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Apuntes, pinceladas, opiniones y mucha música en nuestro repaso a la programción diurna del Sónar 2013

Tras pasar un par de días reposando la mente y organizando el sinfín de sensaciones y experiencias que se acumulan en un festival, es el momento de trasladar estas ideas al editor de textos. Una vez quise escribir una crónica a mano primero, engañándome con la supuesta convicción de que seleccionaría mejor las palabras y la crónica resultaría fantástica. Malgasté mucho papel y me sentí mal.

Como cada año, en los días que pasan desde la conclusión del festival hasta el momento en que me pongo a redactar la crónica, la mayor dificultad que atravieso reside en como enfocar esta crónica. ¿Una para el día y otra para la noche? ¿Periodismo gonzo (joder, qué pretencioso) y me convierto en el protagonista? Me asaltan las dudas, pues al fin y al cabo se trata de mi experiencia del festival la que plasmo aquí. Bueno, la mía y la de la otra persona acreditada para Slithersmusiczine, pues uno redacta el texto, pero las notas y las sensaciones son las de dos personas. En este aspecto, y a pesar de diferir en preferencias musicales, reconforta el hecho de coincidir en las valoraciones finales del festival. 

Ha sido un Sónar extraño, a falta de un adjetivo mejor. 20 años de festival, cambio de recinto y otros detalles que han hecho que la mentalidad con la que afrontamos el festival no estuviera todo lo centrada que pretendíamos. No me malinterpretéis, pero del mismo modo que cuando te plantas en un festival de otro país por primera vez y desconoces el recinto y la idiosincrasia del festival, el Sónar de este año se prestaba un poco a la sensación de empezar de nuevo, algo un poco más duro cuando son varios años asistiendo a una idea, a un modo de hacer las cosas y a una mentalidad ya conocida por todos los asistentes. No es nada grave, son disertaciones mías, mi compañera es más pragmática y se centra en lo que está bien y lo que está mal sin pensar si antes lo que estaba bien estaba mal o ya estaba bien o no estaba o vete a saber. En cualquier caso, las conclusiones para el final y vayamos a lo que puede que interese realmente al lector, que es saber qué ocurrió y qué vimos (y sobre todo ver que nos equivocamos, si lo sabré yo).

Como si de jubilados se tratara, los primeros temas de conversación con la gente trataron sobre el agobiante calor y sofoco que azotaba la ciudad de Barcelona, cuando el fin de semana anterior nos mojamos de lo lindo y pocas semanas antes en otro festival la gente iba con atuendos más propios del invierno que de un tiempo estival. Dicho esto, nos plantamos en el recinto justo a pocos minutos de que empezara un artista por el que sentíamos una curiosidad, uno de nuestro entrevistados, el joven Marc O'Callaghan, incesante creador de proyectos, presente con su alias más conocido, Coàgul, con el que destrozaría los primeros tímpanos y provocaría las primeras reacciones. Acompañado de unas visuales que disparaban sus propias creaciones artísticas, el joven artista catalán desplegó un show ruidista y catártico con sus letras misteriosas, y digo misteriosas porque esconden un mensaje detrás de cada frase que no todo el mundo sería capaz de descifrar. A pesar de que parte del público huyó a las primeras de cambio, Coàgul siguió con su misa.

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Posteriormente nos desplazamos hasta el nuevo emplazamiento del SónarDôme, residencia de la Red Bull Music Academy, con una programación siempre acertada en la que difícilmente nos iremos algun año sin llevarnos alguna alegría o sorpresa positiva. A las primeras de cambio se cumplieron las expectativas, pues el alegre finlandés Jimi Tenor, ávido de nuevas experiencias y aliado con sus compatriotas JESSE ofrecieron un fantástico directo en el que el p-funk deudor de Parliament, el funk cósmico de los 80 y el disco de raíces europeas se dieron cita. Nada de pastiches ni sintes horteras, sino más bien una idea mejor ejecutada de lo que !!! intentaban en sus mejores épocas.

Sin casi darnos cuenta, teníamos ya a uno de esos secretos que guarda el hip hop americano, uno de esos nombres que desgraciadamente muchas veces cuesta llegar a conocer si no es a través del interés que ponen algunas personas y/o publicaciones muy especializadas. No será el primero ni el último, pero el caso de Oddisee es sangrante pues casi que podríamos decir que es un veterano de la escena. En cualquier caso, el sureño y su banda arrasaron con los presentes y si no fuera porque el sonido no hacía toda la justícia que se merecía la actuación, sería, y de hecho fue, una de las actuaciones del festival.

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Tras sus rimas frenéticas y su liricismo de altos vuelos, había una banda de funk y soul muy bien engrasada, la cual también tuvo sus momentos de gloria, pues Oddisee pasó a segundo plano y hubo oportunidad de comprobar las bondades de su directo. Animaron al público con un directo apabullante, con intervalos más lentos pero igual de intensos. Dejando atrás el SónarDôme nos dirigimos al SónarVillage para tomarnos un respiro, confiando en el preciosismo de Gold Panda, pero cuál fue nuestra sorpresa cuando llegamos allí y vimos un Gold Panda disparando  techno a una multitud ya bastante animada. Tras este devaneo, regresó a su sonido habitual, sonando flojo, sin nada más que destacar. Le seguiría el francés Sebastién Tellier. El francés, más cercano a Jesucristo que a otra cosa, se presentó igual que se presenta en su último trabajo, el salvador de lo hortera bajo una pátina de épica, grandilocuencia y sensualidad, como si de un Gainsbourg pasado de rosca e insuflado de mística espacial se tratara. O sea, que no, que ni se le acerca. El resultado fue un concierto nebuloso, por así decirlo. Seguía sonando flojo el Village y su voz susurrando poco ayudaba. 

Punto y aparte para Metro Area. De nuevo para el Dôme, donde el dúo neoyorkino conseguía el primer lleno del escenario. Otra vez el sonido empañó un poco una actuación, algo que ellos mismos dejaron patento en su página de Facebook, en la que el house y el disco añejo que proponen en sus trabajos cobró vida y desató la locura en varios momentos, pero sobre todo en “Miura”, quizá su tema más conocido, desde luego mi favorito. Para terminar la primera jornada regresamos al Village, donde los nórdicos Lindstrom y Todd Terje se marcaron un live de house, disco y funk festivo, con ecos de balearic. Excelente forma de acabar la jornada inaugural del festival, quizá la más disfrutable de las tres jornadas diurnas.

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Respecto al viernes, el buen recibimiento de BeGun en su debut discográfico con “San Francisco” (Subterfuge, 2013) y con material nuevo después de verano, se presentaba con un live de 2 horas en el que mostró su imaginario musical que ya ha plasmado en este primer EP y en el que seguirá la tónica en futuras producciones. Con los asistentes aguantando los primeros síntomas de resaca y cansancio, su propuesta cuajó a la perfección en un Village a media entrada. Diferente fue lo de Za! en el Hall. El dúo barcelonino, el grupo que más en serio se toma eso de no tomarse en serio, empezó el concierto fuera del escenario, como toca. Ya fuera montado en una mesa tocando la trompeta o utilizando como instrumento de percusión cualquier objeto que estuviera presente, incluso el suelo, Spahzzfrica Ehd y Papa Dupau empezaron su concierto con Calonge-Terrassa, Kalon-Jah y a partir de ahí desgranaron su “Megaflow” y sus anteriores trabajos con una precisión tremenda, con un sentido del humor único y convirtiendo su actuación en un desfile de sonidos, ritmos e influencias de cualquier parte para perfilar un discurso musical simple y claro: todo es música, todo vale. Y como todo vale, nos lo pasamos en grande.

En el Village estaba el aburridismo propuesto por La Bien Querida, que ni con una propuesta electrónica es capaz de disimular el muermo que supone su voz y su música en general. Decidimos darle una oportunidad al joven ruso DZA, que trasteaba con sus cacharros como quien juega al Wii Sports. Parecía una sesión de spinning en el DIR. No me malinterpreten, pero su sesión engancha rápido porque no tiene prejuicios, lo que a la larga significó que más que falta de prejuicios lo que había era falta de talento a la hora de seleccionar los temas. Entre ramalazos de Major Lazer y dubstep supervitaminado con divas de tres al cuarto, no había espacio para buscar el punto intermedio y aquello se convirtió en una sucesión de hits de párking. Demasiado.

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De vuelta al Village, los británicos Foreign Beggars parecían la elección por parte de Sónar de animar el cotarro a media tarde. Lo cierto es que empezaron muy tranquilos, demasiado, y para cuando les dió por sacar su arsenal dubstepero, los problemas de sonido ya habían hecho un poco de mella en un público que resistía. Un setlist mal ordenado y los problemas no permitieron que ofrecieran su mejor versión. Estábamos impacientes por ver el live de bRUNA, sobre todo gracias a ese “Thence”, fantástico segundo trabajo en el que hace una relectura del house de finales de los 80 y principios de los 90 a grandes rasgos. Con un Dôme bastante lleno, bRUNA empezó con problemas técnicos que el público no criticó sino que aplaudió y animó a Carlos Guajardo a que empezara de nuevo para dar lo mejor. Así fue, y cuando parecía que ya estaba la máquina engrasada, otro inoportuno fallo cortaba el clímax alcanzado entre el público, que aún así siguió animando a un bRUNA que empezaba a mosquearse con su equipo. Fue una verdadera lástima no poder ver el live de bRUNA en todo su esplendor debido a los problemas técnicos y de sonido, ya que de no ser así estaríamos hablando quizá de una de las actuaciones más interesantes del día. 

Finalizamos la jornada del viernes con el ex-Superpitcher Jamie Lidell, el soulman electrónico, elegante y animado, que pasó el aprobado pero no dejó ningún momento realmente reseñable, a pesar de las expectativas que depositamos en su actuación. Quizá no era la hora, quizá era el sonido, quizá eran los nervios de llegar a tiempo para el Sónar de Noche. 

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En cuanto al sábado, los abstract beats, las piezas cortas y oníricas de Lost Twin emergieron en el Village a mediodía, con el personal ya en reserva y guardando fuerzas para la traca final. Fatima Al-Qadiri no tuvo su mejor momento y empiezo a pensar si los dj's que estaban en el Village no fueron víctimas del sonido o de qué exactamente, pero desde luego ocurrió demasiadas veces como para pensar que se trataba de algo casual. Precisamente otro de los artistas que más expectativas creó en nosotros, Krystal Klear, tampoco mostró sus bondades con las que se ha hecho un nombre, ya sea a base de slow jams, boogie, funk, house o cualquier género que beba directamente de la música negra. Una sesión de riesgo cero en la que incluso tuvimos doble ración de Daft Punk, un arma de doble filo. Para finalizar, Vatican Shadow demostró una faceta opuesta a lo que uno imaginaba tras sus producciones. Deberíamos ser capaces de abstraer el personaje de la música, pero hay veces que resulta imposible. Un sábado, por desgracia, más flojo de lo que había venido siendo los últimos años y en el que sinceramente ya acusábamos el cansancio y el agobio por el calor y por la masificación nocturna.

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