Título original: Carne de perro
Año: 2012
Duración: 90 min.
País: Chile
Director: Fernando Guzzoni
Guión: Fernando Guzzoni
Fotografía: Barbara Álvarez
Reparto: Alejandro Goic, Alfredo Castro, Amparo Noguera, María Gracia Omegna, Manuela Oyarzún
Productora: Coproducción Chile-Francia-Alemania; Ceneca Producciones / Parafina Films
Nota: 7
Arriesgadísimo debut en el terreno del largometraje el que depara el chileno Fernando Guzzoni con esta CARNE DE PERRO. El hispanoamericano se apunta sólidamente a esa ola de cine obsesivamente realista, de hechuras pseuodocumentales, que este último año ha brindado resultados verdaderamente excepcionales como los disfrutados en la mejicana DESPUÉS DE LUCÍA, de Michel Franco y la brasileña SONIDOS DE BARRIO, de Kleber Mendoça Filho, películas todas ellas que hemos podido disfrutar en la magnífica iniciativa del Atlántida Film Fest, organizado por la plataforma de cine online Filmin.
Ganadora del premio a la Mejor Película en la sección “Nuevos Directores” del último Festival de cine de San Sebastián, el film se postula como una pegajosa observación de un ser humano que, a sus espaldas, a lomos de su solitaria, ajada, caótica existencia, acumula, por un lado, el peso de un pasado lúgubremente condicionador de su actual cotidianeidad y, por otro, un presente varado en la condena de un aislamiento sobre el que va a incidir la investigación, severísima, que va a imponer la cámara del realizador.
Alejandro es un ex-asalariado de la represión instaurada por la dictadura militar que gobernó en Chile de la mano de Augusto Pinochet. Como ya hemos referido, el objetivo que se marca el realizador es capturar milimétricamente el nefasto estado de su habitualidad para, a través de esa contundencia vigilativa, tratar de radiografiar la figura de ese hombre asfixiado, roto y con muchas dificultades para interrelacionarse.
Guzzoni, a pesar de lo escaso de diálogos y conversaciones, logra que su cámara depare al espectador las rocas, los temblores y las penumbras de ese alma detenida, medrosa, podrida en el arcén de un presente en el que parece vetada cualquier posibilidad de adaptación y cordialidad.
La apuesta de Guzzoni es muy dificultosa. Tanto el guión urdido como la puesta en escena dirimida aportan muy pocos elementos amables o accesibles. El chileno se muestra muy riguroso en mantener firme el empeño de que sea el espectador quien, mediante ese exiguo cúmulo de cauces, trate de recomponer el puzzle críptico, desubicado y monótono que va emergiendo del retrato del protagonista: de las horas bajas en la que lo contemplamos y de las consecuencias personales que el peso de su pasado parece haber disparado contra él.
Quizás, ese exceso de rigor le juega al realizador una evidente anomalía: sobre todo en el primer tercio del film, el que se centra descarnadamente en la presentación del protagonista, se apodera de la narración una severa dificultad: lo críptico y lo grave del tono empleado para acercarse a Alejandro. El intento de que la observación sea milimétricamente cruda, física y callada está tan a rajatabla cumplido que, demasiado pronto, se antoja excesivo en su formulación. Guzzoni se muestra muy austero en facilitar claves y hasta que no se decide a ir desarrollando abiertamente los someros apuntes revelados CARNE DE PERRO deviene un film incomunicado, cerrado sobre sí mismo, fagocitado en su maquinada fiereza ilustrativa.
Sin embargo, la película por fortuna sabe trazar su propio plan de escape. Uno de los aciertos del posicionamiento del director es no monopolizar la visualización del omnipresente personaje central abusando del execrable pasado que a éste se le intuye. La película no se deja mecer ni en lo previsible, ni en lo maniqueo, ni en lo obvio. El realizador no recurre en ningún momento a recurso alguno que aclare expresamente el comportamiento de Alejandro: no hay un ajuste de cuentas con él, sino el trazado intuitivo, sudoroso, pegadizo de la parálisis emocional en la que se halla sumido. El peso de su oscuro pasado se masca, pero no se evidencia y, por lo tanto, no se empobrece ni tampoco define unívocamente el perfil de la figura protagonista.
Del contraste que emerge del hiperrealismo con el que están saldados los planos y del buscado mutismo con el que está acorralado un personaje ya de por sí aislado, escondido, insociable, es en donde CARNE DE PERRO cuaja los mejores bríos de su agresiva personalidad. Guzzoni persigue a Alejandro y nos lo entrega abatido por una complejidad que ni él mismo es capaz de canalizar: sus miedos, sus ataques de pánico, el peso de lo acuático en su visualización (duchas, piscinas, chorros de agua deslizándose por su rostro) las conversaciones grabadas sin destinatario nos dan cuenta del callejón sin salida que no sabe ni probablemente puede solventar.
Es una pena que, como ha quedado referido, al film le cueste tanto salir del atolladero descrito en la presentación, pues, de haberse pulido ese molesto desajuste, CARNE DE PERRO sería sobresaliente. Guzzoni acredita unos modos para la descripción y el seguimiento de determinados conflicto realmente estimulantes. Cuando la película se libra de su buscada condición de atolladero expresivo, cuando el director se decide a desarrollar los mínimos vestigios de relato CARNE DE PERRO es capaz de brindarnos secuencias tan potentes como las del suceso con el perro y la de la conversación con la ex-esposa dentro de la fábrica en la que trabaja.
Dificultosa, incómoda, demasiado enrocada sobre su disposición generatriz, enigmática, rigurosa, notable formalmente, impecablemente interpretada por Alejandro goic, CARNE DE PERRO logra dar lo mejor de sí misma en el momento en el que se desentiende de la altísima precisión con la que está construida. El cine chileno, con Fernando Guzzoni, sigue estando de enhorabuena.