Título original: The Place Beyond the Pines
Año: 2012
Duración: 140 min.
País: Estados Unidos
Director: Derek Cianfrance
Guión: Derek Cianfrance, Ben Coccio, Darius Marder
Música: Mike Patton
Fotografía: Sean Bobbitt
Reparto: Ryan Gosling, Bradley Cooper, Eva Mendes, Dane DeHaan, Emory Cohen, Ray Liotta, Rose Byrne, Ben Mendelsohn, Bruce Greenwood, Mahershala Ali, Olga Merediz, Craig Van Hook, Gabe Fazio, Robert Clohessy, Luca Pierucci, Anthony Pizza, Kayla Smalls
Productora: Focus Features / Hunting Lane Films / Pines Productions / Sidney Kimmel Entertainment
Nota: 7
Por fortuna, vamos a tener que ir aumentando la lista de directores norteamericanos a los que seguir la pista. Al formidable Jeff Nichols, autor de la sobresaliente MUD, hay que añadirle, ya, el nombre de Derek Cianfrance, de quien hace dos años pudimos disfrutar la arriesgada y estimulante BLUE VALENTINE, su debut en el terreno del largometraje, protagonizado por Ryan Gosling y Michelle Williams.
La plantilla de atractivos mordedores del siempre añorado clasicismo narrativo va acumulando una nutrida plantilla de osados practicantes, gracias a los cuales el dios Eastwood va a poder llenar el hueco vacío de los apóstoles de su palabra sagrada. A Cianfrance aún le queda mucho que aprender, pero, pese a sus irregularidades, CRUCE DE CAMINOS evidencia una voluntad narrativa con apetito por la incomodidad y la perturbación que, dados los tiempos cinematográficos que corren, no requiere otra respuesta más que la del saludo y la aprobación.
CRUCE DE CAMINOS se desmarca de BLUE VALENTINE mucho más en el fondo que en la forma. Narrativamente es más ambiciosa, puesto que el esqueleto argumental es muy rico en quiebros de expectativas y reformulaciones en el relato central. El peso de la narración es medular, pero también lo es la bifurcación inesperada, el relevo de itinerario, el golpe de efecto reubicador.
Si, en la primera, la concatenación de secuencias avanzaba a golpe de flashback, indagando de esta forma abrupta, desordenada, pero muy pertinente, en el devastador deterioro afectivo de una pareja incapacitada para detener su rumbo hacia la destrucción total, en la segunda la linealidad, el orden cronológico de los acontecimientos es total. En CRUCE DE CAMINOS, lo que resulta mucho más complejo, en cambio, es la elección de elementos integrantes del relato y su disposición dentro de él. Lo dicho, más allá de sus resultados, a Cianfrance ya hay que agradecerle las ganas de cambiar vehículo.
CRUCE DE CAMINOS comienza con un significativo plano secuencia, mediante el cual se nos presenta al, en principio, protagonista de la historia que va a ser narrada. La cámara se apresta a perseguir de espaldas a un hombre que, gracias a la voz por megafonía del parque de atracciones en el que éste se halla, vemos que trabaja en algún tipo de espectáculo sito en ese enclave. Pronto advertimos que se trata de un espectacular número de motos. La cámara finaliza su primer movimiento cuando éste ha dado comienzo en una jaula circular compartida con dos motos más.
El caminar, la apariencia física, su impronta callada, meditabunda, firme, así como su lugar de trabajo (o forma de vida) y el hecho de que se exponga en un espacio tan peligroso dan una idea de la forma de ser del personaje. Cianfrance propone un acercamiento al personaje, Luke, que es tan realista como intuitivo. La calidad de la fotografía empleada y, sobre todo, la consabida e intensa austeridad de gestos del siempre impecable Ryan Gosling abundan en la suculenta radiografía del personaje.
La aparición de una mujer a la que hace algunos años que no ve dará un vuelco inusitado a la parca, desarraigada existencia del motorista: muy pronto sabrá que ella se ha negado a hacerle saber que tiene un hijo pequeño de él. En ese momento nos apercibimos de que la presentación del personaje masculino ha sido magnífica: ese celo en capturar la esencia irresponsable, desaliñada, itinerante de Luke permite, sin más explicaciones, que puedan ser comprendidas rápidamente las razones que a Romina le llevaron en su día a tomar esa decisión. A partir de ese momento el melodrama afectivo que parece anunciarse deja paso a un thriller dramático que narrará los intentos delictivos de Luke por tratar de ganarse la aceptación de la familia que nunca ha sido capaz de crear.
El problema principal por el que CRUCE DE CAMINOS no termina de ser la película sobresaliente que logra estimular durante más de la mitad del metraje es el exceso de ambiciones acumuladas por un guión que resulta tan enérgico como magullado. La ambición se le torna desmesura imposible de atajar. A Cianfrance no se le puede negar el coraje de pergeñar un material escrito tan obcecadamente encaprichado con urdir una arquitectura interna compleja, deslizante, fundamentada en la mutación de elementos protagónicos en varias ocasiones. CRUCE DE CAMINOS es un film tozudo en sus ansias de asestar una puñalada al relato previsto y también un film al que esa obstinación le acaba pasando factura.
El número de objetivos es mayúsculo: abordar una historia de personajes sin identidad, maquinar una trama vertebrada en torno a tres importantes variaciones/desvíos de historia con sus consecuentes reinicios, intercalar contenidos de película policiaca, de película analizadora del mundo de la política norteamericana, de cine negro contemporáneo circunscrito a la corrupción policial, proponer un cierto determinismo temporal en el que algunos personajes parecen condenados a entrecruzar sus caminos, vindicar el melodrama clásico de contenido amoroso imposible, el peso de la paternidad y el peso de la ausencia de la misma, la búsqueda de las raíces personales… Sólo el mero listado vale para concluir que el guión del film es, a todas luces, inabarcable, errado por exceso y, por lo tanto, imposible de solventar audiovisualmente.
Además ocurre que el orden de los sumandos hace mucha mella en el producto. CRUCE DE CAMINOS enlaza la historia de Luke y Romina con la de un policía al que el destino le hace ser protagonista de la existencia de estos dos. A la de éste último, le seguirá la de dos adolescentes antagónicos que desconocen lo muchos puntos en común que rondan su vida. La película no soporta ese último viraje.
A esa altura del film resulta imposible la definición de los dos nuevos personajes, de ahí que sobre todo uno de ellos –el hijo del político- resulte antipático, postizo, gratuito. La propuesta acaba revelando su naturaleza forzada y concluye con la sensación de que el guionista ha perdido una excelente oportunidad de hacer una poda. De haber, por ejemplo, haber dado más cancha a la trama capitalizada por un inmenso Ray Liotta para concluir emplazando únicamente al vástago de Luke CRUCE DE CAMINOS sería la obra contundente que anuncia siempre la validez realizativa de su autor.
La película, como ha quedado dicho, dista mucho de ser redonda, pero el visionado de la firmeza cinematográfica con el que están clavados cada uno de sus poderosos planos resulta una experiencia asaz estimulante. Cianfrance, como ya ocurría en BLUE VALENTINE, demuestra que es un potente constructor de imágenes y un aliado perfecto de los intérpretes que convoca para que respiren verdad dentro de ellas. Si el film no naufraga es porque el festival interpretativo es de primer orden y porque detrás de él hay un tipo empeñado en que el arte cinematográfico, ante todo, es una cuestión de energía. CRUCE DE CAMINOS tolera demasiadas fracturas, pero se las apaña muy bien para amortiguarlas con la escayola pertinente.