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Título: Rock of Ages

Año 2012

Duración 123 min.

País USA

Director Adam Shankman

Guión Justin Theroux, Chris D'Arienzo, Michael Arndt, Allan Loeb, Jordan Roberts

Música  Varios

Fotografía Bojan Bazelli

Reparto Tom Cruise, Julianne Hough, Diego Boneta, Russell Brand, Paul Giamatti, Catherine Zeta-Jones, Malin Akerman, Mary J. Blige, Alec Baldwin

Productora Offspring Entertainment / Corner Store Entertainment / Maguire Entertainment

Valoración 0 

Catalogar de musical a éste cúmulo de basura canturrera, filmada con el agujero del cuerpo humano que canta sin cuerdas vocales, es como decir que la esencia del baile del mítico e inigualable  Fred Asteire permanece intacta en las pantuflas destalonadas de Falete. Quien esto escribe asegura que muy pocas veces, en los últimos tiempos, ha pasado  vergüenza ajena tan ominosa y laxante como la acontecida durante el visionado de esta mugre hortera, imbécil y más melosona que un tampón de palomitas dulces o, lo viene a ser prácticamente lo mismo, cualquier cosita salida de la cavidad canora superior de Laura Pausini.

Adaptación cinematográfica de un exitoso musical de Broadway, ROCK OF AGES viene a narrar las curiosas andanzas de una rubita de Tusla, que llega a Los Angeles a triunfar en el mundo de la música. Sherrie, así se llama esta Shakira pepona, quiere ser cantante, pero su llegada a la ciudad no le pone nada fácil ese empeño. Nada más llegar le roban su colección de discos de vinilo. Sin embargo, quiere el destino que en ese momento se entrecruce en su camino, Drew, un sosito Bustamante sangrante de Minnesota de la Barquera, que trabaja en uno de los locales musicales punteros de la ciudad. Drew coloca allí a Sherrie y, a partir de eses momento, para desgracia suya, el colocado a su pesar es el sufrido espectador de la vergonzante churritanga de chabacanería cinematográfica.

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Dirige la churritanga un tal Adam Shankman: tras ser testigos de la ramplona estulticia, al tal Shankman le deseamos una exitosa carrera como felpudo en la casa de la madre que lo parió. Se merece que lo taconee hasta la santa mujer que lo trajo al mundo. Pocas veces, el cine comercial más reciente ha exhibido un diseño de producción tan desaborido, pacato y grotesco: quizás, puede que sólo haya llegado tan lejos el maquillador personal de Karmele Marchante. Demostrador de un nulo conocimiento escenográfico, el sentido del montaje –tan importante en un film de estas caracerísticas- debió de aprenderlo leyendo la biografía del tataranieto carnicero de Jack, el Destripador, porque, visto lo visto, es de suponer que en la mesa de trabajo se ha manejado con un cuchillo deshuesador de terneras con la recentalidad en el olvido. El film, visualmente, es más plano que un encefalograma de Atapuerca. 

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Las burdas, anoréxicas, cojas coreografías parecen estar concebidas por un robot de cocina Thermomix desobediente: no hay ningún afán por extraer armonía de conjunto, brilla por su ausencia cualquier atisbo de belleza escénica, sólo impera la ley del contador de planos triturados, uno tras otro, sin orden ni concierto, haciendo imposible que se cuadre un solo movimiento de cámara con la posición de los bailarines en el plano. Esto es como querer hacer una tortilla de patata, sin juntar el huevo, la sal, el aceite, la sartén y la patata: pues que te comes una tortilla federal de mierda. ROCK OF AGES es una coreografía, igual que El Algarrobo de Curro Jiménez era Rudolf Nureyev. Es un film de concepción Chiquilicuatre, realizado con prontitud Coyote Dax y hecho fluir con complejidad Pajaritos por aquí, Pajaritos por AllÁ, tu colita has de mover… Chup, Chup, Chup, Chup.

Con todo, lo peor no es la visualidad del chocarrero conjunto. Aquí lo más nauseabundo, lo que le hace a uno meterse las tenazas hasta el píloro es el guión. La historia no es que sea tópica, resabida, insufrible, simple, mema y digna de ser enviada a mamar… Es que es, literalmente, el bochornazo, la majadería bobalicona más ñoña de la década, con perdón de MAMMA MÍA!, BURLESQUE,  La Oreja de Van Gogh y las posibles memorias de Ella Baila Sola. No se ha hecho ningún esfuerzo por adaptar a verosímil fílmico el libreto del espectáculo teatral desde el que se parte, dejando que campe por sus fueros el más absoluto, nefasto y baboso de los designios, convirtiendo a los personajes en caducadas gominolas de perejil, y al desarrollo de la historia en el oculista de Leticia Sabater.

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Consecuentemente, el grupeto actoral contratado naufraga afrentosamente en medio de este buque corporal marrón, a la deriva del agujero del váter. Están todos para que los contraten en un anuncio de insecticidas, pues la interpretación, en su globalidad, no puede ser más cucarachera.  Los dos virginales protagonistas parecen Los Pimpinelos evocando  los tiempos en los que Romina se estremecía por su Albano, Alec Baldwin vuelve a ser víctima de su inexpresiva papada, Catherine Zeta Jones tiene que hacer de lideresa rancia, mojigata y ultra, y le sale una Ana Botella de Cine de Barrio Salamanca y, -¡oh, milagro-, Paul Giamatti consigue por primera vez en su vida que le deseemos que cambie de representante. De Russel Brand no se opina, porque este será actor, cuando a quien esto escribe dejen de gustarle las albóndigas (y ya les digo yo que aunque sea por gotero).

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Nadie da con el gesto, pero, sin embargo, hay uno que consigue ensombrecerlos a todos, porque lo da pasado de rosca, obligo, pelaje y tinte: Tom Cruise brinda un sonoro recital de lo que podemos catalogar como interpretación pedrada o interpretación afrenta: su Stacee Jaxx se quiere caricatura evocadora de John Bon Jovi y lo que le sale es una mezcla estupefaciente entre Mario Vaquerizo y Pocholo. No sabemos si actúa, o está en trance cienciológico, o, lo que es peor, está recordando el momento en el que Penélope Cruz le presentó a su hermana.

Bastarda evocación del ochenterismo estético y musical, dantesco espectáculo de fotonovela para adictos/as a la permanente, ROCK OF AGES se confirma como una chusca pesadilla cinematográfica, digna de que le toque a quienes la han gestado pena de escucha en radiocasette, durante 200 años, de aquel terror de los tímpanos llamado “The Final Countdown”, de los nefandos Europe. Y a Tom Cruise, lo mismo, pero con el “Don Diablo”, de Miguelito Bosé. Sólo cabe esperar que a Amenazar no le de por abordar la biografía de los Pecos.

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