Super 8 Portada

 

Título original Super 8

Año 2011

Duración 112 min.

País USA

Director J.J. Abrams

Guión J.J. Abrams

Música Michael Giacchino

Fotografía Larry Fong

Reparto Joel Courtney, Riley Griffiths, Elle Fanning, Ryan Lee, Gabriel Basso, Zach Mills, Kyle Chandler, Ron Eldard, Noah Emmerich, David Gallagher, Glynn Turman, Amanda Michalka

Productora Amblin Entertainment / Bad Robot / Paramount Pictures / Relativity Media

Valoración 7.5

 

Sin duda alguna, era uno de los misterios más apetecibles de este verano. Ya de entrada resulta del todo estimulante que, en tiempos del monopolio de la secuela, de la precuela y de la franquicia particionada en capítulos, de pronto, irrumpa en nuestras expectativas un guión original. Un mero no vivir de las rentas estrenadas, autosuficientemente pergeñado, y ajeno a esa despótica omnipresencia de la franquicia.

Y no es que uno esté en contra, por principios, de semejante operativa creadora. Ni muchísimo menos.Desde aquí, por poner tres ejemplos bien recientes, han sido ensalzadas las virtudes de X-MEN: PRIMERA GENERACIÓN, de EL ORIGEN DEL PLANETA DE LOS SIMIOS o de CAPITÁN AMÉRICA. Lo que sí puede ser reprochable es que, aún a sabiendas de que es la dueña de la distribución mundial, la armada yanqui esté tan empecinada en apabullar el mercado rindiéndose a un solo mandato: el del veto a la creación original.El abuso del comic originario así lo demuestra.

Durante los pasados meses de estío, ir a la taquilla del cine ha sido padecer el síndrome del cartero con carta certificadade entrega en mano frente a una urbanización de fincas: esto es, aquello del Nº 7, Bloque C, Piso 4º, Pta 8 Izquierda; ahí tenemos, si no, al abominable párvulo de la magia potagia en el cierre definitivo a la tortura, con HARRY ,Capítulo 7, LAS RELIQUIAS DE LA MUERTE, 2ª Parte… y la “Potter” varita que lo parió.

Pero, bueno, dejemos la acidez estomacal y volvamos a la congratulación, porque ésta de la que ahora hablamos no ha llegado a nuestras pantallas, precisamente, sin aval alguno que la acredite. El interés por el producto viene dictando sentencia de elevación a rango de necesidad por descubrirlo. La premeditación mediática se ha encargado de hacernos saber que,situados tras los mandos de la plasmación fílmica de esa idea, se hallan dos de los pesos más posados de la producción audiovisual contemporánea.

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En labores de producción, tenemos a alguien no precisamente ajeno a la extenuación de sus criaturas, el midas Steven Spielberg (creador de la saga de Indiana Jones y de PARQUE JURÁSICO). Convertido en director y guionista de la jugada, a J. J. Abrams, cerebro firmante de alguna de las mejores series de televisión de los últimos tiempos, cuya filmografía (MISIÓN IMPOSIBLE III y STAR TREK 2009)también parecía abonada, curiosamente, a esta fiebre de las pelis vendidas en décimos de loterías; esto es, las hechas por participaciones. El asunto llevado entre las manos de estos dos tiene por nombre SUPER 8. Y el resultado de esta sociedad, cualquier cosa menos anónima, deviene en una conmovedora delicia evocativa,un capricho encantador, que sabe granjearse su propia singularidad, gracias, fundamentalmente, a la excelencia de una partitura escrita en la que saben amalgamarse multitud de intereses creativos.

Finales de los setenta. Un grupo de niños decide acudir a la estación ferroviaria de su pueblo, una pequeña población sita al lado de una gran fábrica siderúrgica, en la que, cuatro meses atrás, debido a una fatalidad laboral, murió la madre de uno de ellos. Los chavales pretenden continuar con el rodaje de una película de “zombies” que están tratando de sacar adelantepara participar en un concurso. Cuando están a punto de rodar en el andén la escena nocturna recién ensayada, el que hace de director se apercibe de que un tren está a punto de pasar a toda velocidad y decide incluir, de fondo, este no previsto lance. De súbito, una camioneta provoca que aquel descarrile. Todos se apresuran a salvaguardarse, sin advertir que la cámara de cine sigue en marcha. Ninguno de ellos sufre un solo daño. Sin embargo, la cotidianeidad del pueblo, a partir de ese momento, va a ser violentada, debido a la aparición de unos extraños sucesos y desapariciones. La clave, quizás, se halle en la película que nadie sabe que ha sido rodada.

Contada así, pudiere parecer que SUPER 8 no es más que una película con enigma emergiendo. Esto no es así. Nunca. Desde el primero de sus planos, advertimos que la intencionalidad de partida no va a ser doblegarse a una sola obcecación narrativa. La película se nutre de un buen número de fundamentos dramáticos, todos ellos engarzados entre sí con una nostálgica pericia afirmante. De un lado, sí, tenemos el sustrato fantástico que va perfilando la identidad de la criatura que ha escapado de los vagones siniestrados, pero, por otro, podemos saborear una fluida aglutinación del resto de las líneas narrativas abiertas.

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Ninguna de ellas, pese a la abundancia, descarrila en fleco. Enumerémoslas: tenemos la que describe la tensión familiar habida entre el niño protagonista y su padre, el ayudante del sheriff, ambos todavía sin haber sabido superar la desaparición de la madre; la que captura la irrefrenable y cauta emergencia de un primer amor entre dos miembros de la pandilla; la que narra los conflictos que genera el dispositivo militar en torno al tren; la que atiende a la investigación sobre éste por parte del ayudante del sheriff; y, sobre todo, la que estimula el rodaje de la película que los niños protagonistas llevan a cabo, toda ella sólidamente enriquecida de un significativo nudo de interrelaciones personales.

Creo que, de forma bastante imprecisa, SUPER 8 ha sido analizada en tanto que aglomeración de tópicos “spielbergnianos”. Una vez contemplada, cabe decir que esta forma de enjuiciarla resulta del todo empobrecedora. Desde luego, la sombra del creador de MINORITY REPORT alarga su penumbra sensible sobre ella, pero en ningún momento le dictamina el paso. Afirmar del film de Abrams que es un refrito unívoco de ciertos referentes tópicos, adscritos a la particularidad autoral de su productor es minusvalorarla jugando a ser repelente forense con ella.

SUPER 8, no lo vamos a negar, se deja mecer en el recuerdo del cine evasivo de la década de los ochenta, pero lo hace aprovechando esta consciente premisa en calidad de guiño lúdicamente “remember”. Nada más que en eso. Hay un encantador detalle verbal que resulta, a tal efecto, jugosamente esclarecedor. El arrollador personaje del niño director de cine no se cansa de repetirun urgente“desideratum”: la consecución de lo que él llama “valor añadido”, es decir, un extra, un hallazgo, un imprevisto adecuado, un aporte no planificado que, de súbito, tiene la capacidad de mejorar lo establecido para el resultado final de su película. Pues, bien, el referente “spielbergniano” es el “valor añadido” de SUPER 8. Con ambos conceptos. Con el de “valor”, pero también el de “añadido”. El influjo del veterano realizador se añade, pero no funda la apasionante validez del film.

La película de Abrams es profundamente autosuficiente. Se sostiene admirablemente sin que los anzuelos ajenos que la acechan mermen su íntima capacidad, porque viene andamiada sobre una partitura escrita que busca, sin estridencias, una tan delicada como profunda y amena ligereza umbría. Más que nostalgia, destila una liviana amargura, a la que no es ajena la fatal tesitura luctuosa con la que se abre. El sentimiento de pérdida empapa una historia que, consecuentemente, concluirá con la búsqueda del encuentro definitivo.

Son dignos de alabar aspectos como el dominio del off escénico del que hace gala el director en la irrupción de la criatura, la pericia con la que están hechos confluir el melodrama, la ciencia ficción, la aventura y el terror, así como la descarada y divertida perfección con la que están descritos todos los personajes no adultos.

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También cabe reprocharle el error que tolera unos veinte minutos finales en los que el film se abandona a una inesperada simpleza narrativa. Esto sucede por lo mal calculada que está la consecuencia de la desaparición de uno de los personajes principales. Éste hecho obliga a un viraje heroicista, que no casa, quebrándolo, con el espíritu cercano, creíble, inocente y juguetón, que tan admirablemente cala en toda la concatenación de acontecimientos expuestos con impecable soltura. No obstante este reproche y las anteriores loas, personalmente, creoque el hallazgo máximo de SUPER 8 es el poliédrico y emotivo homenaje que declama en torno a las bondades subyugativas del Séptimo Arte.

SUPER 8 enhebra una enternecedora disertación en torno al cine y su multitud de texturas, en torno a la pasión con la que debe afrontarse todo hecho artístico, en torno a las múltiples posibilidades que, frente a otras disciplinas, dispone el celuloide y su poder de hacer perdurar el movimiento a lo largo del tiempo. El film nos convoca a la ceremonia del cine y la mentira esencial de su propia construcción (el rodaje), a su poder rememorativo en cuanto que prodigio resucitador (las cintas de la madre), a su potencial reflexivo y documental (las cintas del profesor-científico) y a su inusitada y manipulatoria naturaleza apropiativa (el aprovechamiento de un suceso real dentro de una ficción –los niños rodando frente a los militares-).

Y, por encima de todo ello, el cine como superlativo arte productor de esa sana necesidad humana que es la evasión. Como activo aliado para la fuga y la escapada. De hecho, no es casual que el protagonista sea un niño triste que escapa de su desesperación participando en el rodaje de un film. Los adictos a esto del celuloide somos ese niño aferrándose a esa aventura. Tampoco es casual que implicándose de lleno construya, maquille, encuentre su primer amor. Ni que la cámara ruede un hecho extraordinario. Amamos el cine porque es puro veneno para nuestra tristeza. Una ventana de ficciones –hechos extraordinarios-, que nos hace más llevadera la realidad. Por eso el niño soluciona su duelo gracias a la huida de un monstruo.El cine es ese monstruo que nos ayuda a desprendernos de lo que nos duele. SUPER 8 reconforta, traslada, entretiene y, además, invita a disertación sobre la fértil fantasía inherente a nuestra ensoñadora poquedad humana.

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