Antes Q El Diablo Sepa Q Has Muerto

 

Título original Before the Devil Knows You're Dead

Año 2007

Duración 117 min.

País EEUU

Director Sidney Lumet

Guión Kelly Masterson

Música Carter Burwell

Fotografía Ron Fortunato

Reparto Philip Seymour Hoffman, Ethan Hawke, Albert Finney, Marisa Tomei, Rosemary Harris, Aleksa Palladino, Miachel Shannon, Amy Ryan, Brian F. O'Byrne, Lee Wilkof

Productora THINKFilm

Valoración 10

 

 

 

La ausencia del gran Sidney Lumet compone un vacío de imposible resarcimiento. En primer lugar, porque quedan pocos cineastas vivos con los que la historia entera del Séptimo Arte tenga una deuda contraída de magnitud tan semejante a la que a su trayectoria le es debida. En segundo, porque sabiduría, coraje, tesón, garra, bisturí, mala baba e infiernos morales como los que su obra ha esgrimido durante más de cinco décadas ya no van a tener quien los sepa cocer al fuego lento e inmisericorde que sólo él sabía alimentar en su concisa medida. La suya era receta de un solo cocinero. Y su cocina, cocina de esa sola receta. Hace apenas una semana que ha desaparecido y ya echamos de menos al autor de banquetes, celebraciones fílmicas tan opíparas como DOCE HOMBRES SIN PIEDAD, LARGO VIAJE HACIA LA NOCHE, LA OFENSA, SERPICO, NETWORK. UN MUNDO IMPLACABLE, TARDE DE PERROS, EL PRÍNCIPE DE LA CIUDAD, DANIEL, VEREDICTO FINAL, DISTRITO 34: CORRUPCIÓN TOTAL y LA NOCHE CAE SOBRE MANHATTAN.

La mera enumeración nos hace reparar en la altura de su mirada intencional sobre la miseria y la corrupción contra la que, muy congratulado de sí mismo, parece estar dispuesto a dejarse condenar el hombre moderno. Lumet ha sido un cineasta militantemente sobrio, siempre dispuesto a hurgar entre la maleza villana que nunca está dispuesta a reconocer la ambigua fachada ética que caracteriza la sociedad contemporánea. Sin embargo, pese a la constante crítica al sistema judicial norteamericano, la despedida de Lumet no ha sido una obra que versara centralmente sobre este tema. El testamento cinematográfico de este fundamental realizador lo ha constituido una obra maestra que fundamenta su soberbia andadura arrimándose brutalmente a los fuegos cruentos de una auténtica tragedia clásica. Sirva como homenaje a este hombre listo una reivindicación de la que, para quien esto escribe, es la mejor de todas sus obras: la insuperable ANTES DE QUE EL DIABLO SEPA QUE HAS MUERTO.

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En tiempos de segundas y terceras partes, de precuelas sobre sagas ya extintas por abuso reiterante, de adaptaciones al cine de originales provenientes del comic, la televisión o la informática, de versiones hollywoodienses de obras exitosas realizadas en otro país, o de remakes más o menos encubiertos de clásicos antiguos, la aportación, en el año 2007,de un octogenario avezado en el empeño de un muy determinado tipo de narratividad no pudo admitir otra calificación más que la de descomunal acontecimiento. Corren malos tiempos para el clasicismo puro. Para cualquier canon en general. Tuvo que venir alguien que debutara en la década de los cincuenta, alguien que acumula una filmografía de más de cuatro decenas de títulos para rescatar la transparencia filmica, la fluidez relatadora, la pericia mostrativa del modelo clásico, hoy, Mr. Eastwood aparte, prácticamente extinto.

El gran Sydney Lumet seguía golpeando con la furia de un púgil aspirante al trono, con la ansiedad de un debutante impelido por su propia voracidad victoriosa, con la agilidad del diestro paciente que sabe esperar la ocasión propicia para esgrimir con indocilidad su mazazo mejor. ANTES DE QUE EL DIABLO SEPA QUE HAS MUERTO sacude con la virulencia directa, noqueante y nobilísima de un auténtico golpe maestro.

El último film del autor de DOCE HOMBRES SIN PIEDAD comienza modestamente con trazas de thriller sobre cacos de pacotilla. Sin embargo, el espectador muy pronto va a ser apercibido de que tal apariencia dista mucho de ser verdadera. El film va desvelando su cenagosa lobreguez mediante un complejo entramado de vaivenes temporales, que el habilidoso realizador amarra de forma asaz vigorosa. La concatenación de esta ruptura continuada de la linealidad temporal le sirve a Lumet para postular una atroz malaventura sobre el destino de sus desdichados, infelices protagonistas: dos hermanos en serios apuros económicos, a quienes no se les ocurre mejor idea con la que paliar tal adversa incertidumbre que la de planear un robo a la joyería que regentan sus propios padres.

Gracias a la precisión con la que están inscritos los sucesivos, continuados, audaces flash-back que implica el brioso relato, el espectador va asumiendo la magnitud condenatoria, infausta y cruel que zaherirá el devenir de las degeneradas criaturas. Los percances van precedidos por la causa que los depara. Queda cercenada toda posibilidad de recomposición, de quiebro, de escape: el destino próximo, a excepción del espeluznante desenlace, está escrito. Más aún, está ya contemplado. ANTES DE QUE EL DIABLO SEPA QUE HAS MUERTO tiene estructura de jeroglífico con solución en el infierno, de laberinto de tormentos imposibles de conjurar, de espiral envenenada, ávida de yerros empecinados en colmar la linde de su propio contratiempo.

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La maña casi invisible que Lumet despliega para hacer virar la narración hacia el terreno del drama personal resulta tan fluida como deslumbrante. La película se desentiende muy pronto de cualquier tentación policíaca. El suspense que podría reclamar la peripecia del atraco queda anulado por lo raudamente que queda desvelado el misterio de su autoría. La complejidad estructurante preferenciada adquiere pleno sentido cuando contemplamos que, tras la secuencia en la joyería, lo que continúa no es su consecuencia en el tiempo, sino, muy al contrario, su precedente anterior, su inminencia, su pretérito contiguo. Lumet utiliza el acto delincuente como anécdota a investigar, como elemento desencadenante de su bosquejo por las entrañas miserables de quienes lo maquinan.

El film avanza retrocediendo, alimentándose sobre pretextos, forzando su precipicio por la radiografía certera de su génesis. La causa es el fin. La película arranca con el suceso que va a dar origen al definitivo hundimiento; se inicia con el percance imprevisto que motivará el alumbramiento aciago de dos congojas distintas y conmocionantes: la de los protagonistas al tomar conciencia del alcance nefasto de su ineptitud temeraria, y la del espectador al percatarse de la dimensión trágica mucho antes que aquellos.

ANTES DE QUE EL DIABLO SEPA QUE HAS MUERTO, tejida, pues, la maraña que exige su apasionado acopio de justificaciones apremiantes, se dispone ineluctablemente a descubrir con fiereza su verdadera identidad: la fatalista precisión con la que está delineado el acorralante itinerario de desventuras vincula al film con la tragedia más pura. Lumet despoja al relato de toda dependencia genérica superflua y se ensaña con la radiografía inmisericorde de los hermanos angustiados. Éstos, como auténticos héroes trágicos a los que va condenando su pútrida entidad, serán incapaces de contener su propio ocaso, su propia inhabilidad, su propio desatino.

Lumet acota el espacio emocional del film y lo circunscribe al ámbito siempre tenebroso, siempre condicionador de la esfera familiar con fondo cenagoso de armario escondido. Sin subrayados, sin evidencias, sin esquematismos, mediante apuntes esquinados, turbios e insinuantes (padre e hijo mayor acudirán al mismo prestamista, la magistral conversación en el jardín tras el entierro) vamos inmiscuyéndonos en ese espacio proclive al secreto y a la herida que es el que delimitan las relaciones paterno-filiales conflictivamente calladas. Lumet disecciona sin detenerse en la explicación a las conductas descritas: se vale de éstas para lograr el cúmulo de infortunios que necesita a fin de magnificar el perspicaz tratado de codicias y oprobios perseguido.

ANTES DE QUE EL DIABLO SEPA QUE HAS MUERTO queda configurada como una tragedia contemporánea. Su autor moderniza sin rubor los parámetros grandilocuentes y dantescos del molde genérico fundamental al que van adscribiéndose las oscilaciones de una trama que, pese a no parecerlo, jamás renuncia a la claridad expositiva. El veterano creador de VEREDICTO FINAL experimenta con un clasicismo que adora, que zarandea y que eleva a unas alturas de sobrecogedora pulcritud torturada. Su último film es una lección de cine endemoniada y retorzidamente clásico. El viejo Lumet , con él, rejuvenecía dando rienda suelta al averno de su sabiduría maligna. El diablo sabe y disfruta, porque es diablo y confía bien poco en quien habita el mundo de los vivos. La película duele por causa del pesimismo coagulado que la recorre. Alguien dijo una vez que el buen cine tenía la cocina en el infierno. Tenía mucha razón. La mayor parte de los cineastas de nuestros días no se molestan en buscar su tridente. Así les va. Tuvo que retornar , en la primera década del siglo XXI, un superviviente octogenario a demostrarlo: a sacudirnos en los dientes un bastonazo de azufre que nos sabrá siempre a sulfurosa gloria celestial.

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