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No lo dudes, vimos a Skrillex y nos mojamos

 

Tras las maratonianas sesiones diurnas de viernes y sábado, el turno del Sónar de Noche nos obligaba a ajustar el tiempo al máximo y plantarse a las primeras de cambio en el recinto. A pesar de ser el mismo recinto, ligeras modificaciones como el acceso o la disposición del SónarPub confundían un poco al principio.  

Nada más llegar, teníamos a Raime calentando motores para todos los fans de Kraftwerk. La oscuridad se apoderó del SónarClub, que sonó lúgubre y tenebroso como no lo haría en el resto de la noche. Al lado, en el SónarLab, una de las joyas nacionales que se ha destapado en este último año, Alizzz, ofreció un dj set+live en el que hubo tiempo para el maximalismo que practica y también para dar buena cuenta del imaginario sonoro que ha influido en él. Hubo poco tiempo para degustarlo, pues Kraftwerk aparecía en escena con puntualidad. A pesar de empezar tan temprano, el Club ya contaba con una buena entrada y ellos se dedicaron a ofrecer su renovado show en 3D. Decir que a estas alturas de la película, si uno ha visto a Kraftwerk anteriormente, la posibilidad de la sorpresa queda ya lejos. Es decir, no nos van a sorprender con una actuación diferente a todo lo anterior. La gracia radica ahora en como mejorar ese show audiovisual, esa comunión entre la música y los visuales que acompañan, que tampoco han cambiado. La gracia, esta vez, era el 3D, situado en la pantalla central y en la que cada vez que ofrecía las bondades del 3D el público enloquecía. Resumiendo, Kraftwerk repasaron sus éxitos a la manera habitual de su directo, todo enlazado, con un 3D que se hubiera disfrutado mucho más en un auditorio o teatro y en el que el componente emocional hizo el resto. A pesar de ello, qué duda cabe de que son uno de los nombres más importantes de la música contemporánea y que hacer disfrutar al respetable con 2 horas de música tuya está al alcance de muy pocos. De la música electrónica se nos ocurren muy pocos nombres, por no decir otra cosa.

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Aún quedaba mucha noche por delante pero ya teníamos la sensación de haber cumplido el expediente. En el mismo Club estaba por aparecer el joven Baauer, la sensación de los últimos tiempos gracias al viral “Harlem Shake”. El joven estadounidense despachó un set de trap, trap y más trap sin dar respiro alguno al público. Pasada la media hora soltó el éxito de marras y aunque es cierto que la gente lo celebró efusivamente, tampoco se diferenció mucho del resto de temas que disparó, lo cual le deja en buen lugar. Nos hizo mover como pocos. Siguiendo con la noche temática dedicada a la EDM (imposible evitar el término y el debate alrededor suyo) con unos Major Lazer comandados por su ideólogo principal, Diplo, que convirtieron su actuación en una bacanal sin prejuicios. Bailarinas, confeti, globos gigantes y un discurso musical reducido al bombo machacón y a las melodías de autos de choque, con un papel casi testimonial al sonido jamaicano que pregonaba en sus principios. Aquello era un poco la fiesta por la fiesta, que lo mismo te plantaban el karaoke y todos tan contentos. Sonó un “Bésame” de Elvis Crespo que fue la señal para hacer una parada y recuperarse. 

Visitamos el Lab, donde el joven Objekt recordó al mejor Dave Clarke. No en vano soltó un “Southside” en pleno apogeo que hizo las delicias del público. No solo destacaremos ese momento, pues el británico afincado en Berlín ensambla con una perícia casi perfecta el hard techno británico que está resurgiendo y el techno alemán, frío y seco de desarrollo lento. Más de uno debe estar dando las gracias de que haya una nueva generación que recupere ese sonido del techno noventero y lo esté reciclando con argumentos de peso. El futuro es de los jóvenes.

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Para cuando Objekt estaba ya encarrilando su sesión, el Club se iba llenando. El momento casi cumbre del festival se acercaba, con perdón de Kraftwerk, pero qué duda cabe de que había muchísima expectación, tanto positiva como negativa, para saber qué pasaría cuando Skrillex hiciera acto de presencia. No defraudó. En serio. Para lo bueno y para lo malo. Cuenta atrás en las pantallas, advirtiendo a los pobres feligreses que el apocalipsis final había llegado. Con el tiempo a 0, un vídeo turístico de Barcelona con Freddie Mercury y Montserrat Caballé cantándole a esta ciudad y posteriormente una base absolutamente horrorosa para reconvertir ese tema en un remix cutre y hortera bailable. Y lo que estaba por venir es peor. Que conste que se puede disfrutar unos minutos, pero lo suyo es un retrato de los males de la música electrónica llevado al paroxismo. La impaciencia musical rozando los límites de la sensatez humana. Hemos presenciado muchísimas sesiones de dj's que juegan y no paran y te sorprenden con mil y un temas condensados en pocos minutos, pero hay una gracia detrás. Aquello es un batiburrillo de sonidos, melodías, ritmos y sensaciones enlatados a presión y deseando salir todos a la vez. Y nos contenemos para hablar de los visuales que acompañaban a la música. Lo peor de todo el festival. Así pues, no es de extrañar que más de uno y de dos de los allí presentes y expectantes con su actuación enfilaran la salida con una sensación de decepción y de agobio. 

En lo referente al sábado, llegamos justo cuando Jurassic 5 empezaban. ¡Y qué ganas les teníamos! Las actuaciones de hip hop siempre son un arma de doble filo, pues uno espera con ansias ver a grupos que cuesta lo suyo ver por estas tierras y ellos adoptan una pose entre la prepotencia, la desgana y el pasotismo, lo cual suele resultar en una actuación olvidable. No fue el caso de Cut Chemist, Nu-Mark y cía buscaron la compenetración con el público desde el primer minuto y no cejaron en su empeño hasta que terminó su actuación, que se nos hizo cortísima. Por el camino, solos de scratch con la guitarra-tocadiscos, con el plato gigante, un poco de cachondeo, buen rollo y participación del público y los grandes temas repasados. No faltó de nada salvo un poco más de tiempo; nadie quería que aquello acabara.

Posteriormente pudimos disfrutar de la elegancia que destila siempre George FitzGerald, con un set cargados de techno y house, aunque el sonido volvió a empañar una actuación. De vuelta en el Pub, el capo de Ed Banger, Busy P, se encargó de celebrar los 10 años de su sello con una sesión basada en temas del sello. Traca final en la que se recordó al malogrado Dj Mehdi y poco más a destacar, más allá de lo sobado que suena ya la música de este sello y que si no fuera por la efeméride poco más pintaría este año. Con casi media hora de retraso aparecieron Justice, y a toro pasado, se puede decir que si no hubieran salido hubieran hecho un favor a todos. En cualquier caso, su dj set rescató varios de sus temas conocidos a los que dieron un tratamiento especial y también hubo tiempo para rescatar joyas soul de los 60 y 70. El por qué ya lo explicaran ellos si quieren algún día.

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Finalmente, el infatigable Skream, en el centro de los debates últimamente por sus comentarios acerca del fin del dubstep, y habiendo abandonado la nave ya hace unos meses, se presenta ahora como un dj que pincha disco, house y techno. En el Sónar apostó sobretodo a la carta del techno, que dadas las circunstancias y con un público que llevaba tragando bombo todo el fin de semana y compitiendo a la misma hora con Maceo Plex y Paul Kalkbrenner no dudó en ofrecer otra ración más y cargada de picante. Más allá de la fiesta que se estaban pegando él y sus amigotes en el escenario, fumando sin parar, lo de Ollie Jones es alucinante. No paró quieto un segundo, mezclando, retocando y puliendo una sesión de techno crudo y como les gusta a los británicos, directo a la vena, sin florituras, mucha brocha gorda. Hubo tiempo para amenazar con un giro al dubstep (marca de la casa) y excepciones disco. Fue una de esas sesiones que te dejan exhausto, pero tocaba cerrar con el maestro de ceremonias Laurent Garnier, presente en el festival todos los días, sintiéndose como en casa y decidido a dar clausura al festival con otro set antológico. Pues bien, empezó donde lo había dejado Skream, aunque se decidió a darle algo más de empaque al sonido y acabaría como suele hacerlo, haciendo uso de sus clásicos y repitiendo un poco la fórmula que tan buen resultado le da. No lo criticaremos, pero quizá muchos esperábamos algo más especial.  

Garnier ponía punto y final a una vigésima edición (dejando de lado las actuaciones de Max Richter y Lorenzo Senni del domingo) en la que había mucha expectación por lo especial de la fecha, por el cambio de ubicación, por algunos de los nombres del cartel... Pasada la euforia del momento, toca reflexionar y analizar lo acontecido. Las sensaciones se entremezclan, porque cuán difícil es separar lo personal de lo profesional cuando se trata de hacer una crónica y llegar a las conclusiones. Podríamos decir que nos lo pasamos fetén y que eso es lo que cuenta y que ya está bien, pero eso no es lo que como lectores quisiéramos leer. 

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Esperábamos algo especial para celebrar los 20 años, alguna performance, alguna especie de show o momento único como ya ha habido en el recinto en otras ocasiones. No fue así, lo cual tampoco es criticable, pero sí sorprendió por el hecho de que se ha recordado en muchas ocasiones que estábamos ante el 20º aniversario del festival. Eso sí, el festival, con el cambio de recinto, ha crecido un 25% y vaya si se ha notado. Sobre todo en el recinto de noche, donde sorprendía el hecho de encontrarte los tres escenarios abarrotados a la vez, con el hecho de que aquello típico de pasearte por los tres escenarios a ver qué opción te convencía se convertía más bien en una ruta por la jungla. Precisamente uno de los temas calientes fue el tema del recinto diurno. El apego al anterior recinto se hizo notar en algunos momentos, pero qué duda cabe de que el nuevo recinto nos ofrece dos escenarios fantásticos como son el Hall y el Complex, que el Village con su nueva capacidad hace disfrutable los conciertos masivos del Sónar de Día, que toda la zona de SónarPro y +D ha resultado una grata alegría para todos, pues el hecho de pasar a su lado lo hizo más visible a la vista de todos... Ahora bien, también hay aspectos que hay que pulir sí o sí de cara al año que viene. El tema del sonido, sobre todo en cuanto a los limitadores y a los altibajos que se sucedieron durante las tres jornadas es algo sobre lo que hay que llamar la atención, pues cogió a sorpresa por todos. Si de algo nunca se ha podido quejar la gente en el Sónar es por la producción, siempre rallando el excelente. En cuanto al Dôme, parece que es el escenario maldito del Sónar, y más allá de buscar responsables, que es algo que resulta indiferente para nosotros, confiamos en poder disfrutar el año que viene del sonido que haga justícia a las actuaciones que se den cita allí. Por lo demás, poco se puede añadir, pues como ya hemos dicho, la producción de Sónar es excelente y funciona a las mil maravillas.

Como conclusión, y hablando de lo musical, nos llevamos algunas buenas experiencias que ya confiábamos en ellas de antemano, pero como siempre, lo más destacable son las sorpresas positivas, que son las que hacen grande a un festival, y que este año hemos podido llevarnos también unas cuantas. Es obvio que para un fan de la nueva música de baile, la noche del viernes fue miel sobre hojuelas, pero no despertaba el mismo interés en ambos redactores ni desde luego cambió la opinión a la conclusión del festival. Cada vez resulta más difícil articular un cartel que tenga sentido común, que tenga calidad, que sea original, que tenga sorpresas y que todo funcione a la par. Es muy difícil, porque en el camino nos encontramos con los caprichos de la indústria musical, con los cambios de moda. Sinceramente, creemos que la mejor notícia del cartel este año, más allá de algunos nombres, es la eclosión de la música electrónica nacional, que ha contado con una representación nutrida de jóvenes valores llenos de creatividad, talento y ganas de mostrar al mundo que aquí se hace buena música. Y no hay mejor plataforma que Sónar para hacerlo. Se les felicita a todos y confiamos en que la resaca de la celebración ya sea historia y que en 2014 podamos asistir a otra gran edición de Sónar. ¡Felicidades una vez más!

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