Arrugas Cartel 1

Título Original Arrugas

Año 2011

Duración 80min.

País España

Director  Ignacio Ferreras

Guión Ángel de la Cruz, Paco Roca, Ignacio Ferreras, Rosanna Cecchini (Cómic: Paco Roca)

Música Nani García

Fotografía Animación

Reparto Animación

Productora Perro Verde Films

Valoración 7

Recibamos una propuesta como ARRUGAS con el beneplácito que se merece su loable intentona. Pese a poseer numerosos profesionales especialistas trabajando en cinematografías lejanas a la nuestra, el cine de animación español cuenta con una exigua cantidad de producciones de este tipo en su haber. Escasos ejemplos, que no permiten que hablemos de una especialidad firmemente asentada desde un punto de vista meramente industrial.

Sin embargo, el afable saludo que le propinamos a ARRUGAS no se lo gana únicamente por el hecho de su existencia. Ni muchísimo menos. La bienvenida se la damos a un notable film de dibujos animados que, además, decide acometer su singladura en el terreno de la animación para adultos.

Lejos de adscribirse a la esperable temática infantil por la que suele transitar la mayoría de estrenos de esta exitosa tipología, la presente producción se atreve con un melodrama que indaga en un asunto tan grave como es la vejez y su acechante catálogo de decrepitudes. La cruda indignidad del ocaso, cuando éste sólo depara abandono, soledad y sufrimiento.

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Tras colaborar en un buen número de producciones audiovisuales, entre las que destaca su inclusión en el departamento de arte encargado de la magnífica EL ILUSIONISTA, Ignacio Ferreras debuta en la dirección situándose al frente de un proyecto muy particular: la adaptación homónima al cine de uno de obras gráficas más importantes de Paco Roca, el excelente creador de comics valenciano, Premio Nacional de Cómic 2008.

ARRUGAS narra la llegada Emilio a una residencia de ancianos. Emilio es un director de banco jubilado, al que está llamando a la puerta el fantasma del Alzheimer. Su único hijo se niega a seguir cuidándolo y por eso decide internarlo en un centro para mayores. Allí le caerá en suerte, como compañero de habitación, un argentino extrovertido y caradura llamado Miguel.

El film se centrará en la convivencia de estos dos personajes: en el nacimiento de una sincera amistad y en los esfuerzos por parte de ambos por ocultar la evidencia del avance del mal que, inexorablemente, se apodera de Emilio.

El film es un admirable ejercicio de contención dramática y de dureza contemplativa. Ferreras acierta al hacer confluir sin altibajos, entremezclándolas con desparpajo nunca altisonante, las dos líneas narrativo-emocionales que se van dirimiendo. Una, que proporciona los momentos cómicos del film: las triquiñuelas desvergonzadas de Miguel con el resto de ancianos); y otra, la que acude a describir los aspectos más severos de la historia: la vida en el interior de la residencia y los efectos del Alzheimer que consume a Emilio.

Lo asombroso en ARRUGAS es que el hecho de ser un film de animación no hace que mengüe la contundencia de su poderoso mensaje. La ternura evidente que Ferreras inyecta en su contemplación no reduce un ápice la dureza inherente al desarrollo argumental de los hechos contados.

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El aprovechamiento del espacio, a tal efecto, es muy notable: la lucha de los dos protagonistas por retrasar el traslado a una segunda planta en la que están los enfermos desahuciados refleja, poderosamente, esa pugna de los dos protagonistas por aferrarse a una dignidad que les está despidiendo.

Los planos que incorporan el hueco de la escalera que sube hasta allí sirven para hacer intuir el pánico consciente de quienes hacen su vida por la primera planta. La frontera entre el desahucio definitivo y la propia autonomía la marca esa escalera, cuyos escalones nadie quiere llegar a pisar.

La visión entre cómica y descarnada de las distintas estancias de la residencia, repletas de ancianos durmiendo, podría servir como elemento significativo de la intencionalidad global de la obra.

La bimensionalidad utilizada en la animación acumula con cercanía la sensación fría, impersonal, poco acogedora de pasillos, habitaciones y demás perspectivas de interior: esa plomiza neutralidad de lo que no es hogar particular, mimado. Viene a refrendarse que allí viven seres humanos arrancados de un domicilio propio, ocupando una habitación que no les pertenece y que será habitada por otra persona tras su defunción.

Lo mismo cabría decir de la singularidad que supone la escenificación de las fantasías que viven los internos con la enfermedad mental más agudizada, o las impuestas el recuerdo de Emilio. Especialmente logradas resultan tanto la que se desarrolla en la secuencia de apertura (Emilio en su despacho bancario), como la que irrumpe a su entrada en la residencia (haciendo un paralelismo estremecedor con la entrada en la clase de escuela de su infancia).

En definitiva, un largometraje sensible, conmovedor, honesto y riguroso. Una modesta delicadeza que, por ahora, es lo mejor que ha exhibido el cine español este año.

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