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Berlinale 2019

Sección: Panorama

Título: Temblores

Año: 2019

Duración: 107 min.

País: Guatemala

Dirección: Jayro Bustamante

Guion: Jayro Bustamante

Música: Pascual Reyes

Fotografía: Luis Armando Arteaga

Reparto: María Telón,  Juan Pablo Olyslager,  Pedro Javier Silva Lira,  Diane Bathen, Mauricio Armas, Magnolia Morales

Cuando Pablo llega a la casa de su familia en las afueras de la ciudad de Guatemala, todos le están esperando horrorizados. Sus padres, su esposa, sus hermanos acaban de saber que se ha enamorado de otro hombre, Francisco. Al hacerlo, está cuestionando todos los valores por los cuales vive esta familia evangélica profundamente religiosa. A pesar de la demandante insistencia de sus familiares, Pablo se muda de hogar con Francisco, quien está estrechamente vinculado a la subcultura de la ciudad, llevando una existencia completamente diferente y liberada. Pablo pierde su antiguo hogar, pero de alguna manera nunca se asienta en el nuevo. Su deseo de unir los dos mundos resulta ser un callejón sin salida. Poniendo su fe antes que todo lo demás, sus parientes están convencidos de que Pablo puede ser "curado". Con la ayuda de su comunidad ultra-religiosa, la familia hace todo lo posible para que su hijo pródigo vuelva a encarrilarse, sin importarles el costo.

NOTA: 9

COMENTARIO CRÍTICO:Temblores 3

En la Berlinale 2015, IXCANUL ya anunciaba el la sólida pegada observativa de un joven debutante guatemalteco, que, con esa producción, se convertía en el primer cineasta de su país en competir en la Sección Oficial de un gran certamen cinematográfico. Su obra superaba con creces ese condicionante anecdótico, el mero exotismo de saberse obra condicionada por la modestia de su (fílmicamente) ignota procedencia de origen. Lejos de supeditarse a ese insólito condicionante, Jayro Bustamante, un joven cortometrajista formado en París y Roma, descerrajaba con IXCANUL una aguerrida lección de cine aferrado al profundo conocimiento del tema expuesto y, sobre todo, de cine pertrechado del andamiaje necesario para que ese meollo central explotara en la pantalla con toda su hondura dramática y toda su honestidad etnográfica, en ningún momento encuadrada en calidad de coartada única, sino como marco geográfico/sociológico indispensable de un entramado argumental específico allí inscrito.

Aquella trama sita en las tierras altas del oeste de Guatemala, protagonizada por vasallos agrícolas dedicados al cultivo del café,  pertenecientes a la etnia cachiquel, imponía dos fieros protocolos desde los cuales sabia conciliar sus osadas (y no pocas) ambiciones: por un lado, un guion prolijo en acontecimientos y apuntes observativos, siempre esgrimidos como apuntaladores de la milimétrica premura personal a la que era sometida la protagonista; por otro, una puesta en escena caracterizada por la densidad y la tensión analíticas de todas las situaciones expuestas.IMG 20190212 163846 HDR

Por fortuna, cuatro años después esa metodología se significa como la perfecta forma de proceder de un joven realizador con modos de gran cineasta. TEMBLORES, su segunda obra, se revela como un ejercicio de madurez expositiva simplemente impecable. Impecable y digno de la más entusiasta admiración por cuanto, además, nos topamos con un nuevo mazazo fílmico que en modo alguno opta por seguir las pautas temáticas ya compendiadas con magna solvencia en IXCANUL, sino que por el contrario parte de las antípodas a las, con tan febril acierto, convocadas en esta. Bustamante cambia el objetivo a acosar de forma abruptísima. Ya no se trata de una humilde asalariada maya que vive, de acuerdo con sus costumbres, en un recóndito paraje occidental del país centroamericano. TEMBLORES focaliza su interés en un rico asesor empresarial, que vive en el centro de la capital guatemalteca, rodeado de su aristócrata, adinerada, todopoderosa familia. El colectivo humano llamado a escena, insistimos, es radicalmente disímil. La persistencia en la implacabilidad de la indagación dirimida, pareja, casi se diría que inquietadamente superior.

El film comienza estimulando un aguerrido ejercicio de conflictos emocionales intramuros, ocasionados  por la  liberación sexual de su protagonista y los efectos secundarios de orden familiar y de status que esto conlleva en su alrededor más próximo. En ese sentido, sólo cabe calificar como soberbia la escena de arranque, toda vez que Pablo entra en la mansión.Temblores 4 En ella Bustamante emplaza a la perfección las coordenadas sociológicas dentro de las que va a moverse la trama del film: la suntuosidad de las estancias, la lóbrega viscosidad de la iluminación, las abrumadas reacciones de los distintos personajes, la callada fiereza de las miradas, la quietud expectante de la cámara, el enfrentamiento individuo díscolo frente al inquebrantable orden de apariencias establecido. Sin estridencias, de modo raudo y efectivo TEMBOLRES traza el plano del estruendo amortiguado dentro del que va a tener la contienda dramática medular: la familia y la inexpugnable magnitud de sus mandamientos morales; la libertad individual convertida en discordia señalada, encarecidamente obligada a renunciarse; cómo no, la homosexualidad, exhortada como tabú, disfunción, insanía, flagrante extravío de la corrección de clase, de la rectitud devota.

Con todo, el conflicto principal tarda en emerger. Con cauta pericia relatora, TEMBLORES va a ir escorando la narración no por el previsible conflicto dramático de índole sexual/individual al que apunta, sino que va a ir convirtiéndose en un preciso artefacto narrrativo obsesionado con la mostración del peso del avance del fundamentalismo religioso dentro de las sociedades hispanoamericanas: sus modos, métodos y estrategias de implantación y lucrativo asentamiento social. Concretamente en sus capas más altas. Obviamente, en las más adineradas.

El film se torna una suerte de fiero, sólido, perturbador, inclemente thriller religioso/familiar. Un guion simplemente mayúsculo revela la sobria dimensión de su noqueante pegada.  Este tiene la brillantez ( y el preclaro afán) de cercenar cualquier atisbo de maniqueísmo reductor, por causa de la perfecta disección del núcleo humano protagonista efectuada en la primera parte del film y de la potente documentación previa sobre este agrio meollo sociológico, de inquietante actualidad, que se intuye a la calculada y prolija acumulación de detalles expositivos. Jayro Bustamante, situándose a la altura de Richard Brooks, o de Pablo Larrain, somete toda su labor de puesta en escena a un solo imperativo: el de tratar que esa retorcida, oscura colmena de concienzudas inflexibilidades encuadradas quede expuesta con la más fecunda de las nitideces, con la más trémula de las perplejidades. TEMBLORES es la impagable consecuencia de ese logro. El contraplano familiar de la escena de cierre podría estar firmado por el mismísimo Visconti.

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