Blue Jasmine Imagen 1

Título original: Blue Jasmine

Año: 2013

Duración: 98 min.

País: Estados Unidos

Director: Woody Allen

Guión: Woody Allen

Música: Varios

Fotografía: Javier Aguirresarobe

Reparto: Cate Blanchett, Alec Baldwin, Sally Hawkins, Bobby Cannavale, Peter Sarsgaard, Louis C.K., Michael Stuhlbarg, Andrew Dice Clay, Max Casella, Tammy Blanchard, Alden Ehrenreich

Productora: Sony Pictures / Gravier Productions / Perdido Productions

Nota: 8.7

Anonadados y orgullosos. Sin palabras y con ganas de ir, para incomodarles  la mandíbula, casa por casa, en busca de todos aquellos que no han cesado de esculpirle la lápida de su agotamiento creativo durante esta última década, en la que se ha convertido en lugar común acusar a Woody Allen de turista cinematográfico bien remunerado, de genio venido a mucho menos que sombra consumida de sí mismo, de desahogado explotador de un vacío al servicio del mejor postor internacional.

De todos aquellos, en definitiva, que, aduciendo el esplendor incuestionable de los tiempos pasados, no han hecho el esfuerzo de saborear las virtudes de, por ejemplo, SI LA COSA FUNCIONA o de CONOCERÁS AL HOMBRE DE TUS SUEÑOS. Incluso de no reconocer los méritos de la magistral y perfecta MATCH POINT.

Por lo menos en nuestro país, los cruentos añicos de VICKY CRISTINA BARCELONA han servido de excusa para depararle una ensañada cacería para la que más de uno demuestra haberse colmado la munición hasta en la zona de congelados de su frigorífico.

Desde luego, quien esto escribe, no va a llevar su admiración a ser tan atrevido como para reivindicar la excelencia de la trayectoria del creador de MANHATTAN durante ésta última década. No la ha habido. Sin embargo, este reconocimiento no va a servir para que se contribuya al desprecio continuo de una serie de obras menores (SCOOP, MIDNIGHT IN PARIS, A ROMA CON AMOR), en las que el neoyorkino ha resuelto el envite de esa condescendencia imponiendo una suerte de consciente ligereza escénica, que, comparada, por ejemplo, con la zafiedad y la estulticia en la que ha devenido la mayoría de la comedia contemporánea, ha resultado siempre muy gratificante de paladear.blue-jasmine-imagen-9

BLUE JASMINE, inesperadamente, deja de insistir en esa ligereza, aunque parezca invocarla en un primer momento. El creador de LA ROSA PÚRPURA DEL CAIRO reivindica el veneno pesimista, despiadado y tragicómico de los tiempos de DELITOS Y FALTAS o MARIDOS Y MUJERES, pese a que, al menos formalmente, no se muestre tan denso y oscuro como en aquellas.  El caldo existencialista, desalentado, severo, que humeaba ambas deja paso aquí a un virulento ajuste de cuentas con los tiempos que nos corren.

Además del contenido argumental formidablemente urdido para la ocasión, la última obra de Allen convence por el modo tan admirable en el que confluyen en ella muchas de sus particulares obsesiones, a fin de pergeñar, de forma inaudita, una brutal trallazo fílmico, sostenido sobre la luminosa impiedad observativa con la que se acude a radiografíar a un personaje central, sencilla y crudamente memorable.

Memorable –imprescindible, ya, dentro del nutrido catálogo de majestades femeninas que habitan su filmografía-, pero no tanto por las características con las que está concretada su necesaria complejidad, sino por la inmisericordia con la que está vitaminada la quirúrgica paciencia gracias a la cual se captura el poliedro de la encrucijada personal relatada. Jasmine vale por sí misma y por la impertérrita conformidad con la que el director le va flagelando el designio. Más que un Allen perverso, BLUE JASMINE nos sorprende con el hallazgo de un Allen durísimo, inexorable, sabia y deliciosamente sanguinario.

La película, rápidamente, nos sitúa en su epicentro:blue-jasmine-imagen-13 Jasmine, la esposa de un adinerado hombre de negocios neoyorkino, debe abandonar la urbe en la que no ha cesado de vivir despreocupada, elegante, fútil y aristocráticamente, al tener noticia de que aquel no es sino un estafador mujeriego que lleva mucho tiempo engañándola, y que, al ser descubierto por las autoridades, ha ingresado en prisión dejándola al cargo de una insalvable ruina económica. Semejante revés la obliga a trasladarse a San Francisco.

Allí, víctima de una evidente neurosis, se instalará en casa de su humilde hermana, Ginger. Nada será fácil, puesto  en el pasado tuvieron algún desencuentro por causa de la prepotencia clasista con la que Jasmine enjuiciaba al mundo alejado a su cotidiana abundancia de clase pudientísima, y porque unos consejos del marido de Jasmine acabaron con los ahorros de Ginger y su esposo.

BLUE JASMINE, en esencia, es el retrato de una existencia hecha añicos, de un ser humano situado en el centro mismo de su antítesis, de su pesadilla, de su animadversión, de su vilipendio. Jasmine viene a postularse como el paradigma perfecto del súbitamente venido a menos, del condenado a sus cenizas, del sometido a su propia expulsión.

Esta mujer de modales tan refinados como excluyentes, encantada con su status de impecable esposa florero, y, por tanto, pija durmiente en una existencia/castillo abonado al lujo, al solaz, al gozo estético, suntuoso y “pret a porter”, de la noche a la mañana, debe hacerse cargo de la nada que significa la afrentosa renuncia a ese podrido fasto de marfil al que había sido acostumbrada. La Cenicienta feliz del final del cuento, por culpa de los números rojos de su príncipe azul, abandonando su carroza para darse de bruces con el mocho de su hermanastra.blue-jasmine-imagen-15

Lo sorprendente de tan, en principio, consabida situación, es el modo con el que Allen, nunca mejor dicho, "ejecuta" el itinerario con el que debe apechugar la demolida protagonista. BLUE JASMINE afila su incisiva pujanza convocando un vigoroso entramado de durezas narrativas, todas ellas encaminadas hacia la  demoledora radiografía del personaje.

El relato lineal ve estallada su mediación debido al emplazamiento astuto, impensado, enriquecedor   de una serie de portentosos flash-back, gracias a los cuales el espectador asiste al infierno de Jasmine en calidad de invitado hambriento a un despiece carnicero en el que ella se convierte en entrecot sacrificado vuelta y vuelta.

La estructura privilegiada (ese continuo zarandeo espacio-temporal infringido por esos flash-back clavados cual puñalada trapera, certera y sangrante sobre el denodado intento sobrevividor en el que va a tratar de embarcarse Jasmine) no resulta caprichosa en modo alguno. El relato se desgarra, se obstaculiza, se trastabillea modélicamente porque la protagonista es un ser roto en mil degradatorios pedazos, un despojo estilizado sobre el que van a caer, una tras otra, las preclaras magnitudes de su ignorante altivez osada y pretérita.  De alguna manera, ese (a conciencia) brioso y renqueante caos relator abunda en la conciencia enferma, desesperada,  improvisadora, balbuciente  y convulsa que le sobreviene al verse arrojada a su más detestado precipicio.

Causa admiración el pulso y la decisión de Allen para,blue-jasmine-imagen-19 primero, mantener a flote la fluidez de la narración, segundo, para  privilegiar el tono cómico del relato sin que ello mengüe el escozor de su arañazo sobre la cuidada piel de Jasmine, tercero, para imponer sobre un relato tan encauzado a la tiniebla una puesta en escena nítida, esplendente, mucho más cuidada que en ocasiones anteriores, cuarto, para evitar cualquier asomo de maniqueísmo pincelando con autoridad a todos los personajes secundarios y escudriñando hasta el límite la personalidad y los distintos  estados de ánimo dl personaje central en su lucha particular y, quinto, para  mimar de forma magnética el impresionante trabajo de su actriz principal.

Jasmine no puede ser concebida sin la implicación aguerrida, extenuante y dolorosamente frágil de una Cate Blanchet superlativa. El espectador detesta, se apiada, conoce, comprende, se irrita, ríe, insulta  y quiere a esa mujer,  porque la intérprete sabe estar a la altura de la riqueza de matices con la que Allen define el personaje en el material escrito. La alianza entre guión, dirección y credibilidad actoral depara un festín de primera categoría.

El creador de ANNIE HALL , naufragando, orillando, desquiciando  a su heroína, se rescata a sí mismo de forma tan enérgica como reconocible.  La Blanchet no necesita ni maquillaje para perpetrar el abandono a una suerte echada. Allen no necesita ni inmutarse para acorralar ese designio. Lo sabe todo sobre la carcoma que desmenuza el alma de sus personajes.

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