Quantum Of Solace Cartel Critica Opinion Copy

Título: Quantum of Solace (James Bond 22)

Año 2008

Duración 106 min.

PaísU.K

Director Marc Forster

Guión Robert Wade, Paul Haggis, Neal Purvis (Personaje: Ian Fleming)

Música  David Arnold

Fotografía Roberto Schaefer

Reparto Daniel Craig, Judi Dench, Olga Kurylenko, Mathieu Amalric, Jesper Christensen, Joaquín Cosio, Jeffrey Wright, Giancarlo Giannini, Gemma Arterton, Fernando Guillén Cuervo, Rory Kinnear, Stana Katic

Productora Metro-Goldwyn-Mayer / Columbia Pictures

Valoración 6

CASINO ROYALE, de Martin Campbel, supuso hace dos años algo mucho más importante que la vigesimoprimera producción de una de las sagas más famosas del cine de las últimas cuatro décadas. La franquicia del espía más seductor de todos los adscritos a la nómina del servicio secreto de su vetusta Majestad renacía, con ella, de sus casposas, rutinarias cenizas. Dejaba de ser una mera concatenación de vulgaridad artificiosa y rocambolesca, que no convencía ya ni a los fanáticos de los relojes caros con dardos atómicos camuflados en sus saetas.

Los creadores de la serie supieron reorientar las andanzas de su héroe, haciéndolo virar hacia su origen literario. El James Bond del año 2006 se humanizaba; reclamaba su condición de hombre curtido en el peligro,  con licencia para sentir emociones y para mostrar magulladuras en la piel. El resultado fue una obra prodigiosamente veraz, en la que la tensión emanaba de la cercanía con la que se apresaba la encrucijada personal por la que ese espía hecho carne había de transitar. CASINO ROYALE, el tiempo así lo ha dictado, se aprestó a postularse como un hito revolucionador de un género tan denostado, tan proclive a la basura reciclable en basura reciclada como el de las películas de acción y aventuras.

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Consecuentemente, se antojaban más que razonables las enormes expectativas creadas en torno al estreno de su asegurada continuación. Una vez vista la cacareada entrega número 22, cabe constatar que, pese a que no está a la altura de su ilustrísimo predecesor, los designios del sin par caballero con dos ceros en sus credenciales siguen a buen recaudo. QUANTUM OF SOLACE no dispensa la grandeza  que rabiaba en CASINO ROYALE, pero tampoco malgasta la credibilidad que se había vuelto a granjear el personaje.

Para empezar, sigue aferrándose al factor más importante de su inteligente transformación: la rotundidad con la que lo esculpe el actor que lo incorpora. Daniel Craig espeta hondura, agresividad y duda. La aridez de su rostro adusto revela con precisión felina y ruda las aristas de este personaje torturado y fulminante. Además, se da  cabida inusual a la relación del agente secreto con M, su imperturbable superiora, una Judi Dench tan sagazmente perfecta como siempre lo ha sabido evidenciar. El duelo de mutuas desconfianzas y progresivas desobediencias aglutina la mayor parte de los mejores momentos del film. La relación que mantienen de ratón enfadado -y por ello díscolo- frente a gato viejo -y amigo de ratón- está mimada con  astucia incandescente y veterana.

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Quizás, en la inevitable comparación con su antecesora, dónde pierda enteros QUANTUM OF SOLACE  sea, precisamente, en la menor implicación de los duelos verbales y situacionales entre personajes, que sí agrandaban el interés de aquella. No hay atisbo en éste de interferir un reposo tan elegantemente tenso como el que se disponía para la ejecución de la magnífica secuencia de la partida de póker en el casino, dentro la primera. El “Bond” 2008 opta por embutir la trama de escenas de acción. Estas parecen definir un expeditivo catálogo de modalidades aéreas, navales y terrestres.

Marc Foster, su realizador, impone de forma asaz ostensible una impronta mucho más activa al devenir de su protagonista. La maquinada apuesta por el espectáculo, el vértigo, la celeridad, las cabriolas y el combate cuerpo a cuerpo perseguido, resulta firme, pero también manida. QUANTUM OF SOLACE no sabe suplir el espacio que CASINO ROYALE disponía para la remodelación configurativa del renacido súper-agente. La película de Campbel aprovechaba al máximo el efecto novedoso consecuente al radical giro emprendido en busca de la individualidad perdida de un personaje  que caminaba patético en pos de su propia defunción campante. La actual propuesta de Foster tarda en habituarlo a las nuevas coordenadas personales recién delineadas.

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No obstante, tal exceso de parafernalia, aunque desvirtúa la potencialidad dramática de la asombrosa regeneración en individuo con sentimientos propiciada por CASINO ROYALE, no confiere hecatombe devastadora a la entereza de un film, que, tras la esplendorosa presentación en público que supuso aquella, se halla en la obligación de marcar las pautas de su desarrollo posterior. QUANTUM OF SOLACE, en este sentido, no logra escapar a la desorientación inherente a todo producto típicamente de transición, pero sí se corona como digno sucesor de aquel capítulo primero, tras esa cirugía mucho más que estética a la que fue sometido el serial, bajo la batuta de Campbel.

El nuevo film se apresura con brío –quizás inmoderado- a lanzar a su protagonista hacia el encuentro de su propia aureola: comenzamos a retomarlo administrando sus dotes seductoras en beneficio de sus intenciones (escena en el aeropuerto en la que le pide un favor a la azafata), percibimos evidentes referencias al pasado  (el guiño líquido y negro a GOLDENEYE con el descubrimiento del cuerpo en la cama de la habitación de su hotel), y surge también la ironía paciente que lo caracterizaba en sus mejores épocas (su actitud contemplativa en la fascinante secuencia operística en Austria). 

Eso sí, afortunadamente, a esta cita con las excelencias de su aura, el James Bond impelido por la pujanza bronca que imputa Craig acude con la sed de la venganza agudizando el punto de mira de su puntería. Sabedores de que Bond vale lo que vale un buen James, QUANTUM OF SOLACE no renuncia al abordaje interior de su implacable protagonista. Sus creadores no han dejado que éste sucumba a su anterior sofisticada, elegante chatarra:  a ese  niño/espía bonito, travieso y calentorro, deudor de una sombra que, por abusada e iterativa,  no le cobijaba desde hacía ya muchos tiros y muchos autos de lujo desahuciados.

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