Cat Power Dylan 1

CAT POWER

CAT POWER SINGS BOB DYLAN: THE 1966 ROYAL ALBERT HALL CONCERT

Domino Records

Nota: 9/10

  

¡Judas! Se oyó en medio del silencio. El bardo de Minnesota respondió, antes de empezar a tocar “Like a rolling stone”, “No te creo, eres un mentiroso”. Y la posterior interpretación de la que, para muchos es la mejor canción, quedó para la historia. Aunque la confrontación tuvo lugar en Manchester, aquella grabación de bootlegs se bautizó como The 1966 Royal Albert Hall Concert. Si esa injuria afectó mucho o nada a Bob Dylan, solo lo sabe él mismo, pero el hecho ya se había consumado; el -hasta entonces- cantautor de guitarra acústica y armónica se había electrificado.

Así las cosas, Cat Power se propuso reinterpretar dicho setlist 56 años después, en el mismo salón de conciertos cuando le ofrecieron actuar allí. Ardua tarea. Sin embargo, lo que ha conseguido aquí la cantante canadiense es un logrado y respetuoso tributo a uno de los nombres más grandes de la historia de la música. Abría fuego con “She belongs to me”, a un tempo algo más ralentizado que en la original de Dylan, dotándola de un aura casi hipnótica.

Para la siguiente canción, “Fourth time around”, se oye al comienzo una armónica taciturna, a la manera en que la ejecutó su compositor en 1966. El efecto es el mismo. Melancolía instantánea para dar paso a una voz no menos afligida, como si estuviera cansada. La artista da paso para el siguiente tema a una de las obras capitales de su autor, “Visions of Johanna”. De nuevo, a paso más calmo, sin armónica al principio, pero el surrealismo de la letra, cala con la misma efectividad, a ritmo de los rasgueos de la acústica.

Del cuarto tema, “It’s all over now, baby blue”, ya habíamos oído versiones que incluso mejoraban a la original, como la del león de Belfast, Van Morrison, cuando estaba con el grupo Them. Power, como poco, iguala en calidad a la original, con una voz que parece sacada de una película de John Ford, y que encajaría a la perfección con la partida de un tren de los de antaño.

En “Desolation row”, uno de los temas más largos y originales de Bob Dylan, en los que cita diversos personajes de la cultura universal, reales o ficticios, todos congregados en el Paseo de la desolación, desde Einstein, T.S. Eliot, Ezra Pound, hasta Romeo Montesco, El fantasma de la ópera, Ofelia de Hamlet, El jorobado de Nôtre Dame, o Casanova. Incluso un tal Dr. Filth, de quien se afirma que es Freud bajo un pseudónimo. Como siempre, una trampa falsaria o una genialidad camuflada, nunca se sabe con él. La canadiense cumple con creces en su humilde interpretación. La oigo con el mismo interés que si ella la hubiera compuesto.

A continuación, suena “Just like a woman”. Para mi gusto, faltan los elementos que aportaría un conjunto o banda en el escenario, pero recordemos que, por el momento, es ella con su guitarra, instrumento que toca con soltura y saber hacer, así que no se puede pedir más. En el caso siguiente, “Mr. Tambourine man”, ocurre algo parecido. Si bien es verdad que Dylan en sus conciertos la ha tocado solo y acompañado, a la versión de Cat Power le hace falta algo más de contundencia o energía. De todas maneras, es su estilo y hay que respetarlo.

Sin embargo, para “Tell me, momma”, la cosa cambia de tercio, los músicos que la respaldan revitalizan la situación. Se oyen guitarras eléctricas, de sonido similar al de la grabación original, teclados, bajo y batería. La misma selección que la que sonó en su momento. “I don’t believe in you” se introduce con unos licks limpios de guitarra eléctrica, para luego incorporarse la armónica y el resto de los integrantes. La música canadiense va declamando los versos arropada por los teclados y la mencionada guitarra eléctrica. Además, el teclado Hammond cobra un acertado protagonismo.

“Baby, let me follow you down”, es una explosión jovial. La banda sube los decibelios, y Cat Power canta como blues woman, lo que requiere la canción, en definitiva. Espacio para solos de teclado, y vuelta a la carga. “Just like Tom thumb’s blues” puede que sea uno de los mejores cortes del álbum. La protagonista saca a relucir las virtudes de su voz, que no es muy potente o melíflua, pero que encaja aquí perfectamente, y eso hay que saber mostrarlo.

Pasamos ahora al tema número doce, Leopard-skin pill-box hat. Un blues eléctrico de, también, doce compases. Un género, o, mejor dicho, subgénero, clásico entre las composiciones de Dylan. Solos de guitarra bien ejecutados, culminando en el turn-around propio del blues. En “one too many mornings” las pulsaciones bajan. El piano y los teclados dan paso a la voz. Buen contraste en ambos conciertos, la atmósfera resultante es de lo más interesante y agradable.

Para cerrar, quedan dos de las mejores canciones del cantautor estadounidense: Ballad of a thin man, y la legendaria Like a rolling stone. En la primera, como si estuviésemos en una cantina o saloon, un lúgbure piano honky tonk introduce la más que surrealista e inquietante letra, en la que un individuo, Mr. Jones, parece estar fuera de lugar y no comprender nada de lo que pasa a su alrededor. En la versión de 1966, lo ejecutaba el propio Dylan, aquí es un músico de la banda acompañante, da igual que da lo mismo. La voz de Power luce genial aquí, acierta en las cadencias, y no echamos en falta nada en cuanto a la música, por tanto, nos encontramos con otro de los mejores momentos del disco.

Y ahora, para el cierre definitivo, una de las canciones escritas con más malicia y desdén posible, que nos atrapa desde la primera frase, infundiéndonos una tristeza y desolación frutos del cinismo y la crudeza de la narración. Una obra de arte. El golpe de caja y el riff del teclado nos anuncian, efectivamente, Like a rolling stone. Aquí se han encargado de introducir como juego el mismo grito que oyera Bob años atrás. Sí, el “Judas” mencionado al principio.

Qué decir de Cat Power. Se ha echado a sus espaldas un reto titánico y ha salido airosa. El material inicial es excelente, sí, pero eso no garantiza el éxito. Es más, pudo haber naufragado haciendo una versión sin identidad más de las infinitas que se han hecho de las canciones del fabuloso Dylan. Sin duda este es uno de los mejores discos del pasado año. Que a nadie le quepa la menor duda.

 

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