El Viaje De Bettie 1

Título original: Elle s'en va

Año: 2013

Duración: 116 min.

País: Francia

Director: Emmanuelle Bercot

Guión: Emmanuelle Bercot, Jérôme Tonnerre

Fotografía: Guillaume Schiffman

Reparto: Catherine Deneuve, Nemo Schiffman, Gérard Garouste, Camille, Claude Gensac, Paul Hamy, Mylène Demongeot, Hafsia Herzi

Productora: Fidélité Productions / Rhône-Alpes Cinéma

Digno film francés el que nos propone la realizadora Emmanuelle Bercot de la mano del rostro incombustiblemente magnético de la gran Catherine Deneuve. EL VIAJE DE BETTIE procura uno de esos aceptables ejercicios a los que, en principio,  pudiera suponerse una trillada propuesta dramática, que logra ser trascendido gracias a la prontitud específica que la realización impone para concretarlo, que también evitan  la caída en el latoso lugar común, pero que no van más allá de la mera acatación de estas  sustracciones.

La película nos presenta a la propietaria de un restaurante sito en la campestre Bretaña francesa. La primera escena del film, tras los créditos –que se presentan superpuestos a un plano de espaldas de su figura paseando por la playa-, nos pone sobre aviso sobre la presión que su trabajo ejerce sobre ella.

Bettie es una mujer madura, viuda, madre de una hija con la que tiene poca y mala relación, que, además, comparte su vida laboral y cotidiana en su vivienda particular junto a su madre. El cúmulo de atenciones, órdenes y requerimientos a los que le obliga su trabajo es enorme: todo gira alrededor de ella.

El acicate catalizador del meollo narrativo de EL VIAJE DE BETTIE lo conforma la inesperada huida que Bettie emprende de súbito, sin explicación alguna, en plena vorágine de mediodía con el restaurante lleno. Una fuga sin causa concreta, impensada, a bote pronto, exigida por la necesidad de una escapada, un alejamiento de ese universo personal en el que ella ya no puede soportar la responsabilidad de ser el epicentro.

El-viaje-de-Bettie-2Bettie coge su coche y, pasmosamente, la primera urgencia a la que presta desesperada atención será la de encontrar a alguien que le preste un cigarrillo. Es un ser humano arrollado por una repentina ansiedad que ella misma no sabe controlar, pero que no tiene más remedio que escuchar huyendo.

Bercot , desde el primer momento –la efectividad realista de la escena en el restaurante ya nos pone sobre aviso-, estimula una serie de precauciones escénicas que evitarán que el relato y su puesta en imágenes intenten no caer en los peligros saturantes del prototípico relato de mujer-madura-harta-de- su vida.

La primera de ellas el acercamiento sincero, respirable, concreto y apurador de especificidades personales que se hace sobre el personaje de Bettie (una inconmensurablemente natural, serena y personalísima Cateherine Deneuve). La cámara la arropa y la radiografía al mismo tiempo: en su relación con el resto de sus personajes se revela una arista distinta.

Y, en segundo lugar, el posicionamiento evasiva, ligera y frescamente naturalista, evitador de ornamentos formales postizos que dirime una puesta en escena muy bien dirigida a que los planos capturen la pertenencia de los personajes al entorno geográfico que transitan. La observación de las acciones logra hacer de la bonhomía del paisaje bretón un elemento significador de las tesituras de la narración.el-viaje-de-bettie-3

Escenas tan notables como la descacharrante que tiene lugar en la casa del anciano que le invita a Bettie a tabaco, como la de la persecución de ésta tras su nieto, como la del encuentro de antiguas mises o la de la comida final tratan de intensificar  la sinceridad de un film tan amable como aviesamente humano que, por desgracia, conforme transcurre su metraje, deja en evidencia cierta incapacidad de su directora para tratar de complejizar la peripecia central del film.

El problema principal del EL VIAJE DE BETTIE es la falta de arrojo narrativo con la que la realizadora trata un guión que, además titubea en demasía. El recorrido sin rumbo fijo de la protagonista está incorporado con una vacilación excesiva. Da la impresión de que Bercot se conforma con plegarse a la situación de involucrar a la gran dama de la interpretación francesa en un papel alejado a la estilización dramática a la que aquella nos tiene acostumbrados.  La película acusa falta de ambición y de voluntad de trascendencia. Ya dijimos al principio del escrito que nos hallábamos ante un film digno. Esa es la diferencia entre la cumplida dignidad y la concreción de la excelencia.

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