Adios Pequena Adios Cartel

Título: Gone Baby Gone

Año 2007

Duración 114 min.

País USA

Director Ben Affleck

Guión Ben Affleck, Aaron Stockard (Novela: Dennis Lehane)

Música Harry Gregson-Williams

Fotografía John Toll

Reparto Casey Affleck, Michelle Monaghan, Morgan Freeman, Ed Harris, Amy Ryan, Karen Ahern, Carla Antonino, John Ashton, Amy Madigan, Edi Gathegi, Titus Welliver

Productora Miramax Films / The Ladd Company / LivePlanet

Valoración 9

Acaba de ser estrenada ARGO, el tercer largometraje dirigido por el actor Ben Affleck.  A falta de poder ser visionada, los comentarios de la crítica especializada al último Festival de Cine de Venecia, lugar en el que tuvo lugar la “premiere” de su estreno internacional, permiten albergar sobre ella la mejor de las expectativas. Por lo tanto, cabe afirmar ya que el famoso intérprete, sin hacer demasiado revuelo, se ha convertido en un prestigioso realizador de cine, cuya notabilísima trayectoria empezó en el año 2007 de la mano de ADIOS , PEQUEÑA, ADIÓS, y continuó tres años más tarde con la estimable THE TOWN (CIUDAD DE LADRONES).  El estreno de ARGO se antoja una buena excusa para volver sobre esa espeluznante experiencia cinematográfica que resultó ser la primera.

 Resulta sumamente gozoso deleitarse en la contemplación de una ópera prima que revela, de modo tan palmario, la incorporación a la cinematografía contemporánea de un cineasta dotado de una solidez narrativa tan imponente como la que ostenta el afamado actor protagonista de HOLLYWOODLAND.  Affleck, para su primer ejercicio tras la cámara, no se atrincheró en la salvaguarda protectora del inmediato recurso al relato de corte autobiográfico, personal, cercano y cómodo. Tampoco cedió al ímpetu, muchas veces pernicioso, de condensar en él un compendio de las inclinaciones y preferencias autorales que, las más de las veces, condena a esa carta de presentación fílmica a la más vacua de las pretenciosidades. 

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La grandeza de aquel principiante de inexpresividad contrastada no estribó en el cacareo de una obsesión irrefrenable o de un universo con veleidades ignotas, sino en la seriedad penetrante con la que supo confeccionar  un clasicismo certero, perspicaz y cenagoso. Affleck impone una narratividad adusta e invulnerable,  que no sucumbe a los riesgos de un relato para nada dócil, pero que sabe amarrar en todo momento demostrando un sentido del control sencillamente prodigioso.

ADIÓS, PEQUEÑA, ADIÓS  nos propone una historia de omnipresente carácter policiáco, que, deslizándose lóbregamente, concluye precipitada con hondura en drama violento y desalentado.  La extraña  desaparición de una niña de cuatro años es la excusa generadora de todo un cúmulo de acontecimientos que tienen como elemento aclarador la investigación que, sobre tal caso, llevan a cabo una pareja de detectives privados contratada por los tíos de la menor desaparecida. 

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El afán indagatorio que impele la convocatoria de dos personajes de esta naturaleza policiaca impone un acercamiento esclarecedor que Affleck utiliza para inyectar una tonalidad áspera, destemplada, nunca reverente al marco espacial y humano que delimita el ámbito de la pesquisa. Se aprovecha al máximo  un factor crucial en el desarrollo de la trama investigativa: el hecho de que el detective protagonista (un Cassey Affleck sencillamente inmenso) conozca, en calidad de antiguo vecino, el barrio en el que transcurre gran parte de  la acción del filme. 

Su posicionamiento no es el de un intruso, sino el de un regresado que se vale de su propia experiencia para acometer con diligencia y prontitud el caso. Affleck exprime la desenvoltura insolente que caracteriza  a su personaje principal,  para, mediante ella, ofrecernos no solo una  visión ruda y descarnada de las entrañas de esa barriada sita en la ciudad de Boston, sino también un durísimo retrato del paisaje humano que la habita: ese distrito sacudido por la repercusión mediática que irrumpe en él  a la caza del espectáculo sensacionalista sobrevenido; la brutalidad indecente, vulgar  y desahuciada con la que se configura a la madre de la niña (impresionante Amy Ryan); los antros en los que se internan para recabar información ; o la acritud altisonante y pugnativa con la que se despacha la relación entre los miembros de la familia,  van conformando un fresco colectivo urbano ciertamente desesperanzado, infecto, pesimista.

 Además de suceso de partida, este caso de la pequeña desaparecida se constituye como síntoma de un malestar colectivo, que este sucedido permite vislumbrar. El paradero incógnito de esa niña rubia se instaura en el relato como  presagio hosco de una realidad oculta que queda señalada con su repentina ausencia. ADIÓS, PEQUEÑA, ADIÓS descarga su firmeza en ese ahondamiento por los entresijos indebidos y lúgubres de esa suburbio bostoniano. El director, sabedor de la dimensión consternada y ardua de su propuesta, orienta su cometido en la labor nada simple de intentar amarrar la extensión escalofriante en la que ésta se va adentrando de manera inexorable. 

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Affleck logra imponerse con suficiencia aplomada de veterano en estas lides a la potencialidad inmunda de este relato de corte criminal que, poco a poco, a medida que van desvelándose las claves de su sucio misterio, decide desplazarse hacia otro tipo de recovecos: lo que comienza siendo un film empeñado excelentemente en un rastreo policial  concluye convertido en virulenta reflexión moral. Tras la terrible escena en el interior de la casa de la familia de psicópatas, ADIÓS, PEQUEÑA, ADIÓS inicia un periplo de índole diametralmente opuesta a la desarrollada hasta ese momento. 

Desde esa inmersión entre sabandijas que va siendo desmantelada por el protagonista, accedemos al espacio estrechado, sacudido, reclamado de su propia conciencia. El joven detective, concluida la indagación, deberá hacer frente al dilema que le sobreviene al esclarecerlo. La verdad como conveniencia o la conveniencia como única verdad; la realidad como solución, la solución como pacto. Y, finalmente, la ética. Y después de la ética, la calamidad de llevarla hasta sus últimas consecuencias: la pequeña de nuevo sentada en el lugar del que nunca debió salir, pero al que seguramente jamás hubiera debido volver. ADIÓS, PEQUEÑA, ADIÓS concluye solucionada, mas también rota, amargada, angustiosa. No hay arreglo posible, cuando la conciencia es una habitación vacía con dos seres dentro abandonados. Uno por su bellaca madre; otro a la incertidumbre cariacontecida de quien empieza a sentir el dolor del arrepentimiento.

Resulta obvio decirlo a estas alturas, pero cuántas ganas tenemos de ver ARGO. 

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