Ted Leo  Moby Dick Portada

Antes de entrar en faena, he de reconocer que la primera vez que vi a Ted Leo en directo, en Sant Feliu hace ya años, el ex-Citizens Arrest me robó el corazón (¡bandido!).

Por culpa de ese binomio infalible y seductor que es: actitud de killer y canciones enormes como montañas. Así que ahí andaba yo, plantado en la primera fila con esa ilusión inocente y desmedida de pipiola pre-adolescente frente a Justin Bieber y un algo descontrolado contoneo “caderil”. Arranque de honestidad y mi objetividad en entredicho.

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Nueva Vulcano fueron los encargados (inmejorables) de romper el hielo a modo de anfitriones, y es que para el trío de Barna hace ya tiempo que tocar en Madrid es como jugar en casa. Comenzaron con Mano Izquierda y Predominio del Sol, del EP “Los Días Señalados”, para seguir con un repaso todo lo exhaustivo que su posición de teloneros les permitió de “Los Peces de Colores” (disculpa por la falta de novedades en casi año y medio incluida). Sonaron compactos, frescos como siempre y con ese desparpajo tan punk que les caracteriza. Todos cantamos a coro aquello del amor moderno, el níquel y la canela y hasta que hay que mirar a África. Como único pero las ganas de más que dejaron. Y es que no siempre bueno y breve contentan.

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Entonces entró en escena ese geniecillo profundo y simpático que sería capaz de poner patas arriba una sala como aquella armado tan solo con su guitarra y una mano atada a la espalda. Y mucho más lo hizo arropado por unos curtidísimos (aunque algo apáticos por momentos) Pharmacists. El de New Jersey, de adopción que no de cuna, fue descargando un hit tras otro, alternando temas de su último disco, “The Brutalist Bricks”, con otros clásicos de su repertorio (en especial de “Shake The Sheets”) tal vez más aplaudidos y concentrados en la primera mitad del set. Sonaron autenticas gemas de esas que erizan el vello, alzan puños y se quedan a vivir como huésped bienvenido en tu cabeza durante meses. Influencias claras (Billy Bragg, The Pogues, Small faces, The Jam,…) pero con una personalidad apabullante.

Y unas tablas sobre el escenario (como el arca de Noé pero con solo cuatro fieras) de esas que sólo dan el talento (aquí hay para dar y tomar) y los años (de buen provecho, claro). Ni una cuerda rota en la recta final, ni la fuerte tos que atacaba a traición y bocajarro (y terminaría por poner el punto final a la gira tras su paso por Madrid) pudieron doblegar al bueno de Ted. Casi una hora y media de concierto y mi corazón seguía siendo suyo. Sólo faltó que tocara La Costa Brava para caer rendido en sus brazos. Y es que este tipo es desde ya (si no hace tiempo) un GRANDE ENTRE LOS GRANDES. ¡Vuelve pronto!

Fotos: Álvaro Pérez Rey.

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