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Si en el Sónar de día decíamos que uno se podía dejar llevar y disfrutar sin complejos de la propuesta refrescante que nos ofrecía, la edición nocturna nos deparaba una procesión constante de un escenario a otro. Había para todos los gustos de principio a fin.

Foto: Óscar García

 Sónar de noche

Confieso que para la crónica del festival estuve pensando en marcarme una de esas vaciladas que surgen de vez en cuando y que consistía, básicamente, en mandar la crónica con tan solo una foto de Richard D. James aka Aphex Twin. Si hay que destacar una sola actuación, el vencedor por goleada es uno de los genios más particulares que ha dado la electrónica, sino el que más. Alrededor de las tres de la madrugada del viernes se personó en el SónarClub y se hizo amo y señor del festival. Durante las casi dos horas y media que estuvo a los aparatos, arrasó con todo y con todos, dio buena cuenta de todos los sonidos que le influyen, pasó desde las texturas más psicodélicas hasta el bombo más frenético y opresor, momento en el que muchos de los allí presentes huyeron despavoridos. No es fácil resistir al cóctel que propone Aphex Twin, pero aquellos que lo hicieron, fueron partícipes de otra orgía antológica que pasará a la historia del Sónar. Insuperable.

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Foto: Juan Sala

Pero claro, no sería justo dejar de lado otros momentos maravillosos. Como ya anticipamos, la presencia de la artista con el futuro más prometedor de la música negra como es Janelle Monáe también iba a dejar huella en la memoria del festival. Con cierto retraso, la única pega que se le puede achacar al festival este año, empezó una actuación con aires de Broadway, con una influencia clarísima de las introducciones de la filmografía de James Bond, con un escenario a oscuras que congregó a más de quince músicos, sección de cuerda incluida, con unas bailarinas ocultas tras una capucha. Y entre ellas, la maravillosa Janelle. En unos tiempos en que el autotune está a la orden del día, pudimos gozar de la maravillosa voz de esta joven artista, algo que quedó patente cuando acompañada únicamente del guitarrista, se marcó un tema profundo que dejó en silencio el SónarPub. Fiesta por todo lo alto, versión de Jackson 5 y final tremendo con “Cold War” y “Tightrope” convirtieron su actuación en otro de los grandes momentos de esta edición.

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Foto: Juan Sala

Y hablemos claro, los otros vencedores del festival fueron Africa Hitech. Mark Pritchard se coronó por partida doble. Su actuación junto con Steve Spacek fue un semilive en el que soltaban trallazos continuos de dubstep, basslines poderosas, algo de juke y, por supuesto, el himno del festival, que no fue otro que “Out In The Streets”, que llegó a sonar en siete u ocho sesiones en las que servidor estuviera presente. De Underworld no se puede decir que triunfaran, es algo que ya se sabía. Fue la actuación con mayor presencia de público y una vez más hicieron saltar la banca con su ristra de éxitos y con un final demoledor con “Two Months Off”, “King Of Snake” y “Born Slippy”. Y si sólo fuera eso…

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Foto: Óscar García

Aunque parecía también una de las bazas del festival, quedó demostrado que al dubstep aún le queda un buen trecho para convencer como lo hace en las islas. Al menos esa es la sensación que se le queda a uno tras ver la actuación de Magnetic Man. El SónarClub vibraba como pocas veces lo ha hecho gracias a las poderosas líneas de bajo que perpetran Artwork, Benga y Skream, pero la presencia de público no fue tan grande como uno podía suponer y más de uno esperaba con ansias la presencia de Katy B para interpretar “Crossover”, que no sóno, o la final “Perfect Stranger”, en la que el público presente enloqueció. Sí apareció Sgt. Pokes, fiel escudero de los citados artistas y de otros como Mala. En este país cuesta entender la figura del MC – toaster y más de uno se cansa de escuchar, pero créanme, hay pocos que lo hagan tan bien como Pokes. Sí apareció P Money a la hora de “Anthemic”.

A-Trak no dejó títere sin cabeza en su nuevo show, arrasócon todos los temas, demostró que su técnica a los platos conoce pocos rivales, se marcó momentazos como la deconstrucción, construcción, reconstrucción y demolición del “Robot Rock” de Daft Punk que parecía no tener fin y no se olvidó de su “Barbra Streisand” a medias con Armand Van Helden, al que le añadió un poco más de sustancia y lo dignificó.

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Foto: Juan Sala

A todo esto no hay que olvidar que la noche nos ofreció sesiones llenas de clase como las de Pearson Sound o Scuba, dando buena cuenta de las posibilidades de todo aquello que engloba la bass music el primero, y añadiendo una buena dosis de dub techno el segundo. Surgeon también apostó por el techno seco, aunque empezó con retazos del nuevo UK Garage, apostando por Peverelist y este himno de verano que es “Dance Til The Police Come”, aunque a medida que avanzaba la sesión ofreció a los presentes lo que quería, clásicos de los noventa, alguna joya suya también.

Jackmaster ofreció quizá su versión más bruta de cuantas le hemos podido ver, un desfase continuo de temas, de Africa Hitech a Girl Unit, de techno de los noventa a house de los 80, su sesión tuvo de todo y no dejó coger aliento en ningún momento. Lory D le sucedió y tampoco dejó mucho tiempo para la reflexión, intro corta y acid techno en vena. En cuanto a los cierres, apostamos los dos días al SónarLab. Si Tiga puso un poco de pausa, algo que en parte algunos pudimos agradecer después del acoso y derribo al que nos sometieron Aphex Twin y A-Trak, Chelis nos regaló un cierre de festival que comparte el mismo adjetivo que el sonido de su sesión: clásico. Acid, sonidos rave, toda una sesión al servicio de la memoria reciente, en el que no faltó incluso un momento metalero con la inclusión del “Angel Of Death” de Slayer mezclado magistralmente.

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Foto: Óscar García

El festival dio para mucho más, de buena fuente sabemos que Paul Kalkbrenner fue otro triunfador claro del festival, otra de las actuaciones que más gente congregó. El alemán ya está en la liga de los grandes por obra y reputación y también el cierre de James Holden fue otro de los grandes momentos.

Y es que una vez más, Sónar ha resultado un éxito rotundo ya sea de día o de noche. El número de asistentes siempre resulta algo anecdótico salvo, lógicamente, para los organizadores. Desde el otro lado, el que asistan unos miles más o unos menos no cambia la visión de un festival del que pocas veces uno escucha alguna crítica tras su celebración. Esto no se consigue de la noche a la mañana y ya son muchos años trabajando mucho y muy bien para conseguir que el Sónar sea una referencia nacional e internacional, un festival capaz de cambiar la identidad de Barcelona durante una semana, convirtiéndola, por méritos propios, en la capital de la música electrónica. Y conviene no olvidar que lo que de verdad importa, que es la música, este año ha estado mejor representada que nunca. La mayoría de edad le sienta muy bien al Sónar.

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