The Smashing Pumpkins
Oceania
[EMI; 2012]
7.4
Cuando uno piensa en The Smashing Pumpkins se le vienen a la cabeza aquellos “Siamese Dream”, el imprescindible doble álbum “Mellon Collie and the Infinite Sadness”, “Adore”, “Gish” y en menor medida “Machina”.
Billy Corgan y sus Pumpkins (porque son suyos) consiguieron formar una discografía imprescindible para toda la generación de los noventa que rugía con sus guitarras y nos emocionábamos con sus baladas, ahora cuando uno piensa en Billy Corgan se le viene irremediablemente a la cabeza ese grupo llamado “Zwan” o los últimos despropósitos discográficos de estos Smashing Pumpkins 2.0.
Este Oceania viene precedido de las aventuras de los 40 eps y unos discos infumables, pero parece que Corgan ha vuelto a encontrar el sitio, con una banda que nada tiene que ver con las original pero que sí que mantiene ese sonido tan peculiar de la banda de Chicago, podemos decir que Billy Corgan ha vuelto de una manera decente e incluso por momentos brillante.
Oceania, tal ave Fénix, nos devuelve parte de los mejores Pumpkins de los noventa, con un comienzo potentísimo con "Quasar" y "Panopticon", de guitarras afiladas y una voz sonando afinada y nítida arranca Oceania, aunque cuando comienza ese Flashback es con "The Celestials", primer single del disco, que cumple con todos los clichés de baladas clásicas de la banda, con la voz llorosa de Corgan y unos arreglos de cuerdas que ayudan a que el disco se empiece a hacer irremediablemente cuesta abajo..
Bjorn Thorsrud ha supervisado la producción, conocedor de lujo de la banda ya que produjo los mejores discos del pasado, pero esta vez no ha dejado de aportar sonidos y detalles que no hacen del disco un trabajo rancio, “My Love Is Winter” o la ochentera “One Diamond, One Heart” son buena muestra de ello, esta última con ese influencia que Bowie ejerció sobre el líder que plasmó en Madrid no hace mucho con la versión de “Space Oddity” del Duque.
Estos nuevos Smashing Pumpkins sirven de complemento perfecto para que haya lucimiento, de esas guitarras que te atrapan tal tela de araña, que se va haciendo más y más densa y no puedes salir, “The Chimera” con ese bajo “pelotero” golpeando hasta que acabas girando cabezazos mirando al suelo o los llantos de las guitarras al más puro estilo Keevin Shields en “Glissandra”.
Aunque si tenemos que destacar algo eso es “Oceania”, una composición donde Billy quiere demostrar que él hace lo que quiere, casi nueve minutos de composición que con el disco tan liviano que estaba quedando, a pesar de ser una gran canción, casa mal en la estructura del disco y sobre todo el cierre con “Wildflower”, precioso cierre de letra desesperante.
Un disco mejor de lo esperado, que nos muestra el nuevo camino de Smashing Pumpkins , un grupo que tendrá que lidiar con el peso de una discografía mayúscula y que vivirá con la comparación eterna, pero que con cosas como este Oceania daremos por buena la vuelta de Corgan a los ruedos, bravo!