacio definido por el patio,  los buzones,  las escaleras, el ascensor y la mesa por él ocupados y recorridos a diario, le condicionan tanto como la parálisis a su languidecido padre. Su invivible quehacer habitual es la silla de ruedas a la que parece estar condenado. Las inclementes coordenadas cotidianas lo transportan a él con la misma pesadumbre inflexible que acostumbra el modo de atender a su padre. Todas las escenas que nos muestran a estos dos personajes juntos son puro plomo, pura grisura masticable; por real, por corpórea, por dolida, por tierna y por irrespirable.

Hablábamos al principio de la plausible intencionalidad narrativa esgrimida por Sánchez Arévalo. La trama de Azuloscurocasinegro. avanza según van apareciendo los distintos personajes que habrán de influir en la historia central de Jorge (un espléndido Quim Gutierrez). Ninguno de ellos funciona de forma accidental. A todos los acompaña su argumento. No nos hallamos ante una película de marcado carácter coral, ni ante un film de testimonios entrecruzados. La película disfruta haciendo desvelar una intención, un propósito vital a los cuatro o cinco personajes principales que convoca.

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Un preso decide ayudar a una joven también encarcelada en su mismo centro. A ésta le obsesiona quedarse embarazada por propia supervivencia. Un amigo de Jorge siente, de súbito, una irreprimible atracción por un masajista. Jorge no parará de concertar entrevistas para cambiar de trabajo. De la amalgama de las distintas frustraciones, la película consolida un agridulce periplo silenciado de tropiezos, desajustes e incertezas. Este film, que persigue la definición de un color, cuaja su reservada grandeza al no conseguirla. La vida no es blanca ni negra. Respiramos un azul que a veces fracasa muy oscuro; otras, donde menos habría que esperarlo, resplandece en amarillo ilusión. Somos lo que somos. A lo sumo, a lo que debería de aspirar el pez no es a abandonar su consabida pecera, sino a cambiarla por otra de un cristal nuevo. Preciosa.

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