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Título: Beasts of the Southern Wild

Año 2012

Duración 91 min.

País USA

Director Benh Zeitlin

Guión Benh Zeitlin, Lucy Alibar (Obra: Lucy Alibar)

Música Dan Romer, Benh Zeitlin

Fotografía Ben Richardson

Reparto Quvenzhané Wallis, Dwight Henry, Levy Easterly, Lowell Landes, Pamela Harper, Gina Montana, Nicholas Clark, Jovan Hathaway

Productora Cinereach / Court 13 production / Journeyman Pictures

Valoración 8

Avalado por algunos de los más altos galardones concedidos dentro del circuito de grandes certámenes cinematográficos (Mejor Película en Sundance, Cámara de Oro en Cannes, inclusión en las Perlas de San Sebastián), el debut en el terreno de la larga duración de Behn Zeitlin está siendo considerado como uno de los films más importantes del año.  Desde su irrupción en Sundance muchos son los comentarios que ha originado su propuesta. Una vez contemplada, cabe convenir que no resulta sorprendente ese grado de aceptación, por cuanto nos hallamos ante uno de esos films en los que la suma de intereses creativos aunados da  como resultado un aprehensible encanto superior. BESTIAS DEL SUR SALVAJE rezuma esa  incorpórea, extraña y atractiva fascinación que provoca lo modesto guareciendo la pulsión de un enérgico coloso.

En un “bayou” (una zona de agua formada por antiguos meandros del río Mississippi) vive Hushpuppy, una pequeña niña de 6 años. A pesar de la dificultad, las carestías y la inseguridad del entorno, Hushpuppy se muestra encantada de vivir junto a su padre, rodeada de un montón de animales,  en una caravana situada en la copa de un árbol. Las primeras escenas del film son, a tal efecto definitivas, pues logran exhibir con deslizante sinceridad ese grado de perfecta adaptación con el que la niña acepta ese incómodo, nada convencional modo de vida. De repente, a los temores que la niña padece con respecto a la salud de su padre, la fatalidad de una brutal tormenta hace que aquella deba apechugar con los devastadores efectos de la subida del agua ocasionada por la cercanía de un dique que actúa de nocivo contenedor.  Toda su libérrima existencia corre el riesgo de desaparecer.

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El elemento más llamativo del film es el arriesgado trabajo de puesta en escena que esgrime Zeitlin para solventar el objetivo principal del mismo: la captura del punto de vista que la niña impone al mundo que le rodea. El debutante realizador privilegia un posicionamiento nada clásico, muy evasivo, siempre  inquieto, que intenta en todo momento estimular escénicamente la forma de mirar ese espacio al que ella no quiere renunciar. Las imágenes del film amalgaman tanto la desarraigada realidad  en la que  pasan sus días, como la realidad subjetiva de los pensamientos de la niña, que superpone las enseñanzas de su padre, los relatos de su maestra y sus propias conclusiones. 

La película dirime una crudeza observativa  que evita cualquier tentación edulcorante y, al tiempo, sabe exhibir osada y sugestivamente un lirismo infantil, naturalista y entusiasmador  que inocula en la captura ambiental de ese duro enclave la disposición imaginativa que caracteriza, desde el principio, a Hushpuppy.  En la confluencia de esa fragilidad infantil y de la rotundidad con la que se nos es mostrada la discordancia de esa vida marginal es en la que  BESTIAS DEL SUR SALVAJE halla sus mejores rasgos distintivos. El punto de vista entregado, intuitivo e irracional que impone la niña, en lugar de idealización evasiva, define un furioso apego por el entorno que, por lo tanto, se alía en la mostración de la inclemencia ambiental protagonista.

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La cámara del realizador sabe extraer el máximo partido posible a la demarcación espacial en la que se mueven todos los personajes y criaturas que pululan por el film. El enclave acuático queda enmarcado agresiva, acuosa, enfangada y desarraigadamente. Lo mismo cabe decir de la agreste vegetación. El constante movimiento de aquella logra significar tanto la inestabilidad y la incerteza de esa forma de vida que el padre ha impuesto a la niña como la inconsciente gratitud que ésta siente para con su vecindario, sus enseres, su cabaña, sus animales, sus rutinas imprevisibles y, cómo no, para con la figura paterna que la asesora.

BESTIAS DEL SUR SALVAJE es un film distinto, emotivo, arriesgado, un poco incatalogable, pues sus imágenes deparan una extraña, incómoda, ruda belleza.  Zeitlin evita el más mínimo asomo de fotogenia embellecedora, y, consecuentemente, sus planos lo que hacen es apabullar  con un sinuoso exotismo contemplativo, que ni cae en el naturalismo exacerbado ni en la precisión documental. Como ya ha quedado dicho, la fiereza con la que la película  se atrinchera y defiende el privilegiado fervor observativo que impone Hushpuppy provoca que toda ella fluya sobre el especialísimo subjetivismo que ese elemento infantil central comanda. 

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La película se genuflexiona ante los ojos de la niña. El film es lo que ella mira, lo que ella siente, lo que ella necesita contemplar. Esto queda bien a las claras cuando el andamiaje de cariz poco narrativo que sostiene el ejercicio se adentra en los fangos más inciertos. Los chapoteos fantasiosos que irrumpen en la narración siguen siendo envueltos por esa textura de incertidumbre espacial con la que se enmarca el adentramiento desde el principio. BESTIAS DEL SUR SALVAJE, pese a su adhesivo apego por el paraje englobador, no desprecia un cierto hálito de fábula aventurera minimalista, vital, ilusoria, hostil y mostradora de una forma de vida condenada a brutal extinción. La película es mucho más que una extravagante curiosidad etnográfica: es, ante todo, el magnífico retrato de un personaje querible, bravo e inolvidable, interpretado por una niña/actriz que le da generosamente toda su alma.

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