Dirección: Pedro Almodóvar
Nota: 3.5
Comentario crítico:
La realidad no casa con Almodóvar. No combina. No se involucra. La gélida estilización de su puesta en escena la exilia. Se repelen como caldo de hueso de jamón en frasco de perfume francés.
Si la sonrojante citación a la ley de Memoria Histórica en el final de su muy deficiente MADRES PARALELAS no bastase para escarmentar sobre el propósito de auspiciarse como cineasta preocupado por reclamar para su geografía creativa una voluntad social o denunciativa, la presente LA HABITACIÓN DE AL LADO viene a refrendar que la tentación de adornar su trayectoria con fogonazos propios del cine de, por ejemplo, Ken Loach es tan acertada como la de utilizar Chanel Num. 5 para hacer un cocido madrileño.
El nuevo film del autor de LA FLOR DE MI SECRETO descalabra sus vastas posibilidades debido a ese empecinamiento, clásico en el manchego, en imponer caprichos argumentales al eje central del entramado relatador sobre el que la obra gravita. La arbitrariedad como antojo superlativo, como accesorio chusco.
En una historia condenada a la angustiosa radiografía luctuosa, íntima, claustrofóbica, pactada y liberadora de dos mujeres empeñadas en la eutanasia planificada por una de ellas para su propia existencia, causa estupor el cúmulo de vericuetos fastidiadores que el guión impone no sabemos en calidad de qué premisa o intencionalidad.
La elegancia, la concentración y el detallismo cómplice y pudoroso con el que el creador de VOLVER sabe estar a la altura del prodigio dramático regalado por el duelo interpretativo de Tilda Swinton y Julianne Moore en todas las escenas en las que la cámara se dedica a indagarlas, a escrutar en el tormento y el acatamiento de un ocaso zanjado desde la razón, pierden cadencia, temperatura y entereza cuando la trama medular es rasgada por la impertinencia de unas irrupciones argumentales del todo oprobiosas.
Todos los flash-back confesores de determinados pasajes de la vida pretérita de la experiodista, escenas del presente como la del gimnasio, personajes como el de Turturro o el comisario ultraconservador, y resoluciones como la otorgada al conflicto materno-filial devienen en azorantes flecos tóxicos. Las menciones, entre otros temas, al conflicto de Irak o al pánico por el avance del pensamiento trumpista no superan la patética condición de despropósito en busca de calzador.
Semejante confluencia de desestabilizaciones procura a la perseguida armonización de cautelas y desesperaciones simuladas la triste condición de drama con precipicio enano, de drama de escaparate en milla de oro, de drama de mesa camilla con brasero sin encender.