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Morcheeba, esa banda que a finales de los 90 se atrevió a fusionar soul, pop y trip-hop, consiguiendo con ello un éxito masivo, volvía a la Ciudad Condal después de varios años desde su última visita.

Foto: Jordi Teixidó

En aquella ocasión venían para presentar “Dive Deep” en la carpa del Espacio Movistar, Jody Sternberg era la cantante. Sin embargo, esta vez Skye Edwards era quien volvía al frente de Morcheeba, después de un paréntesis de siete largos años de carrera en solitario, motivada por diferencias personales y musicales con los hermanos Godfrey, patrones de la nave. “Blood Like Lemonade” era en este caso el nuevo disco que presentaban y de recientísima aparición –apenas un mes y medio- aunque eso resultase una mera excusa, para gran parte de los asistentes. Con las entradas agotadas días antes, cientos de antaño jóvenes y ahora más bien hipotecados padres y madres de familia, se agolpaban en la famosa sala Apolo del Paralelo, para rememorar los hits que dicha generación disfrutó durante su época de veinteañeros. Seguramente muchos de ellos se morrearon con sus antiguas novias y novios al son de “The Sea”, motivo por el cual intuyo que fue tan celebrada al aparecer prontamente en el repertorio de la noche.

Sin embargo, algo no cuadraba con mis expectativas, para empezar uno de los hermanos Godfrey no se encontraba sobre el escenario, ni se le vio aparecer. Skye, parecía bastante dispersa y fruto de esa euforia provocada por alguna que otra copa de más, interrumpía constantemente el concierto para interpelar al público sobre temas tan trascendentales como si nos gustaban sus zapatos o por qué la gente de Barcelona era tan guapa. Parecía como si la alegría por ese reencuentro, se hubiese desbordado y la vocalista tuviese dificultades para centrarse. Sus arrebatos de complicidad para abrazarse con cada uno de los miembros de la banda eran constantes y descolocaba bastante oírla reír durante algunos pasajes importantes como durante “Part of the Process”, ofreciendo con ello una imagen bastante lamentable y poco profesional. Esa mezcla de sonido dub, con dj ofreciendo bases y toques trip-hop seguía funcionando poderosamente, ante un público entregado de antemano gracias al ejercicio de nostalgia, pero en lo musical el tufo a gira de despedida parecía bastante evidente. Morcheeba, seguramente son conscientes de que su tren ya pasó, del mismo modo que le sucedió a otras bandas referentes de la época como pudieron ser “Tricky” o “Zero 7” por poner un ejemplo, cuya capacidad para ofrecer material musicalmente relevante, parece formar ya parte del pasado.

 

El inevitable momento de karaoke multitudinario llegaría hacia el final con la consabida “Rome Wasn´t Built in a Day”, tema por desgracia quemado hasta la saciedad sobretodo a principios del 2000, gracias a las poco imaginativas, reiterativas e incesantes campañas de publicidad que decidían vestir cualquier tipo producto con esta canción, desde compresas, hasta pólizas de seguro, pasando por galletas dietéticas. Ello me ha hecho por consiguiente, odiarla cada vez más, de manera muy racional y concienzuda, especialmente cuando Edwards decide en cada coro ceder el protagonismo a la grada. “Rome Wasn´t Built in a Day” representa todo un himno para una generación que yo llamaría stuck in the nineties y que seguramente adoran por igual al Phil Collins, Elton John o Sting de la misma época.

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Foto:Jordi Teixidó

 

Para rematar lo que había venido siendo una verbena en toda regla, sólo faltaba la invasión de público final, que no hizo otra cosa que acrecentar mi teoría sobre la estupidez y nadería 2.0: sí amigos, esa que te hace subirte al escenario para intentar sacarte fotos con Skye sea como sea, para subirlas inmediatamente después al Facebook. Qué más da el contenido, lo importante es el ahora. Se supone que estamos en mitad de un concierto, pero a nadie parece importarle, lo primordial es documentar la efeméride por encima de todo.

 

Con todas estas aseveraciones, muchos me tacharán de subjetivo y prejuicioso, aunque nada más lejos de la realidad. Es más, puedo afirmar rotundamente que los Morcheeba de la última etapa con “Dive Deep” estaban infinitamente más en forma que los actuales, que Jody Sternberg cantaba bastante más y mejor que la Skye actual y que temazos como “Enjoy the Ride” no pueden quedarse en el tintero, aunque parezca que esas cosas al gran público se le escapan. Lo dice alguien que estuvo directamente implicado en la organización de alguno de sus conciertos en España, allá por 2007/2008 y que constata con tristeza que ir a ver música en directo, se asemeja cada vez más a un circo de despliegue de vanidades sociales, que a un acto de cultura y respeto hacia el artista. Termina el concierto y todos contentos, corre y sube en tu Twitter qué guapo ha sido, amigo.

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