AWIAL M

Dirección: Payal Kapadia

Nota: 8.5

Comentario crítico:

Desde los suburbios hasta la mirada de una mujer resignada a una entrecortada tristeza . Desde el extrarradio hasta el nerviosismo renovador de una mujer que ama en secreto. Desde la penuria a la intemperie hasta una mujer que comienza a tener claro que su existencia ha de mudarse lejos de la gran ciudad en la que las tres viven. Desde afuera hacia dentro de Mumbai, la ciudad más grande de la India, LA LUZ QUE IMAGINAMOS se presenta a ojos del espectador sustentada sobre un nutrida aleación de tránsitos que, poco a poco, irán proclamando su crucial, proscrita naturaleza simbólica: la íntima sedimentación de vaivenes emocionales a los que las imágenes se acercarán en calidad de auscultante confesor.

Payal Kapadia traza un delicado y sufrido retrato sobre la situación de la mujer en aquel país hoy en día sin caer en ningún momento dentro de las rémoras invalidantes contra las que sucumben muchas de estas propuestas de marcado carácter denunciativo.

La realizadora hindú escapa a esa tentación simplificante emplazando una puesta en escena que, por un lado, dirime una evidente y arriesgada apuesta formal; y, por otro, logra que dicho procedimiento por ella exigido encuadre a los personajes convocados empeñado en una ardua indagación individualizada.

La reivindicación no se proclama, sino que se respira, se adentra, se cicatriza. El pormenorizado,  intranquilo sigilo con el que son atendidos aquellos contribuye a que cada uno de sus conflictos advierta la vidriosa hondura mortificante que arrastran Prabha, Anu y Parvaty.

En cuanto al apartado formal, la autora de A NIGHT OF KNOWING NOTHING sale muy airosa del atrevimiento que supone armonizar el marcado carácter documental con el que emplaza el contexto geográfico y social que acorrala a las protagonistas junto a un enfoque visual que evita desde el principio la vigilancia realista, cruda. El riesgo más que explícito de que la saturación fotográfica contribuyera a una contemplación estilizada (y por tanto contraproducente, tramposa) queda evitado cuando advertimos que esa decisión no es aleatoria, sino que se alía con el propósito de intensificar la naturaleza rumiante, incierta, inestable y contrariada sobre las que son hechos recelar los tres personajes centrales.

Las imágenes en movimiento tomadas desde el tren, la agitación de las multitudes, el tráfico constante, esa idea de Mumbai como ciudad de las ilusiones, la imposición de una cámara que cercena la implicación de una imagen fija. Este calmo frenesí de cautelas ofuscadas en merodear lo innombrable (la angustia subjetiva motivada por la insatisfacción o el temor personal) no es sino manifestación escénica del denuedo motriz que genera el relato: el acercamiento a tres mujeres sabedoras de que su resignación está a punto de soportar el peso liberador de la gota que colma el vaso de una paciencia renunciadora a la que saben que han de desobedecer.

Este proceso de cambio que, como ha quedado dicho, significa ese contrapunto del acercamiento cercano a cada personaje (la veracidad documental que supuran los espacios cerrados), opuesto a la constante interconexión con el bullicio, el hormigueo y el caos de la urbe, con los paisajes contemplados desde un vagón ferroviario, con el traqueteo y los chirridos metálicos de los raíles, no solo atañen al escrutinio del malestar de las protagonistas (sobre todo Prabha y Anu) sino que, de alguna manera, anuncian la gran bipolaridad que sacude al relato mismo.

La constante mediación del universo ferroviario convoca inevitablemente la idea del concepto de viaje. Y, por lo tanto, la de origen y destino. Ese Mumbai que aparece en el inicio como itinerario final será impelido a mutar en espacio de partida. La película se abrirá a una bifurcación espacial que socava las expectativas generadas. La fuga hacia el espacio rural decanta al film hacia una conmoción sensorial inusitada. Los personajes se abandonan allí al presentimiento de que el anhelo puede ser certeza. Que los fantasmas pueden dejar de serlo. Incluso los resucitados. LA LUZ QUE IMAGINAMOS no es sino un canto por la resurrección de las vivas.

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