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SUEDE 

ANTIDEPRESSANTS 

BMG 

Nota: 4 

Comentario:  

El décimo disco de estudio de la banda británica gozó de tan buenas críticas, de tan favorables opiniones, que al escucharlo pensé que no se trataba del mismo álbum. Los títulos están muy bien puestos y las temáticas de las canciones son interesantes. Ahora bien, en términos musicales, oída una, oídas todas. El principal problema de este Antidepressants es que, según se avanza en la escucha, hay pistas que nos recuerdan a las anteriores. Así, la cuarta se asemeja a la segunda, la octava a varias de sus predecesoras y, al acabar, tenemos la sensación de que la fluctuación ha sido escasa, de que hemos asistido a un desfile de variaciones sobre un mismo tema.  

El primer corte, Disintegration aboga por aceptar la decadencia como catarsis. Habla también de lo efímero de la existencia. Los elementos musicales presentes van a ser los mismos durante todo el álbum: batería, bajo, guitarra eléctrica, sintetizador y voz. Dancing with the europeans versa sobre la identidad colectiva y el sentimiento de pertenencia. Comienza con un riff bastante pegadizo de guitarra eléctrica con overdrive a la que se suma otra rítmica, el bajo y la batería. La voz, por su parte, está muy tratada. El tema homónimo se centra en la dependencia de fármacos, en el insomnio. La música se considera aquí, con muy buen juicio, como antidepresivo. Ese buen criterio que, por otra parte, se echa tanto en falta en el resto de los aspectos de Antidepressants.  

En otro orden, Sweet kid narra el crecimiento de un hijo, mencionando, de paso, temáticas como la mortalidad. The sound and the summer (quién sabe si en parafraseo o referencia a Faulkner y, por tanto, a Shakespeare) detalla las atmósferas, sensaciones y ocupaciones del estío. Hay una guitarra con delay y reverb y otra con overdrive. Somewhere between an atom and a star, por otro lado, yuxtapone lo grande y lo pequeño, lo cósmico y lo microscópico, a la manera en que uno de los últimos grupos indie analizados lo hicieran pocas semanas atrás. El título de Broken music for broken people habla por sí solo. Suenan la batería, el bajo, la guitarra con distorsión, cuya saturación se apaga en las estrofas. Criminal ways hace referencia a la manipulación que ejercen las personas para sobrevivir, sentirse protegidas u obtener lo que deseen. La rítmica corre a cargo de la batería y el bajo principalmente, aunque también se refuerza con la guitarra con trémolo.  

Trance state es una canción introspectiva, como tantas otras, vaya. Y de nuevo nos da la sensación de haber oído todo a lo largo de los ocho cortes anteriores. En June rain el sintetizador, acompañado por una guitarra con chorus, es el protagonista. La voz, dramática y doblada a ratos, suena a liturgia. Finalmente, Life is endless, life is a moment reflexiona sobre la paradoja existencial de que la vida, aun teniendo límite temporal, parece -a veces- interminable. Ciertamente, podría durar menos, sobre todo si, musicalmente, hay poco que decir, como es el caso. La instrumentación es la conocida, con una puntual guitarra con chorus y unos coros, vocales, claro, no confundir el efecto de la guitarra con el conjunto de voces.  

En definitiva, como suele ocurrir con estos grupos, las intenciones no son malas, algunos versos son estimables, pero esa mezcla de pop, rock, rock alternativo y desmesura o falta de idea a la hora de ecualizar los instrumentos y sus efectos resulta muy cansina de escuchar. Lo sorprendente es que ningún palmero haya tenido la decencia de advertirlo en lo que he leído previo a la escucha. Qué maestros del marketing son estas agrupaciones, qué fortuna contar con esa indulgencia, con esa manga ancha, en la recepción de sus monótonos trabajos. Así cualquiera. Lástima que las “viejas glorias” no cuenten con esa predisposición tan positiva por parte de la crítica cada vez que asoman la cabeza. Bueno, en ese caso la regularidad en su calidad les respalda y habla por sí sola.  

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