Violeta Se Fue A Los Cielos 2011 02

 Título original: Violeta se fue a los cielos

Año: 2011

Duración: 110 min.

País:  Chile

Director: Andrés Wood

Guión: Andrés Wood, Eliseo Altunaga, Guillermo Calderón, Rodrigo Bazaes

Música: Violeta Parra, Ángel Parra, Chango Spasiuk, José Miguel Miranda, José Miguel Tobar

Fotografía: Miguel Joan Littin

Reparto: Francisca Gavilán, Cristián Quevedo, Patricio Ossa, Thomas Durand, Luis Machín, Vanesa González

Productora: Wood Producciones S.A / Maiz Producciones S.A.

Nota: 6.8

Conocido fundamentalmente por su interesante MACHUCA (2004), el chileno Andrés Wood ganó con esta VIOLETA SE FUE A LOS CIELOS el Gran Premio Internacional del Jurado del Festival de Sundance 2012. La cinta da buena cuenta tanto de las virtudes como de las debilidades de un realizador al que vale siempre seguir la pista, pues, de partida, le gusta involucrarse en planteamientos que acreditan el gusto por asumir no pocos riesgos.

En esta ocasión, basada en la biografía escrita por el propio hijo del personaje histórico abordado, Wood trata ni más ni menos que abalanzarse sobre la semblanza de una de las figuras más importantes que dio la canción hispanoamericana en la segunda mitad del siglo XX: Violeta Parra, la cantautora chilena de cuya inspiración nacieron composiciones musicales tan importantes, conocidas, versionadas e influyentes como “Gracias a la vida” y “Volver a los diecisiete”.

Las primeras imágenes del film ya aperciben sobre el sesgo que el realizador va a imprimir a toda la aproximación al célebre personaje: un primerísimo primer plano sobre un ojo abierto que, en un principio, no sabemos a dónde mira, la imagen de una mujer descalza caminando por un bosque nebuloso, cargada con una vieja guitarra, el detalle de sus pies sobre la hojarasca, la misma mujer caminando entre montañas desérticas, seguida de un niño que lleva consigo un enorme instrumento de percusión… Imágenes soñadas, pensadas, divisadas, encadenadas atendiendo a no se sabe aún qué voluntad organizadora.

Wood deja bien a las claras que la apropiación audiovisual que va a ejercer sobre la figura central de su investigación va a tratar de escapar al encorsetamiento contra el que sucumben la mayoría de propuestas que parten con la intención de inmiscuirse en la vida de un personaje, por la razón que sea, histórico. Lo consigue con holgura durante la primera mitad de su film.

En el planteamiento y en el primer tramo del desarrollo del retrato de la artista –el que tiene que ver con su búsqueda personal de alimento poético para su apetito creador- VIOLETA SE FUE A LOS CIELOS logra situarse a la altura de la intuición libérrima, sensible, inconformista, entusiasta que caracterizó siempre a la protagonista. Lamentablemente, el último tercio del film no sabe escapar a la pincelación superficial de la que se ha querido huir desde el principio.

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La película plantea, en principio,  un alejamiento de la narración lineal de los hechos principales, acumulados a lo largo de toda una biografía. No resulta baladí el hecho de que la primera imagen que se brinde al espectador sea la referida de la cantante perdida entre la bruma de un bosque inundado de niebla, pues es ese movimiento incesante, convulso, nada fácil, guiado nada más que por el impulso esforzado de su voluntad es el hallazgo visual que simboliza el perfil que va a ir emergiendo de la creadora: alguien en perpetua búsqueda, en constante justicia con la inercia designada por su ansiedad.

De ahí que, sin lugar a dudas, los mejores pasajes de VIOLETA SE FUE A LOS CIELOS  sean aquellos que atañen a los viajes de la folklorista al reencuentro con la tradición oral de su país. Wood sabe amalgamar con eficacia y sinceridad el tesón de Violeta, su perseverancia indesmayable, con la realidad rural, recóndita, pobre, llena de atávicas influencias religiosas, dependiente aún de costumbres ancestrales para nada extintas, riquísima en referencias culturales de transmisión oral, que ella no duda en salir a buscar para tratar de guardarla del olvido y la desaparición, gracias a las anotaciones de su puño y letra.

El afán folklorista es presentado como una consecuencia del carácter instintivo, fieramente subjetivo, nada amante del conformismo, que la motiva, impele y sanciona. El paisaje geográfico, árido, inclemente, condicionador, podría ser considerado trasunto de la omnívora,violeta-se-fue-cielos-4 atroz agitación con la que Violeta es mirada por el ojo que abre el film. En este sentido no cabe más que rendirse a la secreta visceralidad, la paciente inquietud y el afilado sentimiento con el que Francisca Galán borda el dificilísimo embolado interpretativo que supone prestar físico, alma y voz a tan emérito personaje.

Sin embargo, contra pronóstico, el relato en su segunda mitad va progresivamente perdiendo garra por abandonar ese apasionamiento por las raíces remotas, por la verdad terrena, por lo inaprensible del carácter de la protagonista. Cuando el guión se dispone a repasar algunos hitos importantísimos del periplo existencial de la artista (su viaje a Polonia, su estancia en Paris, sus amoríos con Gilbert Favre), Woods no tiene más remedio que abandonar el espíritu desazonado de esa primera parte para rendirse al tributo meramente repasador, propio del género biográfico.

Ahí VIOLETA SE FUE A LOS CIELOS ve muy mermado el atractivo potencial logrado hasta ese momento. El declive personal del personaje no está urdido con el mismo celo que el de la gestación de su singularidad artística. Es una pena, porque la figura escogida, durante buena parte de su metraje, había logrado una transcripción audiovisual sobre su autenticidad que estaba a la altura de su verdadera importancia histórica y de su verdadero itinerario subjetivo. No obstante, bienvenida sea esta propuesta de Andrés Woods si sirve para que se depare en el genio de esta mujer única.

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