Título original: Nebraska
Año: 2013
Duración: 115 min.
País: Estados Unidos
Director: Alexander Payne
Guión: Bob Nelson
Música: Mark Orton
Fotografía: Phedon Papamichael (B&W)
Reparto: Bruce Dern, Will Forte, Stacy Keach, Bob Odenkirk, June Squibb, Missy Doty, Kevin Kunkel, Angela McEwan, Melinda Simonsen
Productora: Bona Fide Productions
Nota: 9
Alexander Payne, definitivamente, pertenece a esa estirpe de outsiders cinematográficos que por fortuna siguen entendiendo su oficio de cineasta como una tarea sometida al imperativo de una voluntad genuina, intransferible, que se vuelve condicionante esencial y ambientalizador del universo encuadrado en sus obras. El autor de ELECTION sigue fiel al mandato de mantenerse en el filo amargo de la ternura, en la tiesura escrudiñante de la amabilidad, entendida ésta como estrategia de macerado acercamiento a los alfileres recónditos de las criaturas a las que persigue con tanta finura como destemplanza.
NEBRASKA no sólo se somete a ese particular bosquejo en el lado más pérfido de esa benevolencia, sino que lo perfecciona, lo acrisola y lo acuna memoriosamente. La última obra de Payne supone una vuelta de tuerca purificada y, en el mejor sentido de la palabra, sencilla a la magistral operación desconcertante para con el melodrama que supuso LOS DESCENDIENTES, su precedente. NEBRASKA, con respecto a aquella, es más escueta, más lineal, más ensimismada. Sin embargo, he aquí su atractivo, esa concentración no revierte en facilidad de objetivos, sino que obliga al cineasta a afilar como nunca antes la potencia de su capacidad para carcomer la templanza enjuta de sus personajes.
La película nos presenta a Woody Grant, un anciano que asegura que le ha tocado un millón de dólares en un sorteo. Las primeras imágenes del film nos lo presentan caminando en solitario por el arcén de una carretera llena de tráfico hasta que un coche de policías se detiene ante lo peligroso de su andadura. Woody quiere ir a cobrar el premio a una dirección que está muy alejada de la suya.
El espectador tarda muy poco en contemplar el panorama familiar que rodea al anciano: una esposa que está harta de soportar su evidente demencia, un hijo de carácter apocado que trabaja en una tienda de electrodomésticos y otro, más exitoso, que trabaja en un canal de televisión. Tras comprobar que Woody no va a cesar de escaparse de casa, el primero de los dos decidirá acometer el viaje en automóvil, junto a él, para que aquel compruebe por sí mismo que todo se trata de un vulgar timo.
Se podrían decir muchas cosas sobre NEBRASKA. La primera de todas ellas, precisamente, es lo formidable de esta aseveración, tratándose en apariencia de una película de perfil tan escueto, tan concreto y tan menor. De esa (falsa) contradicción emerge, la ingente validez de una propuesta en la que el esfuerzo máximo del director es disimular la desoladora contundencia de la arisca humanidad con la que está impelida. La película es un prodigio de contención dramática resuelto evidenciando ariscamente esa contención. NEBRASKA es pequeña, pero no simple: su hondura es estrecha, pero muy abismada, muy arenosa y tenaz.
En segundo lugar, y volviendo a lo aludido sobre las esquivas apariencias de su conjunto, cabe decir que en este impenetrable e incesante combate contra lo que se nos ofrece en superficie, cabe decir que la película forja lo tajante de su proposición en cómo, poco a poco, va superando la mera radiografía sobre la vejez que parece proponerse en principio.
Evidentemente, NEBRASKA hace de la decrepitud, del ocaso y de los estigmas del paso del tiempo en el ser humano ámbito emocional desde el que postular su periplo dramático:Woody es un anciano al que se le adivina una cercana enajenación y, por lo tanto, una ausencia mental dela vida. Payne no sólo no esquiva en ningún momento este abatido punto de partida, sino que jamás tiene la tentación de mitigar el peso de su preponderancia, de ahí que, por ejemplo, la manifiesta incapacidad de Woody para comprender y dar respuestas a muy concretas demandas devenga en rasgo constante, irreparable, condicionador agrio e inclemente de su comportamiento.
No obstante, el interés de Payne noes radiografiar aun anciano, sino radiografiar a Woody. Más aún, hurgar en la biografía de Woody a partir de la avanzada y fatigosa vejez en la que se nos es presentado. Para ello, el milimétrico guión configurado para la ocasión depara al irreversible estado físico y mental en el que se halla el protagonista una doble confrontación: una con su familia y otra con su pasado.
La convivencia con el hijo durante el viaje será el pilar fundamental de esta vicisitud ya que aúna en sí mismo ambos litigios: su bagaje personal con respecto a la figura del padre se convertirá en una de las encrucijadas dramáticas más potentes del film. A él, cabe unirle el dispuesto por la rotundidad con la que está perfilado el portentoso personaje de la madre: hartazgo, ajusticiamiento, conocimiento de los hechos y comprensión a partes iguales perfilan a este verdadero vendaval de sinceridades y bravuras.
Un soberbio vericueto narrativo se impondrá como el hallazgo fundamental: la inesperada estancia en el pueblo de Woody de camino hacia su objetivo. El reencuentro con sus familiares, sus vecinos y compañeros de trabajo permitirá que el retrato de la personalidad del protagonista sea más complejo: tras las máscara de ese anciano cabezota y enfermo, se esconde la identidad de un tipo con problemas de alcohol, egoísta, incapaz de expresar afectos y de regalarlos, algo manirroto, pero también en exceso generoso con quienes acudían a él por propia conveniencia. Payne se muestra tan certero como inclemente en ese afán indagador.
El blanco y negro empleado por la fotografía vienen a significar, de un lado, la particularidad marchita, ausente y monolítica de la mirada del personaje central y, de otro, la agresividad y la acritud del pequeño catálogo de negruras éticas que desatará la codicia de todos los personajes, todos ellos puestos frente al botín que supone el teórico premio de Woody. La falta de compasión con la que está escenificado todo el periplo alcanza aquí su cenit, afectando coherentemente a la visión de los hechos asumida por el hijo. Las decisones que éste tomará a partir de ese momento, gracias a la súbita, cruda y verosímil exhibición de miserias, no devendrán en viraje sensiblero alguno, sino en resolución subjetiva justificada con serena maestría.
NEBRASKA posee hechuras de descabalgado western contemporáneo (ese paseo en furgoneta final por la calle central del pueblo, elementos espaciales como los porches, el paisaje desértico o la taberna), pero termina conmoviendo por la fortaleza ruda, exigente, sepulcral, vitriólica y honesta que dirime la punzante querencia que Payne evidencia a sus personajes. Se nota que los adora. Quizás, por ello, se haga tan fácil amar su film.