Sufjan Stevens
Carrie & Lowell
[Asthmatic Kitty; 2015]
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Existen pocas palabras para describir lo que Sufjan Stevens ha sido capaz de hacer en un disco como “Carrie & Lowell”. Tras haber tocado techo en estrambótico “The Age of Adz” donde capitaneaba una nave de sonidos y matices que nos transportaba, a golpe de orquesta, a la extratosfera, llega el regreso del ángel Sufjan Stevens a sus orígenes, pero con matices maduros.
La manera de hacernos levitar esta vez es distinta, no ha necesitado demasiadas ayudas, ha hecho lo mismo con menos recursos, un disco minimalista, íntimo y cálido que nos traslada a la versión más madura de “Illinois” o “Michigan” del maestro con cara de niño. Un discurso que lleva la marca de la tragedia ya que Sufjan dedica el disco a su madre, incluida la portada, puesto que su ella falleció en 2012 y este hecho es el que propicia que Sufjan coja la herramienta y nos cuente qué siente y de dónde procede y ante eso poco más podemos añadir.
El disco es toda una declaración de intenciones cuando el ukelele de “Should Have no Better” comienza a sonar, pero no solo la música nos trasporta, sus letras han vuelto por donde solía. La lírica se ha oscurecido notablemente y es que ya no hablan de nuevas eras o sensaciones extracorpóreas, son las cosas cotidianas las que toman el protagonismo.
Con altas reminiscencias familiares y tiernas y humanas lamentaciones Sufjan se adentra en lo más profundo de su yo y viaja a su niñez haciendo un recorrido por su vida, solo con “I should have known better” uno se hace una idea que tipo de propuesta nos espera. Ese hermetismo gélido y sombrío tiene como punto álgido el susurro aquel de “We’re all gonna die” de Fourth Of July expresado de esa manera tan agradable y dulce, es de las cosas que hielan la sangre.
Del disco podríamos estar destacando muchas cosas, pero si hay una que nos ha parecido la más interesante que el resto es la homogeneidad del trabajo. No hay una canción que pueda funcionar mejor como single que otra, no hay nada pensado para vender discos, todo parece sonar de manera honesta y sincera, el disco podría empezar por el final o por donde lo hace, no hay una coherencia argumental pero sí musical, es el “Rayuela de Cortázar” hecho música, puedes empezarlo por cualquier canción, cada vez parece despertar sentimientos diferentes en el oyente. Nada sobresale o es disonante con lo anterior, ni la folky-atmosférica que da nombre al disco destaca, a pesar del punteo de banjo, es capaz de llamar más nuestra atención.
Sufjan, además, se muestra musicalmente desnudo en canciones como “John Me Beloved” cuando nos habla al oído, como lo hacía en “Concerning the UFO Sighting Near Highland, Illinois” o en “John Wayne Gacy Jr.” y además íntimo y personal en la preciosa letra de “Blue Bucket Of Gold” que cierra esta retrospectiva tan personal.
Un disco corto ha sido el que nos ha presentado el de Detroit, pero que no le falta ni le sobra nada. Es breve pero es hermoso y estremecedor a partes iguales como la vida misma. Un disco que confirma que nos encontramos con uno de los artistas tocados por la mano del Dios de la música y en plena madurez musical y personal. Una obra maestra.