Título: Frankenweenie
Año 2012
Duración 87 min.
Director Tim Burton
Guión John August (Historia: Tim Burton, Leonard Ripps)
Música Danny Elfman
Fotografía Peter Sorg (B&W)
Reparto Animación
Productora Walt Disney Pictures / Tim Burton Animation Co. / Tim Burton Productions
Valoración 7
Lo mejor que podemos decir de FRANKENWEENIE es que brinda las suficientes virtudes para que, por fin, podamos afirmar algo que teníamos muchas ganas de constatar: hay vida cinematográfica en el hacer de Tim Burton. Como ya dictaminamos hace pocas fechas, con ocasión del estreno de la flojísima SOMBRAS TENEBROSAS (2012), el otrora excelente creador de EDUARDO MANOSTIJERAS (1990) ha venido dando incombustibles muestras de estar atravesando un atasco creativo, del que no sabemos muy bien si él hace esfuerzos por solucionar.
Decepciones tan paralizantes como las de CHARLIE Y LA FÁBRICA DE CHOCOLATE (2005) o como su gélida versión de ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS (2010) venían describiendo un aparatoso atolladero de novedades, un cansino dejarse llevar por la rutina de su franquicia. Tim Burton parecía un cineasta fagocitado por su propio estilo. Sus últimos films – a excepción de SWEENIE TODD- han venido adoleciendo de la misma indisposición: la obsesiva reincidencia en exhibir la impronta de la casa, la fachada de un modus operandi intransferible, que, a fuerza de repetido, se manifiesta de forma automática, sin cuestionarse, sin apetito por la reinvención, renunciando a la más mínima ruptura con respecto al dictado de unos mandamientos ya agotados.
Llegados a este extremo, quizás no resulte nada baladí la implicación en un producto de las características del presente FRANKENWEENIE. Este ejercicio supone una nueva incursión en el terreno que mejores réditos le ha ocasionado al autor de PESADILLA ANTES DE NAVIDAD. Son muchas las opiniones que coinciden en afirmar que lo único salvable que ha éste ha concretado en muchos años ha sido LA NOVIA CADAVER. Pero es que, además, este segundo film suyo del 2012 se presenta condicionado por una curiosa premisa: se trata de un largometraje basado en un magnífico corto homónimo, filmado por él mismo en el año 1984.
En aquel inolvidable cortometraje, se nos narraba las peripecias de un niño llamado Victor, que se empeñaba en devolver a la vida a su perrito Sparky, tras éste fallecer por causa de un accidente. La pequeña joya concluía siendo una sensible y reconfortante revisión del clásico Frankenstein de Mary Shelley y del fundamental, insustituible film de James Whale de 1931. Sabido esto, constatamos que Burton, a consciencia, posibilita una atractiva operación autoral.
De alguna forma, el realizador se convierte en el Victor Frankenstein de sí mismo, pues ha decido rescatar una obra pretérita para otorgarle una vida nueva. Ojalá que esta atractiva operación autoreferencial sea consecuencia de una necesaria reflexión personal: sabedor del callejón sin salida en el que se haya encerrado, el cineasta hurga en sus adentros buscando la solidez de un tiempo pasado mejor para posibilitar ese reencuentro con su acreditada –y pasada- categoría. La historia de un resucitado ocasionando ese mismo encauzamiento a la mano que le permite esa andadura presente.
Pese a que pudiere pensarse que un film de estas características no le supone a su realizador riesgo alguno, ya que parte de una obra hecha anteriormente por él mismo. Una vez contemplado, cabe afirmar que Burton no ha cedido a la tentación de una excesiva comodidad recreadora. La dignidad de este retorno al pasado se gesta por cuanto aquel ha sabido hilvanar un arriesgado entramado argumental que, al mismo tiempo, respeta la esencia de su predecesor, mientras disfruta por aportar jugosos elementos nuevos a su ya conocida peripecia. El alargamiento de la aventura no ha diluido el encanto anterior, sino que lo ha puesto al día inyectándole un muy buen número de significativas referencias.
FRANKENWEENIE (2012) tiene como elemento central a la misma pareja de protagonistas (Victor y Sparky). La novedad más disfrutable de esta versión viene posibilitada por la aparición de un muy atractivo plantel de personajes secundarios. Cabe afirmar que los más interesantes son los compañeros de estudios del protagonista. El rol conspirativo que se les adjudica provoca un espléndido giro argumental en la segunda parte del film, en el que Burton vuelve a echar mano del recurso que había originado el cortometraje: la cita cinéfila, la evocación a hitos del género. Afortunadamente, como ya ocurriere en la primera, este ardid no es utilizado en calidad de mera interpelación superficial, sino que es reconducido a un entramado narrativo dentro del cual esa cita halla un fluido posicionamiento.
Así pues, asistimos a una torrencial exhibición de divertidas alusiones a la caracterizada figura de la gran Elsa Lanchester, protagonista de LA NOVIA DE FRANKENSTEIN (1935), a Lon Chaney, a Vincent Price, al terror catastrofista-monstruoso del cine japonés de los años cincuenta y sesenta, a GREMLINS (1984, curiosamente la misma fecha en la que se estrenó el cortometraje fundador del film) y hasta a otros hallazgos de sí mismo (de EDUARDO MANOSTIJERAS y de MARS ATTACKS). El modo nada irreflexivo, bien afilado, en el que esta agradable lista de aportaciones se somete a la peripecia central da buena idea de las ganas que exhibe Burton por reencontrarse consigo mismo. Nos da igual cómo ocurra: bien sea a pedazos cosidos, a invocaciones con el maligno, a pactos con tridentes góticos… todos quienes le hemos admirado tenemos muchas ganas de que este reencuentro sea definitivo.