Título original: Taxi
Año: 2015
Duración: 82 min.
País: Irán
Director: Jafar Panahi
Guión: Jafar Panahi
Productora: Jafar Panahi Film Productions
Nota: 8
La dramática situación de Jafar Panahi es de sobra conocida por todos. Condenado a un oneroso castigo político por parte de la actuales autoridades iraníes, sin embargo, el autor de EL CÍRCULO sigue dando muestras de un ímprobo espíritu combativo, inasequible a esa injusta y desquiciante restricción. Desde luego, la ayuda inestimable que determinados foros culturales disponen a esa coercitiva circunstancia sirve de acicate para que su ingenio no desfallezca. Sin lugar a dudas, la Berlinale se ha convertido en la mejor y más necesaria aliada de ese esfuerzo, dando cabida en su programación a todos los ejercicios cinematográficos que, sorteando los impedimentos infligidos, el cineasta logra sacar a flote. Ocurrió hace dos años con CLOSED CURTAIN. Y sucedió el pasado mes de febrero en el que, además, su pequeña sobrina recogió emocionada el máximo galardón concedido por el Jurado internacional: TAXI se había alzado con el Oso de Oro del Festival de Cine de Berlín.
TAXI se constituye como una curiosa muestra de cine realista, ejecutada con modos de falso documental, que viene definida formalmente por el artefacto escénico que, además del nombre, le condiciona su total existencia. Sabedor de que su film anterior aportaba bien poco con respecto a su mayúscula ESTO NO ES UNA PELÍCULA, el iraní se ha apresurado en esta ocasión a aplicar su anónima clausura a un espacio bien distinto de los dos anteriores. El film no es ni más ni menos que la captura de una serie de pequeñas historias acaecidas en el interior de un taxi conducido por el propio cineasta, filmadas, principalmente, por una cámara que tiene situada en el salpicadero del automóvil justo enfrente del asiento del acompañante.
Y decimos principalmente porque el montaje final incluye algunas tomadas por otros dispositivos que, siempre situados en el interior del coche (el móvil del realizador, la cámara de su pequeña sobrina, etc.), se someten al imperativo de que el eje de toda la filmación jamás salga del interior del vehículo, obligado condicionador tanto de la sucesión de episodios como del entramado formal utilizado para encuadrarlos. Conmueve intuir los esfuerzos de un creador luchando por la consecución de una obra, echando mano de los escasos recursos dispuestos para la secreta ocasión.
El cine, por lo tanto, queda esgrimido como arma liberadora, como medicamento personal de quien padece la orden de no pergeñarlo, como medio expresivo capaz de escabullirse por entre las caprichosas rémoras establecidas por la sinrazón dominante, como artilugio constatador del estado de las cosas sucediendo alrededor de quien empuña la cámara. La vida y su artificio más incomprensible quedan capturados nítidamente en esta emotiva pieza de cámara en movimiento.
Pese a que, obviamente, dada la no escasa cantidad de distintos pasajeros, la película no consigue homogeneizar el interés de todas y cada una de las enlazadas microrepresentaciones, y que la intención simbólico-sociológica del autor sea excesivamente palmaria e ingenua, TAXI deviene una obra sorprendente, fresca, desenfadada, divertida, con hallazgos formales muy bien solucionados por el director sin que el condicionamiento de la cámara merme la espontaneidad pretendida (el momento en el que el primer pasajero gira la cámara, los reconocimientos del director, los momentos en los que este sale al exterior del coche, la grabación del accidentado y su utilización como testamento posteriormente reclamado, etc.), que, además, suministra muy bien la transición del relato costumbrista jocoso a la exposición del magma oscuro inoculado en la médula humana de aquel país. Un final absolutamente brillante contribuye a que la película haga olvidar sin aspavientos los posibles reparos a lo forzado de algunas situaciones. Un simple detenimiento, un hombre saliendo de un vehículo, el corte final… imposible significar más con menos. Más horror con menos retórica.
