Torrente 4

 

Título Original Torrente 4: Lethal Crisis (Crisis Letal)

Año 2011

Duración 93 min.

País España

Director Santiago Segura

Guión Santiago Segura

Música Roque Baños

Fotografía Teo Delgado

Reparto Santiago Segura, Kiko Rivera, Tony Leblanc, Enrique Villén, Francisco, Yon González, Yolanda Ramos, Jimmy Roca

Productora Amiguetes Entertainment

Valoración 1

 

 

Amigo de sus amiguetes, el rey de la guarrería nacional ha tenido a bien convocarnos al gargajo cuarto de su benefactor “Pest-Seller”. Nada nuevo a babor, nada nuevo a estribor, ni, faltaba más, nada nuevo ahí por donde el ojo tonto inferior impone su ley expulsatoria sin mediación de papel higiénico. Como mandan los cánones de la cultura del gallumbo  algodonero y desgomado con rastro delator de muda escasa, de uso excesivo y de fuga de lo espeso, creído que venía en formato gas.  A palomino seco.

A Santiago Segura no lo queda orificio humano que reivindicar, ni fluido corporal que refregar a la audiencia. Lo suyo es un genuino catálogo de verdad líquida originada en minga hispana, de apoteosis de lo espeso colgando en verde,  de autenticidad eyaculada a gusto de extasiado consumidor recorrido. Dado el exitazo de las tres placenteras ceremonias anteriores, a este ojo avizor del estado cultural de la patria, en buena lógica productora,  no le ha quedado más remedio que volver, volver, vooooooooooooooolver. ¿Quién dijo “Renovarse o morir”? Parafraseando al del “Atleti”, seguro que era negro, o moro, o del Barça, o maricón, o se duchaba todos los días. O no metía ni tarjeta de crédito.

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Torrente 4 supone la ultradefinitiva consagración de Santiago Segura como constructor de la criatura más exitosa del cine español de los últimos veinte años. Toda su barriguera fisonomía gaseoducta, cual  Shrek  peninsular chapoteando  bolas al aire dentro de un depósito de aguas fecales,  se muestra complacida en ocupar  el trono dejado hace cuarenta años por el “landismo” del Alfredo Landa y, hace treinta, por Esteso y el papá de esa ricura de operada criatura llamada Mari Cielo. La suya es una concienzuda degradación machorra, fascista, xenófoba y, sobre todo, puerca de aquella finiquitada, cinematográficamente, exaltación de una España cutre, analfabeta, reprimida, cateta, machunga,  salida y con hambre de erección cuarenta años empujando bragueta. Tardofranquista y setentón cine de tetas Cantudo y salivación Pajares  en calzoncillo largo y camisetita de interior blanca a tirantes. Ya se sabe Los Bingueros y su estilismo.

Segura, con un inusitado talento visionario para la captación de lo popular con rumbo a su cuenta de ahorros en el Monte de la Impiedad,  en el año 1998, se pasó por su particular –y lista- trituradora cinéfila todo esta caspa de poblados bigotes bajos y superiores que “melenudeaba”  la “erogéneis”  de  aquella España aún sin depilar. De la investigación le salió un óvulo resistente a múltiples inseminaciones, pues parió una criatura a la que ya la han proseguido tres molludos mellizos no mellados.  La primera parte de Torente, el brazo tonto de la ley era, a efectos genéticos y retratantes, soberbia.

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La fiebre playera de Landa frente a una sueca con las “Marbellas” tostándose al sol en bikini, el paletismo recalcitrante de pantalón campana ceñido y pelo en pecho al aire conmítica permisividad de camisa cuellona desabotonada, propia de los OzoresBoy,s ligando en discoteca Manero, dio paso a un corrupto, “apatrullante”,  comisario de policía, que entraba en los bares, se cogía un palillo para desatascarse la encía, se escupía el trabajado  desprendimiento, y, sin inmutarse el ombligo, volvía a dejarlo en el palillero de cubilete. Con dos cojones, chaval  La picaresca simpática de siempre tenía santo flatulento a quien venerarle ese sano, liberador olor a muerto. El problema posterior ha sido la escasa molestia autoral por desarrollarlo, por condenarlo a un vivir de las grandes rentas. Torrente 2 y 3 olían a cólico nefrítico. Nacían agotadas por agotamiento.

A ésta cuarta cita con D. Jose Luis, por lo menos, hay que agradecerle la abolición de espectáculos tan miserables como el de la secuencia de la violación de la yonqui dormida en Torrente 3. Por lo demás, se nota que Segura se ha mostrado más generoso de lo esperable con la acreditada inteligencia que lo avala desde hace tiempo como brillante todoterreno del espectáculo. Esto se nota, por ejemplo, en la facturación global del producto: los títulos de crédito son espectaculares, las escenas de acción están rodadas con mucha más profesionalidad, y, desde luego, le sigue funcionando su estrategia interpretativa para con el ínclito personaje.

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Resulta ciertamente gracioso todo el planteamiento de la secuencia inicial, que deviene una atractiva “torrenterización” de la saga Bond,  con nupcial felación celtibérica incluida (La Lapiedra succiona al máximo sus dotes no dramáticas, empleándose a fondo y a pelo), y, desde luego, hay que reconocer que la elección del niño Pantoja como elemento secundario, adherido al periplo del protagonista no es desatinada. Kiko Rivera resuelve con modesto y efectivo gracejo el consentido embolado de Torrentito Junior,  “absorbeolores”  de las gracias intestinales de Don Torrente, y ocasional copartícipe de la famosa ceremonia automovilística de autoplacer interior, consistente en la entonación automanual del “ Aleluya, Aleluya… cada uno con la suya” haciéndole honores al, nunca mejor dicho, salpicadero.

Otra cosa bien distinta es la valorización crítica global. Aquí es en donde, quien esto escribe, tiene sus mayores conflictos personales. Me declaro no comulgante con esta traca de lo ínfimo adornado de excrementos. No veo radiografía alguna de una  hipotética España profunda y cañí, empleada en calidad de material digno de caña y burla. No hay distanciamiento mordaz alguno (sólo, por ejemplo, en la escena en el cementerio frente a la tumba de El Fary). Lo visto es un festival de autocomplacencia sin límites que cercena cualquier inquietud crítica. Que a estas alturas tengamos que soportar un primer plano de un móvil, lleno de mierda, recién sacado de la analidad delincuente de Barragán, define perfectamente el respeto que siente el autor por la masa de fervorosos que lo aclama.

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Una cosa es la pretensión, blandida como aval garante de toda la grasosa y pedorrera parafernalia, y otra cosa muy distinta son los resultados. Torrente 4 no es otra cosa sino el éxito de un inteligente que se aprovecha de la deriva degradante a la que se está condenando, televisiva y mediáticamente, a millones de espectadores cinematográficos en potencia,  adictos, militantes y muy convencidos, a la basura de la caja tonta. Segura sabe que hay mucha gente que hace muchos años que paga una entrada de cine, pero que deciden hacerlo sí lo que va a ver es lo mismo que consumen, pero humillado, más gorrino y tridimensional. No tengo nada que objetar. El cine es industria desde su mismo nacimiento y cada uno se gasta el dinero en lo que le da la gana. Desde ese punto de vista Torrente 4 es una obra maestra. Su poder de convocatoria para sí lo quisieran muchos otros. Puede excretar lo que le venga en gana, que parroquia que huele con gusto, parroquia que pone la nariz en el mondongo que tú hagas.

No es por justificarme, pero no me gustaría que se pensara que soy de los que, en cuanto a gustos cinematográficos, se la machacan con papel de seda de Tasmania. No tengo el “instinto básico” tan fino. En cuanto al género de la comedia descarada, brutal, “destroyer” e iconoclasta, me declaro admirador profundo de esos magníficos ejemplos  mediante los  que la nueva comedia norteamericana está revolucionando y poniendo al día un género, hoy en día, por desgracia condenado a la bobez romanticona, sonrisa antigestual, modelo Jennifer Ashton. Me refiero a las sólidas aportaciones de Greg Mottola (Supersalidos, Adventureland), RubenFleischer (Bienvenidos a Zombie Land) y JuddApatow (Virgen a los 40, Lío embarazoso).

Lo que realmente causa cierta pena es que estoy convencido de que Santiago Segura tiene el talento suficiente para intentar hacer algo muchísimo más importante que instalarse en su propia factoría y presentar nuevo modelo de escoria cada cuatro o cinco años. Al protagonista de El Gran Vázquez o El Día de la Bestia le sobran dotes creativas para tratar de bordar un producto de la categoría de la ya fundamental Resacón en Las Vegas, de Todd Philips. Por ahora se conforma con tirarse peditos fílmicos para que los huelan millones de narices ávidas de esa fetidez. Seguro que se está partiendo el tubérculo riéndose de los euros que sus amiguetes pagan por semejante sermón duodenal.

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