Título: The Sessions (The Surrogate)
Año 2012
Duración 98 min.
Director Ben Lewin
Guión Ben Lewin
Música Marco Beltrami
Fotografía Geoffrey Simpson
Reparto John Hawkes, Helen Hunt, William H. Macy, Moon Bloodgood, Annika Marks, W. Earl Brown, Blake Lindsley, Adam Arkin, Ming Lo, Jennifer Kumiyama, Robin Weigert, Jarrod Bailey, Rusty Schwimmer
Productora Fox Searchlight Pictures
Valoración 7
LAS SESIONES es uno de esos films que valen tanto por el film que son, como por el film que han evitado ser. Digamos que, conocidos los parámetros argumentales en los que se mueven, esta clase de ejercicios de potente raigambre melodramática hacen prever una serie de lugares comunes que los condiciona indefectiblemente. De ahí que los manifiestos esfuerzos por parte del realizador en no sucumbir a tan inmediata tentación se conviertan en una de las virtudes más destacables del producto final. En tiempos de tanto condicionamiento telefílmico y televisivo, supone una grata experiencia asistir a este tipo de firmezas basadas en la severidad con la que el equipo artístico se autoexige no infligir ese postulado evitador de lo acomodadizo, de lo blando, de lo ventajoso.
La particular intentona de Ben Lewin se adscribe a ese subgénero dramático que conforman los films cuyo protagonista principal padece una minusvalía física importante. Basado en hechos reales, LAS SESIONES aborda un singular pasaje de la biografía de Mark O´Brien, un articulista y poeta norteamericano que, debido a una polio sufrida en la infancia, estuvo obligado a vivir toda su existencia confinado al sometimiento de un pulmón artificial, padeciendo una inmovilidad casi total en todo su cuerpo. Ese singular pasaje biográfico que desarrolla el guión está relatado por el mismo en un conocido artículo titulado “On seeing a sex surrogate”. Publicado en la revista The Sun en 1990, el escrito revelaba las peripecias y los debates de conciencia que le supusieron a O´Brien la decisión de intentar perder su virginidad a los 38 años de edad.
El film indaga en este ansia irrefrenable que siente el protagonista, en las vacilaciones morales que tiene que sortear y en el plan que trazará para culminar corporalmente su deseo. LAS SESIONES dispone para ella una estructura triangular en la que el ángulo principal lo ocupa el citado protagonista, principal catalizador de esta tela de araña a tres bandas, el sacerdote confesor de éste, que le ayudará en la solución al conflicto ético-religioso que le va a asaltar, y una terapeuta sexual, que será la profesional experta que lo intentará preparar físicamente para la consecución de su objetivo.
Lo más llamativo de la operación, como ya ha quedado citado en el primer párrafo, es contemplar la naturalidad con la que Lewin observa todos los acontecimientos. Su posicionamiento escenográfico en ningún momento derrapa por la vertiente más melodramática del relato, sino que asumirá con prontitud, descaro y afabilidad la problemática del envite. El acercamiento al personaje central no echa mano de complacencia o patetismo alguno, sino que está impelido con una sana espontaneidad siempre aferrada al devenir doméstico, cotidiano del nada corriente sujeto protagonista de la escrutación.
La ostensible minusvalía de Mark está encuadrada como un rasgo definitorio de aquel, pero la sana cordialidad con la que está pincelada la captación de los acontecimientos trasciende por completo el mero detenimiento en esa condicionante especificidad para radiografiarnos a un ser humano tozudamente empeñado en cumplir una finalidad del todo insoslayable. Mark es un hombre que desea para su cuerpo una plenitud, es, por tanto, un sujeto demandante que se niega a cercenar esa necesidad, que, para ello, la confiesa, la reclama y la asume como imperativo pulsional.
Desde punto de vista, resulta de una importancia fundamental el trabajo eficaz, agudo, humorístico y descarado emprendido en el apartado escrito del producto. Los diálogos del film son notabilísimos. Con ellos se matiza ácidamente la nitidez expositiva con la que Lewin solventa su trabajo tras la cámara. La inmovilidad del protagonista, por ejemplo, gracias a ellos, deja de ser una rémora, pues su discurso, su facilidad para la expresión, su sardónico modo de comunicarse con las distintas personas que le rodean abundan en la llaneza con la que él tiene más que asumida esa circunstancia.
A la sinceridad del film contribuye sobremanera el hecho de que la radiografía del personaje central no esquilma el perfil del resto de los personajes. En especial el del sacerdote que le asesora espiritualmente y, claro está, el magnífico personaje de la terapeuta sexual al que una colosal Helen Hunt regala una implicación, una confianza y un aplomo impagables, extraordinarios. Las escenas que describen el trabajo de interior que profesora y alumno emprenden en aras del cumplimiento del objetivo fin del curso son formidables. La entrega profesional y pedagógica con la que ella acude al nerviosismo, a la inexperiencia, a la incapacidad, a la urgencia y a los temores de él está exhibida con tanta frontalidad como adhesión.
LAS SESIONES es un film nítidamente honesto que habla de los esfuerzos del ser humano por conseguir saciar la demanda de sus anhelos. El reclamo sexual de Mark es el paradigma de ello. Ben Lewin sabe estar a la altura de la dignidad nada piadosa que le exige su protagonista. De ahí que su película evite, por ejemplo, la tramposa cordialidad de INTOCABLE. El film norteamericano respira la verdad que en aquel queda convertida en añicos sensiblones.
