Título original: Star Trek Into Darkness (Star Trek 2)
Año: 2013
Duración: 132 min.
País: Estados Unidos
Director: J.J. Abrams
Guión: Alex Kurtzman, Damon Lindelof, Roberto Orci (Serie original: Gene Roddenberry)
Música: Michael Giacchino
Fotografía: Dan Mindel
Reparto: Chris Pine, Zachary Quinto, Zoe Saldana, Benedict Cumberbatch, Karl Urban, Simon Pegg, Alice Eve, Bruce Greenwood, Peter Weller, Anton Yelchin, John Cho, Noel Clarke
Productora: Bad Robot / Kurtzman/Orci / Paramount Pictures
Nota: 8
Ante la experiencia espectadora que depara STAR TREK: EN LA OSCURIDAD, mucho antes que un análisis pormenorizado de su notable construcción, cabría primero elaborar una lista de agradecimientos a su creador. A J.J. Abrams hay que agradecerle el tesón, la seriedad y las ganas de no dejarse llevar por la afrentosa inercia meramente simplista, exhibitiva o recaudatoria que acabamos de padecerle, por ejemplo, a la fraudulenta y desvergonzada EL HOMBRE DE HIERRO.
Corren malos, muy malos tiempos para la originalidad, para la implantación de ideas nuevas que se distancien del afán unívocamente mercantilista con el que están concebidas la mayoría de los productos que son estrenados a rebujo de una saga (la degradante RESACON 3), franquicia (la monda FAST & FURIOUS VI) o exitoso referente anterior (las decepcionantes MONSTERS UNIVERSITY o GRU, MI VILLANO FAVORITO 2). De ahí que no quepa nada más que convenir que el interés reconstructor tan jugosamente maquinado por Abrams no pueda sino ser saludado con grato reconocimiento.
El autor de SUPER 8 acredita en STAR TREK: EN LA OSCURIDAD bastante más que la mínima dignidad realizativa suficiente para huir de la extendida vulgaridad espectacular con la que se conforma, congratulado, la mayor parte del cine comercial contemporáneo. La machacona tendencia a calificarlo de discípulo aventajado de Steven Spielberg habría que achacarla a la ejemplaridad con la que el autor de E.T EL EXTRATERRESTRE ha sabido casi siempre solucionar la difícil conjunción del cine concebido como entretenimiento de masas y de la impronta personal empeñada en no asumir a pies mediocres, asimiliables, las leyes superficializantes de ese empeño. Abrams da muestras de haberlo solucionado sin dificultad alguna.
Lo primero que cabe destacar de STAR TREK: EN LA OSCURIDAD es que salva con holgura la frialdad expositiva con la que estaba resuelta el precedente por el mismo firmado en el año 2009. En aquella estimulante precuela de una saga que ya estaba difunta de cualquier interés, Abrams se esforzaba sobremanera porque su apropiación no se fundamentara en el mero recurso biográfico de indagar en el pasado de los archiconocidos personajes. La recomposición abarcaba un intento reconstructorio que atendía a una contemporaneización de las exhaustas leyendas y a la mediación de una historia en la que las características de los personajes influyera en el devenir de los acontecimientos.
La maniobra emprendida con STAR TREK (2009), lógicamente, no era parca en ambiciones y el mimo puesto por el realizador en que aquella no desbarrara ni descolocara a los nuevos y viejos espectadores de la saga dio como resultado una obra de admirable factura que, sin embargo, como consecuencia del exceso de celo controlador, acusaba una cierta incomodidad global. La película se quedaba algo fría, pues dejaba en evidencia en algunos momentos la receta revitalizante auspiciada. Como ha quedado dicho, cuatro años más tarde, su continuación supera admirablemente esa flaqueza.
En STAR TREK: EN LA OSCURIDAD se advierte con celeridad que J.J. Abrans se ha liberado por completo del ímpetu apropiador y repararativo que debía inocular a la anterior. Digamos que la presente entrega disfruta desde el primer momento de no tener que rendir cuentas a la saga original, puesto que se sitúa como consecuencia directa y aliviada de STAR TREK (2009). Abrams concibe el producto como desarrollo ahondador, rebuscativo y maduro de ésta, de ahí que, ya en la formidable secuencia de apertura, quede a las claras que el universo “Star Trek” al que él invoca, al que él refiere dinámicamente no es sino al suyo propio, al que resolvió plantear cuando fue llamado a depurar a la saga de su onerosa poquedad de patética ceniza añeja.
En STAR TREK: EN LA OSCURIDAD advertimos a un J. J. Abrams que disfruta de una criatura que le pertenece por completo, pero, al mismo tiempo le seguimos atisbando las ganas por complejizar hondamente, sin estridencias, infectando de tenebrosidad agazapadala mera factura comercial del producto. El guión urdido para la ocasión, por ejemplo, no deja pasar en balde los años transcurridos para el famoso y rejuvenecido grupo de tripulantes de la nave Enterprise. El regocijo de la novedad y del logro del reconocimiento da paso a la toma de ciertas decisiones nada gratuitas.
Resulta admirable la solvencia dramática de la propuesta. La película apura al máximo dos estrategias significantes, novedosas e inciertas, que la distancian de la línea narrativa emplazada en STAR TREK (2009). Por un lado, la descripción particular de todos los personajes atendiendo al pincelado que se dejó listo para desarrollo en ésta y, por otro, la gestación de un personaje villano que inunda de pesadumbre e intensidad al film desde el primer plano en el que hace aparición.
Atendiendo al primer aspecto, resulta muy sintomático que la primera secuencia de cómo resultado un áspero enfrentamiento entre Kirk y Spock. El compromiso con la eficacia hace que ese vertiginoso prólogo no sea un mero lucimiento inicial, descolgado de el meollo argumental que pudiera ser iniciado a continuación, sino que queda constituido como hecho decisivo que, por una parte, ahonda en la afilada disparidad de personalidades que cada uno mantiene, y, por otra, apunta ya el corpus dramático que va a ser desarrollado con más prioridad: el compromiso con las decisiones, la dificultad de cada postura, el precio a pagar por cada medida aplicada.
STAR TREK: EN LA OSCURIDAD adjudica responsabilidades que la incipiente madurez de los personajes debe engullir a bote pronto, masticándolas sin que haya tiempo para la digestión reflexionada. En ese sentido, cabe resaltar la importancia de los enfrentamientos verbales y los apuntes de puesta en escena sutiles –ese encadenado de objetos cayendo en un vaso, la severidad y la oportunidad de los planos y contraplanos que perfilan posturas muy encontradas, la trasparencia de un cristal tras el que está el malvado, etc…- dirimidos por el director.
A la autonsciente responsabilidad de sus personajes, Abrams responde con aplomo, serenidad, humor (la discusión de Spock y Unhura con Kirk en medio) y, sobre todo, elegancia (todos los planos de la nave en el espacio), contención (la secuencia entre Kirk y Spock cada uno a un lado de una puerta de cristal) y eficacia escénica. El relato es en todo momento capaz de imponer fluidez a la diversa acumulación de momentos cómicos, luctuosos, de suspense y, cómo no, de acción (espléndidas secuencias como la de apertura, la llegada de la nave al planeta en el que se supone que está oculto Harrison, el lanzamiento de los dos cuerpos entre la lluvia de restos, la persecución entre éste último y Spock, etc).
Una acción que, a diferencia de lo ocurrido en la desproporcionada y chulesca EL HOMBRE DE HIERRO, aquí emerge como consecuencia lógica del momento puntual del relato que la reclama. En este sentido es en el que la personalidad oscura, imperturbablemente compleja y afiladamente cerebral con la que está urdido el malvado de la función (un soberbio Benedict Cumberbatch) abunda en la deriva urgentemente dialéctica que prima la acumulación de secuencias.
STAR TREK: EN LA OSCURIDAD hace de la dialéctica, el razonamiento y la pugna entre opuestos virtud que roer. Su rotunda validez surge de la apabullante seriedad con la que está pergeñado ese objetivo. Otros muchos podrían aprender de esa voluntad. M. Night Shyamalan (AFTER EARTH), Danny Boyle (TRANCE) o Zach Snyder (EL HOMBRE DE ACERO), por citar cafres recientes, se encuentran entre ellos. Abrams se suena la nariz con la capa de todos ellos.