Título original: A Star Is Born
Año: 2018
Duración: 135 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Bradley Cooper
Guion: Will Fetters, Bradley Cooper, Eric Roth (Historia: William A. Wellman, Robert Carson)
Música: Canciones: Lady Gaga, Bradley Cooper, Luke Nelson, Mark Ronson
Fotografía: Matthew Libatique
Reparto: Bradley Cooper, Lady Gaga, Sam Elliott, Rafi Gavron, Andrew Dice Clay, Anthony Ramos, Bonnie Somerville, Dave Chappelle, Michael Harney, William Belli, Rebecca Field, D.J. Pierce, Steven Ciceron, Andrew Michaels, Jacob Taylor, Geronimo Vela, Frank Anello, Germano Blanco, Ron Rifkin
Productora: Malpaso Productions / Gerber Pictures / 22, Indiana Pictures / Live Nation Productions / Metro-Goldwyn-Mayer (MGM) / Thunder Road Pictures. Distribuida por Warner Bros.
Nota: 6
Quizás, el mayor mérito de esta nueva versión de uno de los clásicos incuestionables del melodrama musical cinematográfico (muy pocos podrán estar en desacuerdo con la consideración de obra maestra del A STAR IS BORN de George Cukor) sea el de haber sabido imponer su pertinencia, aún siendo la tercera relectura de un clásico de los años 30. Bradley Cooper, en su debut tras la cámara, se muestra nítido en sus intenciones y en ningún momento se conforma con ser un mero adaptador al presente de un relato que, en su última revisión, había dado muestras de apabullante agotamiento: el film protagonizado en 1976 por Barbra Streissand y Kris Kristofferson resultaba ser un vulgar remedo maquillado con torpeza de la citada obra de 1954. El HA NACIDO UNA ESTRELLA de 2018 opta con inteligencia por enmendar la plana de aquel dislate intrascendente, y parte de ella para superar esa infecunda valía, a todas luces indigna de ser comparada con el portento de Cukor y la impecable solvencia de William A. Wellman en el film inaugural de 1937.
Al igual que el film de Frank Pierson, Cooper traslada al mundo de la música comercial contemporánea su particular mirada sobre ese eje relator clásico, basado en el duelo de trayectorias profesionales completamente disímiles sobre el que se fundamenta la historia: la estrella del rock en ciernes de su decrepitud que observa como la principiante a la que da la oportunidad profesional de su vida comienza el itinerario hacia la cumbre, mientras, sin remedio, se tambalea, se cuestiona y se lacera la intensa relación afectiva surgida entre ambos.
El espléndido prólogo del film, concluido con un bellísimo plano fijo de un callejón en pendiente por el que ella inicia su camino de salida hacia la calle, esto es, insinuando el trayecto de escalada al que va a ser invitado su personaje, sintetiza a la perfección, argumentalmente, tanto el opuesto itinerario existencial al que van a ser abocados los dos personajes centrales, como, formalmente, el modo visceral, próximo, intenso que va a privilegiar Cooper para encuadrar la tormentosa asimetría de trayectos creativos y personales delineada. Ese desparejo recorrido de precipitaciones y aureolas queda sancionado como objetivo al que asaltar. Cooper mantiene siempre ese empeño con una determinación tan frontal como delicada.
Acaso sea el evidente desequilibrio de templanzas e intensidades con el que son observados, por un lado, el inicio de la relación entre Jackson y Allie y el arranque de la trayectoria artística de ésta, auspiciada por el entregadísimo apoyo de aquel, y, por otro, el declive del estrellato del primero, al mismo tiempo que el desplome de la armonía afectiva surgida desde el principio entre ambos, el dilema que el realizador no sabe resolver. Pese al concienzudo y loable esfuerzo demostrado, éste no es capaz de solucionar esa lacra gestada en el guión.
Mientras para el primer tramo, Cooper depara un soberbio tacto contemplativo al magníficamente detallado periodo de conocimiento y consolidación de la pareja, el segundo sucumbe a una flagrante precipitación enunciativa, en la que se acumulan muchos saltos evolutivos sin dilucidar como debiere, sin estar indagados con la sensible paciencia observativa demostrada en la deslumbrante primera parte del film. De ahí que el film no concluya siendo la obra rotunda, densa, dolida y conmocionante que anuncia, consolida, pero no sabe apuntalar.
Y es una pena, porque, insistimos, esta cuarta versión de HA NACIDO UNA ESTRELLA sabe facultarse para plantear la necesidad de este retorno al clásico, pues aprovecha muy bien dos circunstancias que la definen sobremanera: el traslado temporal al universo musical presente y, sobre todo, la identidad de la actriz que incorpora el principal rol femenino. Que la historia se inmiscuya en el universo de la industria musical de la actualidad y que Jackson Maine sea una estrella de rock contemporáneo, permite a Cooper lucirse mediante una puesta en escena inquieta, nerviosa, exacerbada, adherida al devenir de sus personajes dentro del plano, muy atenta a las reacciones de estos tanto en los espacios públicos (conciertos) como en los más íntimos.
En ese sentido no cabe sino rendirse a cómo esta mimado el encuentro entre ambos personajes en la magistral secuencia que transcurre en el local donde Allie canta: desde que Jackson irrumpe y la descubre desde la barra, pasando por la interpretación que ella hace de “La Vie en Rose”, hasta, sobre todo, la inolvidable escena que transcurre en el camerino, cuando él le reclama que necesita verla sin las cejas postizas. El factor Lady Gaga, digámoslo ya, se somete en ese plus de despojamiento, verdad y resurgir que Cooper persigue a conciencia. Realizador y guionista conciben a Allie desde la actriz que lo interpreta, urdiendo una operación de desenmascaramiento que se alía fecundamente en el trazado que emerge del personaje principal femenino. Apresar esa revelación que acaece cuando la cantante tolera y se somete por completo a la sencillez y a la sinceridad que exige Allie se convierte en tarea primordial de un Cooper que, contra pronóstico, mostrando una nitidísima ternura contemplativa, logra aprehender.
Lástima que, acaso demasiado pendiente del encarrilamiento inicial del film, sabiendo que en él se juega la captura del interés del espectador para con esa suma de imposiciones iniciales (justificar una cuarta versión de un clásico, estar pendiente del registro actoral de Lady Gaga), la HA NACIDO UNA ESTRELLA de Bradley Cooper entra en una contraproducente deriva descendente toda vez que comienza a jugarse la partida en el terreno del verdadero drama. Ni Lady Gaga está, ahí, a la altura del enorme reto que se le plantea, ni Bradley Cooper sabe difuminar a su personaje como debiere, ni, fundamentalmente, el guión sabe proponer una ilación de acontecimientos y observaciones dignas sucesoras del magnífico planteamiento dramático previo a la tesitura del auge de Allie y el ocaso de Jackson. Ambos sustratos narrativos avanzan a golpe de cierta gratuidad: no se ahonda como debiere ni en el cambio de registro artístico al que ella se ve obligada a acatar, y, además, se abandona a Jackson a una cargante reiteración, toda vez que su conflicto personal está claramente definido y condenado. Lo dicho, una lástima. HA NACIDO UNA ESTRELLA se muestra incapaz de sostener un sólido fulgor de verosimilitud que había tenido el coraje de imponer al principio de la función. Aunque, a pesar de ello, es mucho más valiosa de lo que alguno había auspiciado.