Título original: Into the Woods
Año: 2014
Duración: 124 min.
País: Estados Unidos Estados Unidos
Director: Rob Marshall
Guión: James Lapine (Musical: Stephen Sondheim, James Lapine)
Música: Stephen Sondheim
Fotografía: Dion Beebe
Reparto: Meryl Streep, Emily Blunt, James Corden, Anna Kendrick, Chris Pine, Johnny Depp, Lucy Punch, Christine Baranski, Tammy Blanchard, Daniel Huttlestone, Tracey Ullman, Mackenzie Mauzy, Billy Magnussen, Lilla Crawford, Richard Glover, Simon Russell Beale, Joanna Riding, Annette Crosbie
Productora: Walt Disney Pictures / Lucamar Productions
Nota: 4.5
Especializado definitivamente en la adaptación de musicales estrenados en escenarios teatrales (CHICAGO, NINE), Rob Marshall vuelve a demostrar que no es el profesional más indicado para embarcarse en este tipo de proyectos mediante esta finalmente fallida INTO THE WOODS. Los modos en demasía cautelosos y, en el fondo, pese a su evidente apariencia decidida, faltos de arrojo escénico y observativo, que caracterizan sus modos tras la cámara. Digámoslo sin ningún tipo de ambages, en sus manos vuelve a desperdiciarse la ocasión de un producto cinematográfico que, primero, pudiere constatar una válida puesta al día y reivindicación de un género como el musical y, segundo, se situara a la altura del magnífico espectáculo teatral desde el que parte.
INTO THE WOODS trata de postularse como una digna apropiación para la pantalla grande de una de las obras más eminentes de ese sabio de la creación musical sobre el escenario que es Stephen Sondheim, autor de SWEENIE TODD, GOLFUS DE ROMA, o SUNDAY IN THE PARK WITH GEORGE, entre otros muchos célebres hitos. En INTO THE WOODS, Sondheim traza una admirable madeja de zarpazos argumentales a la sabida peripecia de algunos de los más conocidos protagonistas de los cuentos de Grimm. Caperucita, Rapunzel, Cenicienta, Jack con sus habas consabidas y alguna que otra referencia más son obligados a darse de bruces con encrucijadas personales nuevas, fruto de la consecución de sus respectivas ansias motrices.
La obra permite un jugoso juego sobre la insatisfacción, los riesgos no previstos y los posicionamientos inesperados a los que obligan las consecuencias derivadas de lograr un determinado deseo. Los clásicos personajes de las fábulas antes citadas son sometidos a un proceso de súbita humanización, debido al cual quedan convertidos en un sugestivo interrogante. Poco a poco, cada uno de ellos se irá convirtiendo en un bosque desconocido al designio para el que fueron creados.
Sondheim viene a referir que no hay identidad alguna que no deje de deparar enigmas al propio sujeto, que, por ellos, se ve sobrepasado. Todo deseo confiere expectativas y cada expectativa genera una responsabilidad sobre ese deseo que la ha impelido. Los personajes de los cuentos, de súbito, al verse arrojados al peso de esa responsabilidad, comenzarán a situarse en el incierto terreno del desconcierto: Cenicienta se aburre de la vida en palacio con su príncipe, la planta de judías por la que Jack subía para trepar a un universo en el que vencer a un gigante servirá de escalera de bajada a una peligrosa criatura movida por convulsos apetitos de venganza, Caperucita no sabe qué hacer con su vida sin el Lobo, Rapunzel debe hacer frente a la ceguera que pesa sobre su amado tras bajar de su elevada prisión… Todos los deseos se han convertido en un bosque sin ruta de salida, por el que quienes los han generado tratarán de reencontrar la firmeza que les hizo internarse en él.
El problema de la versión cinematográfica de INTO THE WOODS es que el realizador es incapaz de estar a la altura del reto original, atrevido, desconcertante, complejo y descarado que tan brillantemente plantea Sondheim en el libreto de partida. El fértil entrecruce de prodigiosos desconciertos atrapados en la frondosa desapacibilidad de un territorio arduamente enclaustrado, incierto, peligroso y de clarísimos recovecos psicologistas apabulla por completo la escuálida fortaleza impositiva de un Marshall que, contra pronóstico, es capaz de conquistar la atención del espectador durante la primera hora del film, pero que, una vez vislumbrada la magnitud desestabilizante alentada en la historia, evidencia claramente que no es más que un proceloso calígrafo de la corrección mal entendida.
La presentación de los distintos conflictos personales que van a ser observados está saldada con un brío escénico inusitadamente resuelto y acometedor. Los saltos narrativos entre personajes imponen un ritmo frenético, avispado, ansioso, alerta y ligero que, gracias a un magnífico uso del montaje, sabe, por un lado, atender a las demandas individuales de los personajes escogidos para la aventura coral, y, por otro, entrelazarlos armoniosamente dentro de una inercia agrupadora que trata de convocar voluntades tan diversas como acuciantes y definidoras.
Por desgracia, la segunda mitad del film, justo en donde que la película define su bosque más original, endiablado, corrosivo, novedoso y bizarro (el que analiza la toma de conciencia de todos los personajes sobre la magnitud del peligro e incerteza de determinadas decisiones, esto es, el que propone un destino dramáticamente consecuente con el final clásico del cuento original), supone un absoluto disparate escénico por cuanto el realizador decide cortar el vuelo antes descrito, dedicarse paralizadoramente a convertir a su cámara en mera testigo de una declamación cantada, y, lo que es peor, a resolver astracanada, paupérrima e insatisfactoriamente un desenlace digno de obra de final de curso en el que la naturaleza teatralizante de toda la puesta en escena revela su lado más chirrioso y menesteroso. INTO THE WOODS se queda sin bosque para quedar convertida en un yermo catálogo de abulias, chapuzas y desamparos.