Solo El Viento 1

 Título original: Csak a szél (Just The Wind)

Año: 2012

Duración: 86 min.

País: Hungría

Director: Benedek Fliegauf

Guión: Benedek Fliegauf

Música: Bence Fliegauf, Tamás Beke

Fotografía: Zoltán Lovasi

Reparto: Lajos Sárkány, Katalin Toldi, Gyöngyi Lendvai, György Toldi

Productora: Coproducción Hungría-Alemania-Francia

Nota: 8.8

Hasta hace tan solo algo más de un año, justo antes de su cita enla Sección Oficialde la Berlinale 2012,  Benedek Fliegauf estaba considerado como uno de los nombres más prometedores del panorama del cine húngaro contemporáneo. Tras su exitoso paso por el festival germano mediantel a presente COMO ELVIENTO, esta valoración cambió radicalmente.

No fueron pocos  los críticos allí desplazados –quien escribe, entre ellos- que juzgaron escaso el Gran Premio del Jurado que le fue concedido: en otras palabras, el Oso de Oro que recogieron los hermanos Taviani gracias a CÉSAR DEBE MORIR debió haber ido a parar a manos del director magiar.

La meritoria puesta en escena de un artefacto fílmico que en muy pocos momentos sabe superar su condición de experimento reconocible y, por lo tanto, menos bravío de lo que se esfuerza por aparentar (así cabe valorar la propuesta italiana de los creadores de GOOD MORNING, BABILONIA) está muy por debajo de la radicalidad sociológica escrutada sudorosamente por el húngaro.

SÓLO EL VIENTO acredita el descubrimiento  de una de las miradas más duras que posee el cine europeo actual. El film de Fliegauf es, además de un mazazo en el pómulo, de una pedrada en la conciencia y de un latigazo de miserable verdad, un virulento ejercicio cinematográfico en el que el posicionamiento de la cámara del realizador lucha por establecer una contemplación intensamente notarial y subjetivamente temerosa frente a los hechos que se impone recrear.

El film aborda un, ya de por sí, tema bastante nauseabundo: la oleada de homicidios que ciudadanos rumanos está sufriendo a manos de fascistas húngaros; la fatal acometida de esa flagrante vileza que es la justicia por la mano, a placer de capricho superior, en la carne desahuciada de seres humanos que tienen muy poco más que nada.

Fliegauf dicta a su cámara imponerse al servicio de una cruda observación: la de los tres miembros de una familia de rumanos que vive en una chabola, sita enel interiorde un bosque. Una mujer que trabaja como empleada de limpieza, su adolescente hija y su desobediente hijo menor. El padre está trabajando en Toronto. Ante la incertidumbre de la integridadsolo-el-viento-3 de su vida en Hungría, están todos decididos a partir hasta allí. El precario estado de salud del padre de la matriarca parece ser el único obstáculo que impide no hacerlo de inmediato.

El realizador se muestra muy tajante en la concreción de la presurosa máxima intencional que gobierna la globalidad de la obra: que la cámara se adhiera  tanto a lo precario de las condiciones de vida de los protagonistas, como a captar el pánico ante la amenaza de un ataque de los asesinos que acaban de matar a todos los componentes de una familia vecina.

A tal efecto cabe concluir que Fliegauf logra su propósito. SÓLO EL VIENTO huele, suena, expele una verdad de inusitado poderío alumbrador y siniestro. El húngaro, mediante una iluminación que abunda en claroscuros de interior, un palpitante uso de la cámara en mano, un tenso seguimiento a los personajes y, sobre todo, la abolición del más mínimo escape sentimentalista, consigue que el espectador sea consternado testigo directo de la nerviosa penuria atacada en la que se hallan inmersos sus personajes.

El hilo narrativo urdido es muy escueto: la contemplación de las accionessolo-el viento-2 de los tres protagonistas durante un día que podría ser cualquiera, pero que la primera escena del film nos escenifica como el posterior al entierro de la familia recién asesinada. La madre va a su trabajo, la hija mayor acude a la escuela y el pequeño decide no ir a ella.

Sin embargo, el peso de ese entierro contemplado desde no muy lejos sacudirá luctuosamente, escampará un pánico atropellado, raudo, susurrador tanto al devenir de las situaciones planteadas, como al tránsito de los personajes principales por cada una de ellas y como a la frontalidad observativa impuesta por el realizador.

SÓLO EL VIENTO puede ser resumida como la radiografía de un terror inoculado en el cuerpo de unos seres humanos, sabedores de que a su alrededor hay ojos que los miran con una frialdad, violenta y afilada, que la luz del día se encarga de evidenciar como ha desbordado la mera amenaza para convertirse en sonrisa perversa de cadalso inminente.

El posicionamiento de Fliegauf es severísimo: jamás cesa en lo estricto de su supurante prontitud. El film es difícil, arisco, incómodo y descarnado:  cuerpos durmiendo en una misma cama, seres humanos babeando una miseria infectada de drogas, intimidaciones de raza blanca, la inmundicia cotidiana de desheredados en el punto de mira de alguien que desea su huida o su aniquilación, la bestia fascista acechando su justicia anunciada...

El realizador cercena el menor atisbo de degradación maniqueista esforzando a todos los escasos elementos escénicos convocados  a confabularse por el logro de una sinuosa, palpable, negrura ambiental oreada densamente. SÓLO EL VIENTO es un furibundo, brutal, desesperado, necesario martillazo fílmico, que sacude la consternada retina del espectador con uno de los finales más demoledores visto en los últimos tiempos.

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