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Martha Wainwright

Come Home to Mama

[Cooperative Music; 2012]

7.7


Tras dos trabajos grabados en estudio con canciones compuestas por ella misma (MARTHA WAINWRIGHT, 2005, y I KNOW YOU´RE MARRIED, BUT I´VE GOT FEELINGS TOO, 2008) Martha Wainwright  daba un giro radical a su trayectoria profesiomal deslumbrando con un arriesgado reto artístico. La canadiense se atrevía a dar su particular versión sobre ese hito de la canción francesa del siglo XX llamado Edith Piaf. SANS FUSILS, NI SOULIERS, A PARIS: MARTHA WAINWRIGHT, 2009,  era mucho más que un homenaje a la mítica cantante  gala; la cercana apropiación de la anglosajona rezumaba  crudeza, frescura,  dramatismo , conocimiento de causa  y una propiedad muy lejanos al mero repaso imitatorio. Daba la impresión de que la cantante buscaba – y lograba- descubrir recovecos inusitados a su firmeza vocal y a su amplio registro interpretativo.

Si ese sentido viraje cabaretista revelaba esta búsqueda interpretativa, COME HOME TO MAMA descerraja otro necesario avance profesional, en el que,  además de su voz, queda involucrado desgarrada y sinceramente el cúmulo de desgracias personales que le sobrevinieron pocos meses más tarde de la publicación de aquel álbum en francés.

La fatalidad quiso que mientras ella se debatía entre la vida y la muerte en un hospital de Londres durante el parto de su hijo, en Canadá, su madre, la también cantautora Kate McGarrigle, se hallaba manteniendo una infructuosa lucha contra un sarcoma que, tres meses más tarde, en enero de 2010, se cobraba su vida. Martha Wainwright  sabía lo que era ser madre poco antes de perder a la suya. Fruto del desequilibrio emocional y de la dura asimilación  de semejante suma de consternaciones, una profunda crisis de pareja vino a complicar más aún su situación personal.

Desde el mismo título, pues, que este álbum se sostiene a un evidente cariz confesional. COME HOME TO MAMA, ella misma lo ha confesado, tiene hechuras de terapia, de enfado descubierto, de necesaria expulsión de rabias acumuladas debajo de la piel. Sin embargo que no se acerque a él quien sea amante de plañiderías baratas o de morbosas exclamaciones de un dolor comercializado. El CD desprende tanta ira como franqueza. La compositora se dirige con lealtad y nitidez a su propio dolor para utilizarlo como mecanismo de expresión paliativa.

No obstante esta naturaleza casi de medicamento, y pese a la evidencia de ese cariz doloroso y expurgativo,  COME HOME TO MAMA no cacarea la tristeza y el abatimiento que lo germina. No hay llanto, hay reivindicación de la incomodidad tras  la desdicha y sus posteriores zarandeos. El álbum desprende una potente versatilidad musical en la que encontramos a una Martha Wainwright que se esfuerza constantemente por demostrar que se halla muy a gusto encauzando su malestar dentro del  brío productivo consecuente a la convocatoria de unos  nuevos compañeros de viaje. La artista suena más firme de lo que lo hiciera en los dos álbumes mencionados en el primer párrafo del presente escrito. Más firme, más compleja, más efervescente y enriquecida, consiguiendo desde el principio escapar a su imagen de típica cantante vestida con guitarra acústica.

Sabedora de que un control total de la situación quizás, en este momento, no hubiera sido lo más oportuno para resolver la encrucijada de apetencias e infortunios condicionantes de la necesidad de  implicarse en la grabación de su tercer trabajo con material original, la Wainwright reclamó la cooperación de un interesante grupo de colaboradores, en el que resulta fundamental la presencia en tareas de producción de Yuka C. Honda, la ex Cibo Mato (“Necesitaba una mirada femenina. Contar con Yuka C. Honda fue la elección correcta. Sabía que si trabajaba con un hombre se limitaría a meterle batería, bajo y guitarra y darle un rollito de estilo Americana o folk y listo. Y no quería eso. Sabía que estas canciones pedían una clave más femenina, más cinematográfica, más abierta. Necesitaba un sonido extraño, furioso y visual y eso no me lo podía ofrecer ningún hombre. Con Yuka pude cantar de otra manera, gritar, experimentar”).  Su alianza con Honda provocó la implicación de su marido Neils Cline, el guitarrista de Wilco (“Es un obseso de la música, así que cuando no estaba con los chicos de Chicago trabajaba en su casa en mi disco. Tuve mucha suerte”) y que el estudio de grabación fuera el de Sean Lennon, también antiguo novio de la nipona.

Hay que reconocerlo: comienza a sonar la formidable “I´am Sorry” y de inmediato la influencia de todos ellos se nota. Ese primer tema ejemplifica a la perfección que la hermana mayor de Rufus Wainwright se ha transformado en la líder personalísima e incuestionada de un sólido grupo de rock.  COME HOME TO MAMA propone diez temas que demuestran la agresiva versatilidad de su autora. Nada suena en él a postizo, pese a que la evolución es palmaria y a que los estilos son variados. La franqueza de las composiciones se convierte en el sustrato que las comunica entre sí. El duelo por Kate, la crisis de pareja (Brad Albetta,  marido, antiguo productor y bajista de su grupo se lleva la parte más abrasiva de la leña) y la desesperada búsqueda del reequilibrio existencial  imponen la queja y el descontento como tonalidad influenciadora.

“Can You Believe It” incide notablemente en ese dilema tan bien resuelto: el de superponer el lamento a un soporte musical pujantemente rockero, nada grave y desposeído del más mínimo atisbo de patetismo. “Leave behind” depara uno de los reposos más estremecedores del trabajo; en él la voz de la cantante reclama un absoluto y magistral protagonismo. Sorprende el viraje electrónico  expuesto  en “Four Black Sheep”  y en “Some People”. La parte final del trabajo va deparando los sonidos más atemperados. COME HOME TO MAMA se va plegando poco a poco sobre sí mismo, como reclamando una atención más serena y tierna de quien escucha las letras, pues el mensaje se torna quejumbroso, consciente, más descarnado: “Everything Is Wrong”, en ese momento, se torna el cierre clarificador y preciso.

Mención aparte merece el momento más delicado, sensitivo y conmovedor del disco. Se llama “Proserpina”. El cuarto tema de COME HOME TO MAMA no lleva la firma de Martha Wainwright. Se trata de una canción que contiene los últimos versos salidos de la inspiración de su madre. Kate, expresamente, conocedora del final que le esperaba, la dejó escrita en calidad de regalo para sus dos hijos. Un piano, un violín, la puntuación de unos coros,  una interpretación de la cantante que eriza el aliento de quien la atiende, y la solemnidad casi litúrgica que airea su apropiación parecen derramados por la concentración  insuperable que deparan los mejores momentos de cualquier  tema de Anthony Hegarty.

El mito de la primavera da origen a la existencia de la diosa Proserpina. Katie ordenaba a sus hijos brotar tras su ausencia. COME HOME TO MAMA es el regalo de esa obediencia debida a su madre.

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