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Segundo día, el sol aprieta y la lección del primero fue suficiente para esperar a la llegada de bandas menos accesibles a una hora con menos posibilidad de quemadura. Y a pesar de eso, arder fue lo que se consiguió el sábado en el recinto habilitado en el C.D. Cantarranas.

Público algo más selectivo y mayor afluencia -13.000 según la organización- para ver bandas de mayor calibre pero que aún así, confirmaron que la comodidad iba a ser una nota presente en este festival, algo que se echa en falta en tantos otros. Los primeros de la noche eran provenientes de Brighton, da gusto ver como solo dos instrumentos pueden llenar tanto un escenario a base de potencia como ‘It’s Happening’ o ‘I Wish I Was Someone Better’, aunque cierto es que el concierto se fue diluyendo en esto a medida que avanzaba, aunque sirvió como gran avance de lo que esperaba de ahí en adelante. Tampoco es mentira que no ofrezcan nada del otro mundo, nada innovador, pero sin duda solo con eso les sirvió para poder decir que Blood Red Shoes como dúo frente a The Ting Tings y Crystal Castles, fueron el mejor.

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Uno de los grupos del año por disco debut, hits y por el tufo a hype que desprende al que habrá que esperar al segundo trabajo para que se les empiece a echar la mierda encima o esperar al tercero para hacerlo o encumbrarlos, llegaban tras su desplante en el Primavera Sound. Atracción máxima justificada que hizo que los londinenses liderados por Justin Young desgranaran su debut aunque si se puede poner un “pero”, el orden del setlist les hizo flaco favor. Comenzar con ‘All in White’ y desgranar pronto cortes como ‘Post Break Up Sex’, ‘Wreckin’ Bar (Ra Ra Ra)’ o ‘Blow It Up’ hicieron temer que tras eso se levantara de nuevo al personal, conseguido cuando la esperadísima ‘If You Wanna’ se dejó escuchar, pero aún quedaba recital y mucha gente decidió ocupar su sitio en el Escenario 1.

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Quedaban dos grupos pretenciosos por ver. Uno de Suecia, otro de Inglaterra. El primero de ellos se llaman The Hives, se les llena la boca diciendo una mentira tan grande como que son “la mejor banda del mundo de rock”, porque no lo son, pero ¿saben qué? Dan razones para serlo. Dan espectáculo, no hay pausas en sus conciertos, tienen la cara de poder llamar “pussycats” a quien espera el siguiente grupo en el escenario contiguo –“no está tocando nadie, veniros conmigo, no os dejaré parar”- y consiguieron que por fin se levantara polvo tras sentar en ‘Tick Tick Boom’ a todos los que asistimos a su explanada. Vestidos de frac tomaron el escenario para soltar un directo ‘Come on’ con movimientos de micro a lo Roger Daltrey, primera en la frente y aún quedaban por caer ‘Die Alright’, ‘Walk Idiot Walk’ o ‘Try it Again’ antes de poder dejar cerrado un auténtico espectáculo con ‘Hate to Say I Told You So’. Calor, mucho calor provocaron estos suecos que dieron uno de los espectáculos de la noche.

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El otro llevaba la firma de una de las bandas que mayor cantidad de acusaciones (justificadas) en cuanto a copias de Primal Scream o Stone Roses se han llevado. Llegaron con un debut rompedor hace 7 años, preparan disco ahora, Thom Meigan es (casi) tan bravucón como Liam Gallagher e incluso comparten sentencias acerca de lo grande que será su siguiente trabajo y aparte de todo eso, afirmaron que su concierto sería explosivo y lo fue. Catarata de hits, como diría Julio Ruiz, para una banda que siempre se critica y que puso patas arriba lo que The Hives ya había incendiado desde el principio con ‘Club Foot’ o ‘Where Did the Love Go?’ para abrir boca mientras desgranaban ‘Underdog’, ‘Shoot the Runner’ o su nuevo single ‘Velociraptor!’ para meterse el público en el bolsillo y no sacarlos para dejar escuchar ‘Vlad the Impaler’, ‘Stuntman’ o una inconmensurable ‘Fire’ que sirvió para cerrar el que fue el inesperado, por los prejuicios para muchos, concierto del festival.

En sentido contrario estuvieron tres bandas que llegaban con la vitola de dar espectáculo y quedaron en un “quiero y no puedo”. The Ting Tings saltaron antes de los de Leicester y pese a que Katie White desprende una sensualidad sin igual sobre el escenario, su directo, pese a que tuvo fogonazos como el despacho por la via rápida de ‘Great DJ’ y sus hits ‘That’s Not My Name’, ‘Shut Up and Let Me Go’ y una impresionante ‘Hands’ donde levantaron al personal, el resto se quedan algo lejos de lo que saben dar en disco. Suceso que comparten con The Sounds, una banda caracterizada por intentos de seducción de las kilométricas piernas de Maja Ivarsson donde cabría destacar que ‘Tony the Beat’ puso al público a sus pies pero que aparte de eso, poco que rascar.

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Algo que no debería importar cuando después actuó la, posiblemente, gran decepción del festival. Crystal Castles llegan con un espectáculo rompedor, entrega y fuerza, pero todo se quedó en lo que se puede resumir como timo musical. Puede que el modo que había de disfrutar de su concierto fuera ir como ellos, tirarse al suelo como hace Alice e intentar dejarse llevar por efectos psicotrópicos mientras la seguridad de la primera fila te empuja unos cuantos metros, porque sino, lo que hacen se queda en lo que sonó: ruido, voces a un micrófono descontrolado y donde solo podría salvarse ‘Not in Love’. Un cierre que no estuvo a la altura de por donde fue una segunda gran noche de festival.

En cuanto a apreciaciones generales, cabe destacar que eventos así son más que necesarios en una ciudad como Madrid con un gran lunar como la ausencia de festivales veraniegos de renombre. Un recinto bien preparado, comodidad y sobre todo, a título propio, un personal de servicio que estuvo a la altura que ya gustaría a muchos otros festivales. Esperemos solo sea el nacimiento de un evento que esperemos dure más de las ediciones pactadas y para el que siempre habrá una generación de masillas dispuestos a defender este bien común.

Sed Bienvenidos.

Fotos cedidas por la organización del Dcode a través de su web oficial.

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