Lucy 2014 Imagen 1

Título original: Lucy

Año: 2014

Duración: 90 min.

País: Francia

Director: Luc Besson

Guión: Luc Besson

Música: Eric Serra

Fotografía: Thierry Arbogast

Reparto: Scarlett Johansson, Morgan Freeman, Choi Min-sik, Amr Waked, Yvonne Gradelet, Jan Oliver Schroeder, Julian Rhind-Tutt, Pilou Asbæk, Analeigh Tipton, Nicolas Phongpheth, Luca Angeletti, Loïc Brabant, Pierre Grammont, Pierre Poirot, Bertrand Quoniam, Pascal Loison, Pierre Gérard, Isabelle Cagnat, Frédéric Chau

Productora: EuropaCorp / TF1 Films Production / Universal Pictures

Nota: 3.8

Nada nuevo bajo el sol… Podemos mantener el mismo veredicto… A Luc Besson le sigue calificando a la perfección el título de mamporrero estilizado, de desbaratador ecléctico y de moderno a espitosa ultranza. Sus seguidores pueden estar tranquilos: mantiene ese maillot amarillo que se ha ganado a lo largo de una trayectoria en la que, salvo LEON y poco más, no ha hecho sino desperdiciar interesantes puntos de partida en aras de postularse como un avaricioso pergeñador de ombligueros y vacuos juegos de artificio, concebidos como respuesta engolado-europea al cine de acción comercial hollywoodiense. Ese ya poco novedoso afán por someterse a un dudoso sentido del espectáculo le ha llevado a firmar barroquismos en celofán tan detestables como EL GRAN AZUL, EL QUINTO ELEMENTO, JUANA DE ARCO, ADELE Y EL MISTERIO DE LA MOMIA o MALAVITA.

LUCY incide en esa aparatosa tendencia a reducir a la alharaca todo cuanto tantea, pero, si cabe, afilando más que nunca esa naturalidad con la que el galo se jacta en  malograr las bondades que tiene entre manos a golpe de fatuo capricho ampuloso. Resulta lamentable ser espectador de cómo una idea de partida que sólo puede ser adjetivada como fascinante queda reducida a escombros unilateralmente pomposos, altisonantes y afectados, por causa de la soberana incapacidad del realizador a dejar de proclamar su orgullo retórico por el énfasis y la lima de sobriedades.

El film narra las excepcionales vicisitudes a las que va a tener que hacer frente Lucy, una joven estudiante que vive alejada de sus padres en Taipei, cuando, por culpa de un descerebrado conocido suyo que le tiende una pequeña trampa, entra en contacto con un grupo de peligrosos narcotraficantes asiáticos que la obligan a ejercer de “mula” de una nueva sustancia, tras introducirle en sus intestinos una bolsa del producto que deberá llevar a su país de origen. El plan establecido por los mafiosos no sale como estaba previsto y, sin ella provocarlo, la droga entra en contacto con su organismo. A partir de ese momento la joven empieza a  experimentar una serie de formidables transformaciones en su conducta y en la recepción de sensaciones. Su inteligencia va en aumento por momentos. Pronto caerá en la cuenta de que sus neuronas están abriendo caminos insospechados para un ser humano corriente: su cerebro va a ir llegando al límite de las posibilidades, traspasando el 15% de la normalidad hasta llegar al 100% de la misma.

El problema principal de la propuesta es, como se habrá podido intuir en los dos primeros párrafos, el modo en el que el realizador (y guionista) se aviene a resolver el interesantísimo dilema de partida que propone el film. lucy-2014-imagen-4Cabe señalar que, contra pronóstico, su primer tercio está a punto de lograr que lleguemos a pensar en la inesperada idoneidad de Besson para situarse al frente de tan atractiva idea argumental: los minutos del metraje dedicados a la explicación del modo en el que la protagonista se ve obligada a bregar por su propia supervivencia en medio de un ámbito matón y fuera de la ley al que no pertenece son muy solventes: se masca la angustia y la desesperación de ese ser situado en el centro de una espiral de muerte y chantaje que no espera.

El francés, si exceptuamos unos irritantes insertos animales mediante los que quiere subrayar una situación que no los necesita, se aviene a radicalizar la vertiente más “noir” del planeamiento, dirimiendo una notable larga secuencia que tiene lugar en las estancias del hotel regentadas por el capo del grupo de trajeados malhechores. Ahora bien, desde el momento en el que irrumpe la inusitada transformación del personaje, poco a poco, el sometimiento de Besson a cierta lógica de género va dando paso a la irritante apropiación personal (y degradativa) de las posibilidades narrativas y escénicas que abre la interesante tesitura mental. lucy-2014-imagen-9Se nota muy pronto que el caramelito propiciatorio de su particular catálogo de demasías y rimbombancias no va a quedarse envuelto en el papel.

Y así, de resultas, nos hallamos frente a un lamentable tercio final en el que el asunto Lucy pasa a convertirse en el numerito Besson: el desprecio absoluto por la trama mafiosa, el empobrecimiento matarife y pseudocientífico contra el que la protagonista es aniquilado, la simplificada coartada trascendental que aporta el monolítico personaje incorporado por Morgan Freeman, la chusca urdimbre argumental empleada durante toda la estancia en Paris, y, sobre todo, el apetito exhibitorio del realizador, que es capaz de sacarse de la manga un vergonzoso batiburrillo “new age”, apoyado en una delirante puesta en escena trufada de insertos documentales, recreaciones paleontológicas y efectos especiales microorgánicos, dan al traste con la contención narrativa, el sano sentido del humor y la precisión rítmica con la que LUCY llega hasta el tramo que acontece en la capital francesa. Sólo la estimable seriedad mediante la que Scarlett Johansson borda tanto las virtudes como las simplificaciones con las que apechuga su personaje permite que no estemos hablando de un descalabro total.

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