God Is An Astronaut Madrid Cronica

La estratosfera no está tan lejos

El pasado martes los amantes del rock teníamos una cita ineludible en Madrid: God Is An Astronaut actuaban en la sala Copérnico para presentar Origins, su último disco, y de paso cogernos de la mano para dar un paseo por el espacio exterior. Bajo el manto de una noche veraniega en pleno otoño, los irlandeses demostraron por qué se han convertido en uno de los estandartes del post rock y una apuesta segura siempre que se suben a un escenario.

Para empezar a abrir boca Jardín de la Croix, que no es poco. Los madrileños - que también venían con un nuevo trabajo debajo del brazo, 187 Steps to cross the Universe - han sabido aprovechar sus primeros siete años de vida como grupo para conseguir un sonido propio y desgarrador. Una técnica brillante que crece exponencialmente gracias a la visible complicidad de sus componentes y que nos llevaba en volandas por los derroteros del rock progresivo en sus diferentes vertientes. 

Con la sala a reventar y sin apenas tiempo para pedir una cerveza, los hermanos Kinsella salieron a la palestra y empezó el espectáculo. El quinteto melenudo, antes trío, reverenció al público y se notaba que la gente tenía ganas de verles visto (y oído) el recibimiento que les dieron. Como sabemos todos, si el público está entregado y el grupo sale para dar el 110%, muy mal se tiene que dar la noche para que no sea brillante. Comunión total.

God Is An Astronaut comenzaron con Weightless y Transmissions, temas atmosféricos de su nuevo disco idóneo para crear el ambiente apropiado. Pero como se suele decir, después de la calma llega la tormenta, ¿o era al revés? Igual que los tópicos están para romperlos, God Is An Astronaut estaban para provocarnos a todos una torticolis aguda. Calistoga y la coreada Echoes pusieron a prueba las paredes del Copérnico y el público, sobre todo las primeras filas, comenzó a vislumbrar las estrellas del firmamento.

Repasando cada uno de los discos de su carrera gracias a escalas, distorsiones, la voz en segundo plano y una línea de bajo que hacía vibrar el suelo, les pone en el mismo escalón que Explosions In The Sky o Mogwai, aunque el punto diferenciador es cuando coquetean con el metal. Una invitación formal al pogo. 

Sin descanso siguieron con All Is Violent All Is Bright, Red Moon Lagoon y Suicide By Star. Cuando parecía que daban una pequeña tregua, ahí estaba The Last March. Palmas en alto, cuernos al techo y golpes de guitarra en el pecho hasta llegar al final, ese Route 666 que nadie quería que acabase. Buena señal.

Que un grupo seminstrumental consiga deslumbrar y mantener el listón tan alto durante todo un concierto es porque algo se está haciendo bien. Y God Is An Astronaut y los que allí estábamos, lo sabemos.

Foto tomada bajo lincencia CC de ElEnanoRabioso.com, en su artículo "God is an Astronaut, rock desde el corazón" realizada por Ignacio Sánchez

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