Título original: Ayer no termina nunca
Año: 2013
Duración: 108 min.
País: España
Director: Isabel Coixet
Guión: Isabel Coixet
Música: Alfonso Vilallonga
Fotografía: Jordi Azategui
Reparto: Javier Cámara, Candela Peña
Productora: A Contracorriente Films / Miss Wasabi
Nota: 0
La realizadora catalana Isabel Coixet, mediante esta descarnada AYER NO TERMINA NUNCA, viene a ofrecer la versión más torrencial de sí misma. El film se desgañita, irrumpe por ser una suerte de “Coixet Desencadenada”, de Coixet frente al espejo, de Coixet de pata pura y de cepa negra, de Coixet en posición harakiri con sable Ikea, de Coixet sin máscaras ni cartones, reciclada en la NeoIsabel de siempre, de una Coixet emplazada ante su propio Master, de una Coixet, en definitiva, de frasco pequeño, en esencia, envasada al vacío.
Por desgracia para ella y para quienes le contemplamos el descarne, la pirueta en el filo le acaba costando un porrazo de magnitud Mortadelo y Filemón, que no la libra ni el ralentizamiento, ni la compresa con alas. A este oráculo Coixet le ha salido un discurso tan largo que se ha quedado sin vaticinio: la pitonisa Lola viendo ardido su melenón por causa de sus velas negras. “Coixet autocombustionada” habemus.
El film, hay que reconocerlo, es muy arriesgado. Eso sí, arriesgado de riesgo kamikaze profundo. Por lo tanto, arriesgado sin mérito. Esto es como si en la próxima final de la Champions Mourinho “arriesgara” jugando él solito contra el Barça… Pues que Messi & Cia ponían al Madrid mirando a la Cibeles con el trasero goleado por Neptuno. La autora de MI VIDA SIN MI, sí, insistimos como ella insiste, demuestra una valentía inusitada al enrolarse en un ejercicio desguarnecidamente temerario. Puestos a hablar de fiascos, no deja uno de tener la impresión de que mientras, por ejemplo, Almodovar en LOS AMANTES PASAJEROS fiascaba por dejadez, consciente de la degradación, Coixet, en cambio, lo hace de forma más honesta. AYER NO TERMINA NUNCA es un fracaso sincero.
El film resulta una furiosa antología concentrada de todos los rasgos escenográficos y estilísticos que la caracterizan. Todos ellos aparecen, desfilan a catálogo perdido. Mas lo hacen apelmazados, resumidos, en fila india y picada pelota. De ahí que la furiosa antología no tarde nada en revelar su vocación de pasaje del terror. Uno entra en ella pensando que ha pagado ticket para el laberinto de los espejos y los escobazos le aclaran que en donde está es en el tren de la bruja.
La película narra el reencuentro de un matrimonio separado. Él, tras cinco años sin haberle hecho saber nada a ella de su vida, acude a un lugar de la provincia de Barcelona que ella le ha indicado en una carta. Allí ambos deben hacer frente a un trámite que les devuelve al episodio más dramático de toda su vida: la muerte de un hijo de ambos, de siete años, acaecida años atrás. Ésta dolorosa circunstancia provocará que la cita sirva para que uno y otro pugnen por reprocharse un punzante cúmulo de culpas.
La propuesta viene determinada por dos ideas estructurales que determinan fieramente la observación de esta reunión de antiguos amantes rotos. La primera de ellas, la de situar la acción en un futuro 2017 en el que la actual crisis económica de nuestro país aparece encuadrada en forma de plaga sempiterna, enquistada, sangrante; la segunda, la de mantener una férrea cerrazón espacio temporal: el film tiene el metraje de la disputa entre ambos y queda enmarcado en un único espacio, el que presta la extraña arquitectura ultramoderna del cementerio de Igualada. Esta premisa sólo la quebrantan puntuales escenificaciones que visualizan diversos monólogos interiores de los dos contendientes. De esta forma Coixet radicaliza desapaciblemente el origen teatral del ejercicio.
AYER NO TERMINA NUNCA, por lo tanto, precisa del ligero andamiaje de dos personajes en permanente estado de reproche, acritud y controversia. Y del más exiguo aún, único, gris, gelidísimo escenario en el que ambos van a plantarse cara. No hay nada más. De ahí que hayamos expresado con anterioridad la osadía del experimento.
Ahora bien, una cosa son los riesgos y otra bien distinta el rigor del resultado. El saltador de trampolín puede intentar el tirabuzón más peligroso, el escarpado más difícil, pero lo que no debe hacer es tirarse a la piscina sin que en ésta haya agua. Isabel Coixet se ha tirado… y ni siquiera había piscina. Como ya ocurriere en la penosa MAPA DE LOS SONIDOS DE TOKIO a la realizadora, de toda la suma de pericias corporales necesarias para el salto, sólo parece importarle que el color del bañador combine con el trampolín.
La película no supera jamás lo forzado, raquítico y verborreico de su planteamiento. Este empecinado catálogo de “coixeterías” (muerte, dolor y lágrimas de laboratorio, dramatismo afectivo cacareado, manual literaturizante de afectos contemporáneos, psicologismo de cabecera) no sabe desentumecerse, desproveerse, humanizarse, escapar a la evidencia nociva de una intencionalidad que, además de exhibirse contraproducentemente, aplasta la verosimilitud de lo contemplado.
Lo más grave de todo es que un film de tan exiguo planteamiento dramático devenga falso, postizo, perezoso. Así, por ejemplo, solo cabe calificar de banal, caprichosa e indolente la idea de arrancar el film con un prólogo que se presupone crítico, desesperanzador para con el futuro de la realidad económica y social de nuestro país, y quede reducido a antojo más que prescindible, que, en ningún momento, insufla influencia al duelo entre seres emocionalmente amputados introducido a continuación.
El film se quiere desgarrador y se queda en refrigerada bagatela emocional de malestares plastificados. Los actores nada pueden hacer por evitar la catástrofe. Sólo unos momentos de Candela Peña arrebujada en los brazos de su oponente, tras la fortísima discusión central, son capaces de dejar intuir lo que la realizadora hubiera deseado. Javier Cámara no cesa de demostrar que parecía invitado a un festival de pestañas en al borde de un ataque de pánico pasajero.
AYER NO TERMINA NUNCA apuesta por la radiografía de un despiadado martirio y concluye convertida en el desenmascaramiento de una absurda trampa: el drama no se exije con puñales, sino que se reclama con caricias aviesas: el último trabajo de la creadora de LA VIDA SECRETA DE LAS PALABRAS parece maquinado por el afilador de cuchillos de Jack El Destripador. No hay sutilidad emocionali, sino canibalismo publicitario.
Isabel Coixet está muy pesimista. No sabemos si será culpa de la política del PP que haya tenido que ir a un cementerio a rodar una película. La de que AYER NO TERMINA NUNCA parezca ser su propia tumba sólo la tiene ella.