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Lana Del Rey

Born To Die

[Interscope; 2012]

6.3


Resulta muy difícil entrometerse en el segundo disco de Lana del Rey, sin hacer oídos sordos a todo el cacareo mediático que ha generado la milimétrica progresión que se ha maquinado para su puesta de largo. Para la intérprete se ha escrito un guión con el suspense, hay que reconocerlo, dosificado como en los grandes films del género.

También hay que reconocer que situar de tarjeta de presentación una canción y un video clip como el que sirven de soporte a "Video Games" se convirtió en un magnífico prólogo para todo el cúmulo de acontecimientos posterior. Sí, tan bueno, que se ha corrido un riesgo, cuyo alcance, quizás, haya terminando ocasionando un contratiempo no esperado: la sobredimensión.

A Born To Die le han llovido una electrizante tormenta de expectativas, un aguacero de odios y un arriesgado diluvio de adhesiones cicatrizantes. Ahora llega la calma de su degustación, y puede que la calma tras la tormenta no sea todo lo plácida que se podría prever.

Llega el momento de escuchar el cd y olvidarnos de la calidad inquietante de sus video-clips, de sus trabajados modales de mona niña con inquietud de celofán y de la excesiva quietud plástica que le colma la labialidad superior. Llegados a este final de trayecto cabe reconocer que Born To Die no es el LP que algunos esperaron, pero tampoco la basura que muchos van a ofrecerse como voluntarios para tirar, esta noche mismo, en el contenedor de materiales no reciclables.

La criatura que Lana del Rey nos trae bajo su particular azotea sufre de una evidente irregularidad. Su primera escucha pone en evidencia un estridente desequilibrio: el que se dirime entre una espléndida primera parte y su desorientada segunda mitad.

No creo que deba despreciarse, o calificarse de nulidad o de engaño un largo, dentro del cual se puedan disfrutar hallazgos como la extraña y envolvente solemnidad de "Born to Die", como la voluptuosidad progresiva y agarrable de "Blue Jeans", o el rigor ceremonioso y aguerrido de "National Anthem".

Claro está, todos ellos junto al que es, sin duda, la mejor baza de la producción, el cebo en el que todos hemos picado para esperarle a la niña su presente en boca, "Video Games", la canción culpable de su entronización (sin corona al final). Una hermosa composición en la que Lana cuaja su mejor interpretación. Su particular arrastre entonativo, el calculado contoneo vocal que ya la caracteriza, se aglutinan perfectamente tras la íntima serenidad que la recorre.

Del resto, solo destacar dos apetecibles jugueteos, en los que la cantante decide apartarse de la seriedad de todos los anteriores. Sólo "Dark Paradise" y "Diet Mtn Dew" merecen destacarse de entre una ristra de temas que no castigan a quien los escucha, pero que piden, a todas luces, la salida de un conjunto que, en su primera parte, se muestra muy exigente. En definitiva, un trabajo al que le va a costar mucho esfuerzo remontar en el espejismo de su vendida antes que certificada valía.

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