The Turin Horse Cartel

Título A Torinói ló (The Turin Horse)

Año 2011

Duración 146 min.

País Hungría

Director Béla Tarr, Ágnes Hranitzky

Guión Béla Tarr, László Krasznahorkai

Música Mihály Vig

Fotografía Fred Kelemen

Reparto Volker Spengler, Erika Bók, János Derzsi, Mihály Kormos

Productora Coproducción Hungria-Francia-Alemania-Suiza

Valoración 9

Ha tardado un año en estrenarse desde que el año pasado fuera contemplada por primera vez en la Berlinale 2011. Adelantamos aquí que se trata de una obra de apabullante calado intelectual: cine de voluntad francotiradora sin concesión alguna. Una durísima muestra de hondura existencialista, sólo al alcance de uno de los cineastas más herméticos del cine contemporáneo.

El cineasta húngaro Bela Tarr volvía, pues,  a incidir en su radicalidad autoral. THE TORINO HORSE supone el reencuentro con uno de los manantiales creativos,  en los que se colma de contenido el milagrosamente vivo cine de autor europeo. 

THE-TURIN-HORSE-1ª

De entre todos ellos, el cauce definido por el descriptivo espesor esencial que éste privilegia, puede que sea, junto con el del también imprescindible Alexander Sokurov, uno de los pocos en los que yaceamarrada una concepción del arte cinematográfico más férreamente  atrincherada en el convencimiento de la imagen atemporalmente pura y duradera.

Nos hallamos ante cineastas incombustibles a su única forma de entender el alumbramiento de ésta. El alumbramiento reposado, limpio y cruel de toda imagen organizada por su discurso fílmico y, de resultas,  generada  dentro de la exigencia conceptual que delimitan los márgenes de cada plano empleado por su voluntad significadora.

De ahí que cada encuadre genere un tiempo, que no brota del relato, sino que  estimula la paciencia mediante de ese calculado encuadre. Y tras él, la lejana  pureza de una imagen que sobrepasa su iconicidad para hacer germinar una tupida conciencia. THE TORINO HORSE viene a postularse como una rigurosa, concentrada y clemente aportación de esta nítida conciencia ensayística.

La película comienza haciendo mención, mediante una rocosa voz en off, al famoso episodio turinés que condicionó los años finales de la vida del gran filósofo alemán F. W. Nietzsche. Se dice que durante uno de sus paseos diarios por la Vía San Carlo de Turín, el pensador, que ya había empezado a dar muestras de una cierta enajenación, se detuvo horrorizado ante el espectáculo que estaba teniendo lugar ante sus ojos: el conductor de un carruaje estaba fustigando violentamente al caballo conductor del vehículo, porque no quería seguir la marcha.

THE-TURIN-HORSE-2ª

El autor de ASÍ HABLÓ ZARATUSTRA corrió a abrazarse al cuello del animal y, a continuación, le pidió perdón en nombre de la brutalidad humana. Todas las biografías habidas sobre él, coinciden en apuntar a éste hecho como el punto desencadenador, externo, de la  enfermedad mental de la que ya nunca logró recobrarse.

Concluida la narración de los hechos, Bela Tarr desliza el devenir de su mostración hacia la figura de un caballo que, esforzadamente, mientras azota una contundente tormenta de viento, transporta un carruaje cuyas riendas gobierna un anciano. Del episodio turinés ya no volvemos a saber nada.

La película principia en él, pero lo abandona de inmediato a la cuneta de un sucinto devenir de acontecimientos, todos ellos fundamentados en la sigilosa interactuación de cinco únicos componentes escénicos: el hombre, el caballo, el hogar al que  se encaminan,   la hija del primero,  y la adversidad  metereológica, que ya no dejará  de imponer su abrumadora severidad externa y tiránica.

THE TURIN HORSE se sustancia en la iterada rutina existencial definida por la confrontación de los tres integrantes vivos contra la crudeza destemplada que oprime la imposición de los otros dos. El autor de THE MAN FROM LONDON no imbrica ningún otro integrante sorpresivo mientras dura el tiempo de su áspera y bella exposición. 

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Sólo se vale de la armoniosa, cruenta acumulación de habitualidades que van a describir los dos personajes centrales, durante las seis jornadas que precisa la demarcación temporal por la que aquellas transcurren.

El espectador asiste a una constante repetición de acciones: al cómo la hija viste al padre, a cómo ésta  prepara una patata hervida para cada uno, a cómo se la comen con las manos, a cómo ella recoge los platos de madera, a cómo, mientras no cesa de arreciar el vendaval omnipresente,  también va a sacar agua al pozo que hay frente a la puerta de la humildísima morada, a cómo cuida al animal en su semiderruido establo… 

Una y otra vez el mismo encadenado de rituales cotidianos, deambulados resignadamente  por  dos seres condenados a asumir la sentencia inmisericorde de una  soledad primitivamente sepulcral. THE TORINO HORSE, mediante esa estrategia urdida a base de repeticiones inaplazables, desvela unavirulento discurso determinista, en el que el elemento humano queda definido como figura patéticamente abnegada a la furia de un destino del que le resulta imposible escapar.

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La última creación del autor de esa obra maestra absoluta llamada LAS ARMONÍAS WERCKMEISTER golpea la retina del espectador mediante la hermosura torturada de unas abismadas imágenes en blanco y negro. El blanco y negro de Bela Tarr resulta una invocación nihilista y aglomerada a la textura primigenia de los creadores del lenguaje cinematográfico.

 El blanco y negro primitivo adquiere, aquí, remota  densidad violenta de mortaja, de fatalidad en vida esclava y mísera, de oprobio secularmente asumido por los desfavorecidos y los habitantes del margen. La historia de la existencia humana emergida en los rescoldos expulsados de este hombre viejo y cansado, esta mujer esclava, y un caballo que no quiere comer.

La imagen de la hija mirando, sentada, dentro de la casa, a través de una ventana sobre la que golpe con fuerza indesmayable el viento  exterior y las hojas por el levantadas, resume implacablemente el luctuoso pesimismo desde el que está observado el lentísimo transcurrir de imágenes y planos.  Lo lúgubre se apodera de esa mirada oteadora de un inmenso horizonte despoblado y resentido. La mujer, su esfuerzo,  y como recompensa la nada.

Bela Tarr, o la implacable serenidad de lo oscuro hecho proeza fílmica.

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