BERLINALE 2019
SECCIÓN: OFICIAL A CONCURSO
TÍTULO: ICH WAR ZUMHAUSE, ABER (I WAS AT HOME, BUT…)
DIRECCIÓN: Angela Schanelec
GUIÓN: Angela Schanelec
INTÉRPRETES: Maren Eggert, JaKob Lassalle, Clara Moller, Franz Rogowsky
SINOPSIS: Después de haber desaparecido durante una semana, Phillip, el hijo de 13 años de Astrid, regresa sin decir una palabra. Tanto su madre como sus maestros sospechan que su desaparición puede estar relacionada con la pérdida de su padre. Sólo gradualmente la vida cotidiana puede volver a la normalidad. Astrid, ahora, se enfrenta a preguntas que brindan una perspectiva completamente nueva sobre su existencia de clase media y su carrera en el sector cultural de Berlín. Sus ideas sobre el arte también comienzan a cambiar. En casa, le resulta cada vez más difícil aceptar que su hijo está llevando su propia vida. Astrid es una ruina de nervios causada por la preocupación, la culpa y sus sentimientos de fracaso. Phillip y su hermana pequeña no se apartan de ella. La familia puede estar desintegrándose, pero solo para formarse de nuevo.
NOTA: 0
COMENTARIO CRÍTICO:
Éramos pocos y la tal Schanelec ha parido a la perdiz nacida para marearse. Una indescifrable reflexión sobre el luto familiar y sobre las heridas secretas, ocasionadas, tras la defunción de uno de los miembros de ese núcleo, en quienes le han sobrevivido. La realizadora germana dispone un dispositivo narrativo en modo alguno, clásico para significar retóricamente el carácter convulso, histérico e impredecible de la protagonista, la madre del adolescente que acaba de llegar al colegio tras estar una semana en paradero desconocido. Escenas ejecutadas al peñón del plano fijo, entendido este como corsé irrespirable. Pequeñas secuencias, autónomas que tratan de evidenciar el autismo aislante al que parece estar condenada la relación de los miembros de esta familia a la deriva. La incomunicación y el encerramiento le sirven a la autora, así lo desea e impone, de consabida coartada para jugar de forma abrumadoramente caprichosa y críptica a desestabilizar de modo continuado las expectativas del espectador. Estas serán minadas, una y otra vez, sin que emerja en la pantalla estrategia lógica alguna. La película va de profunda y se queda en la parrala, no. Va de retorcida y se inmola en tocomocho encantado de mirarse el ombligo muy despacio. Lenta como un Scalextric sin batería o como los reflejos del Franco que van exhumar, esta producción serbio/germana no es más prepotente porque no se entrena en casa de Jorge Vestrynge. Un ladrillo de buena mañana berlinalera, que ha caído tan bien como desayunarse unas tostadas de cementos La Unión. Ínfulas cultoraloides de magnitud Bigote Arrocet, el remate final es una escenificación de Hamlet tan ridícula y sobrantecomo unos gallumbos de los Pecos de talla grande.