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Título: Terraferma

Año 2011

Duración 88 min.

País Italia

Director Emanuele Crialese

Guión Emanuele Crialese, Vittorio Moroni

Música Franco Piersanti

Fotografía Fabio Cianchetti

Reparto Filippo Pucillo, Donatella Finocchiaro, Giuseppe Fiorello, Claudio Santamaria, Francesco Casisa, Martina Codescasa, Mimmo Cuticchio, Titti

Productora Coproducción Italia-Francia; Cattleya

Valoración 5.5

Cerca de Sicilia, en una pequeña isla italiana vive el joven Filippo. Filippo pertenece a una humilde familia de pescadores, a quienes la vida, económicamente, va tratando cada vez peor. El joven mantiene intactas las ansias de continuar el oficio de su abuelo a bordo de su vieja barcaza pesquera, un vetusto bajel al que el óxido acumulado en su motor comienza a jugarle alguna que otra mala pasada.

En la isla, sin embargo, las cosas parecen irle mejor a quienes han decidido cambiar su forma de vida y aprovechar el filón de un incipiente turismo, que está haciendo llegar hasta la isla a un buen número de posibles clientes. TERRAFERMA narra las imprevistas vicisitudes que acaecerán a  la familia de Filippo, cuando, ocultándolos,  a quienes deban abrir las puertas de su hogar sea a una familia de emigrantes africanos, llegados hasta allí en patera.

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Con estos mimbres de clara connotación social, Emanuele Crialese pretende trazar un pequeño fresco humano, en el que se entrecruzan temáticas tan convulsas como el abandono de las viejas tradiciones en aras de un presunto beneficio cabalgado a los lomos de unos nuevos tiempos, como el enquistado problema de la inmigración ilegal que llega a Europa desde una África que no cesa de enviar de forma vejatoria a seres humanos expuestos a una muerte casi segura, o como el reto personal de alguien que debe decidir entre el peso familiar o las inquietudes propias de una sociedad que está mutando a distinto.

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En ese sentido, cabe decir que el film impone una honestidad absoluta en el acercamiento a esta compleja maraña de intereses. Crialese opta, acertadamente, por dirimir una observación naturalista, muy creíble siempre, en la que los distintos personajes hallan el hueco requerido a sus variadas postulaciones. Las bellas imágenes del film transmiten en todo momento conocimiento y fidelidad a los problemas que plantea el fluido de los acontecimientos. El realizador hace que su cámara sepa colocar al entorno a la altura de la cotidianeidad de sus personajes. El paisajismo, la luminosidad, el calor estival nunca son postaleros  o embellecedores postizos, sino que abundan en la credibilidad con la que está capturado el enclave. 

Ahora bien, pese a los notables y evidentes esfuerzos por parte del realizador para conseguir que su obra no caiga en la denuncia fácil  o en un casposo costumbrismo observador, TERRAFERMA acaba sucumbiendo a un inmoderado buenismo narrativo que imposibilita la hondura reclamada por este tipo de ejercicios. A la película de Crialese le viene muy grande  la suma de presupuestos desde la que parte. El peso de sus anhelos desborda al exiguo fuste de su dispositivo.  Es, claramente, uno de esos films en los que la nobleza de la intención está exhibida con demasiada licencia. La sencillez de su planteamiento  y de su desarrollo no es capaz de imprimir la hondura y la eficacia que debieren forjarse.

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El exceso de posibilidades hace que muchas de ellas aparezcan en pantalla en calidad de apunte escasamente aprovechado. Así, por ejemplo, tenemos el nulo juego que se le permite al grupo de turistas alojados en casa de la madre de Filippo, o la superficialidad con la que está expuesto el dilema tradición/modernidad, haciendo que un personaje tan apasionante y rico como el del abuelo choque contra un monolitismo demasiado forzado. Lo mismo cabría decir de la trama que dispone la familia de africanos oculta: un asunto de tan grave alcance está desarrollado aduciendo demasiados trompicones compasivos, algunos de ellos difícilmente explicables.

Además, Crialese se muestra como un realizador excesivamente agarrotado. Todo el mimo que dirime su trabajo en cuanto a la captura de la influencia del ámbito geográfico en el que se desenvuelven los personajes no halla su correlato en la observación de las reacciones de éstos. A TERRAFERMA le sobran intenciones y le falta garra, contundencia, arrojo escénico de interiores y rostros. Escenas como la del paseo de Nino por la calle llena de pescado tirado en el suelo debieren asumir una intensidad que sólo cuaja en contados momentos (las imágenes marinas de apertura, esa barcaza llena de turistas saltando al mar, que los sanciona como presas apetecibles, en contraposición al desahucio y a la inclemencia funesta con la que se “agracia” a los inmigrantes).

TERRAFERMA es un film pequeño, que únicamente a ráfagas alcanza la eficacia de los objetivos que se plantea mostrar.

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