Penúltima noche del ‘Cartagena Jazz Festival’, por el cual han pasado durante todo este mes de Noviembre artistas de la talla de Cassandra Wilson, Ryuichi Sakamoto, Allen Toussaint, Brad Mehldau o, de las dos mujeres que hemos tenido la oportunidad de ver esta noche, Rickie Lee Jones e Imelda May.
Desde la organización del festival apuntan que en esta vigésimo novena edición del certamen, la programación ha sido la más extensa que han realizado en su historia.
Todos los conciertos se realizan dentro del ‘Nuevo Teatro Circo’, el cual se encuentra situado en el centro de Cartagena. Se trata de un pequeño teatro, con un aforo aproximado de ochocientas localidades, que esta dividido en dos plantas de butacas de aspecto descuidado pero, acogedor e ideal para las actuaciones programadas dentro del festival. Una cosa bastante sorprendente era que las entradas iban sin numerar, por lo que conforme iba entrando el público, se iba sentando en los asientos que iban quedando disponibles. Buena idea para ahorrarse el sueldo de un acomodador o similar.
Pasadas las nueve y media de la noche, hora prevista de comienzo de las actuaciones, nos llegaba la primera sorpresa de la noche ya que, una voz en off nos decía que la primera en salir al escenario iba a ser Rickie Lee Jones. Por un lado, era un orden lógico debido al tipo de propuesta presentado por cada artista. Por otro, era extraño que la gran esperada de la noche fuera la primera en actuar. Y es que la mítica artista nacida en Chicago, a sus 55 años ha adquirido un estatus de figura de culto dentro de la música americana. Una vida tempestuosa, una antigua relación con Tom Waits del cual no quiere saber nada desde hace mucho tiempo, pero sobre todo, un montón de grandes canciones son varias de las constantes que ha llevado siempre consigo a lo largo de los años.
Y esta noche nos iba a ofrecer una propuesta completamente intimista, perfecta para el lugar en el que nos encontrábamos. Acompañada únicamente de dos prodigios musicales que han estado desde principios de los ochenta con ella, Sal Bernardi (guitarras, teclado, armónicas) y Rob Wasserman (contrabajo), nos deleitó con una clase de emoción elevada al máximo exponente. Con una vestimenta de motivos ‘hippies’, Rickie salía al escenario, se colgaba la acústica y nos saludaba teniendo lugar la primera anécdota de la noche ya que, no sabía como se llamaba la ciudad en la que nos encontrábamos. Poco iba a importar eso de ahora en adelante. Y comenzó con ‘It Takes You There’ de su disco de 2003 ‘The Evening Of My Best Day’, el cual estuvo bastante presente a lo largo de la noche, dedicado al antiguo presidente de los Estados Unidos George W. Bush. Su voz se encontraba en plenitud moviéndose entre distintos registros como el jazz, el folk o el country. Estupenda versión de un clásico de su primer disco como ‘Weasel And The White Boys Cool’, antes de pasar a desgranar los primeros temas de su nuevo disco ‘Balm In Gilead’, el otro gran protagonista de la noche. La emoción de ‘Bonfires’ y la pasión en forma de himno dedicado a su madre que falleció hace dos años de ‘His Jeweled Floor’, nos metieron de lleno en el concierto, con Bernardi realizando una excelente labor al teclado. Y nuevamente regresábamos a su disco de 2003 con dos canciones desgarradoras como ‘A Tree On Allenford’ y ‘Sailor Song’, esta última una de las mejores de la noche. Y llegaba el turno de una de sus canciones más míticas, ‘Young Blood’, con una versión sin los arreglos de viento del disco pero incluso mejor dada la gran labor de Sal y Rob que le dieron otro sentido completamente diferente al tema. Y cerró la primera parte del concierto a la guitarra con un magnífico gospel de su nuevo disco, ‘The Gospel Of Norman, Carlos And Smith’. Y se iba al piano para regalarnos las mejores interpretaciones de la noche con dos canciones ya clásicas como ‘We Belong Together’ y sobre todo, con ‘Coolsville’. Desgarradora versión de esta última, jugando con su voz como le daba la gana, poniéndola más grave, más aguda y es que daba igual, la señora se estaba saliendo. Cambio de papeles, y ahora era Sal Bernardi el que se colocaba al piano y Rickie recuperaba la acústica para deleitarnos con la adictiva ‘Satellites’. Y recta final del concierto con el formato de inicio del mismo, y en el que echamos en falta algún clásico de su primera época pero aun así, la mejor canción de su nuevo disco ‘Wild Girl’ y la nana compuesta en los años cincuenta por su padre, ‘The Moon Is Made Of Gold’, entusiasmaron al personal. Hora y media aproximadamente de emoción a flor de piel y de canciones como soles. Eché en falta mas presencia de canciones con el piano pero he de decir que me encantan estos formatos tan escuetos y minimalistas.
Setlist: It Takes You There/Weasel And The White Boys Cool/Bonfires/His Jeweled Floor/A Tree On Allenford/Sailor Song/Young Blood/The Gospel Of Carlos, Norman And Smith/We Belong Together/Coolsville/Satellites/Lap Dog/Wild Girl/Scary Chinese Movie/The Moon Is Made Of Gold
Y turno ahora para la joven promesa irlandesa Imelda May. Y es que la artista nacida en Dublín hace 35 años lo tiene todo para triunfar en esto de la música. Imagen, carisma, talento y buenas canciones. Con solo un disco en el mercado, ‘Love Tattoo’ publicado en 2007, Imelda esta subiendo como la espuma y dándose a conocer cada día que pasa mas y mas. Y ayer noche, tuvo al público en la palma de su mano con su repertorio que varía entre el rockabilly, el blues o el jazz. Acompañada de una banda excelsa, nos fue desgranando todas las canciones de su único disco, de las que destacaron la mariachi ‘Watcha Gonna Do’, la íntima ‘Knock 123’ o el primer ‘single’ del disco con la que se despedía antes de los bises, ‘Johnny Got A Boom Boom’. Sin apenas tiempo de descanso entre tema y tema, fueron haciéndose levantar a todo el teatro que bailó al ritmo del gran rockabilly de los años cincuenta que proponía la irlandesa. Y para los bises llegaba el turno de las versiones. Primero fue la legendaria ‘Tainted Love’ popularizada por Soft Cell y después ‘My Baby Left Me’ de Creedence Clearwater Revival. Aquí puede haber una estrella no hay duda.