Título original: The Accountant
Año: 2016
Duración: 128 min.
País: Estados Unidos
Director: Gavin O'Connor
Guión: Bill Dubuque
Música: Mark Isham
Fotografía: Seamus McGarvey
Reparto: Ben Affleck, Anna Kendrick, J.K. Simmons, Jon Bernthal, John Lithgow, Jeffrey Tambor, Cynthia Addai-Robinson, Fernando Chien, Seth Lee, Michael Beasley, David Anthony Buglione, Jason MacDonald, Ron Prather, Alex Collins, Johnny Giacalone, Nick Arapoglou
Productora: WB / Electric City Entertainment / Zero Gravity Management
Nota: 0
Corren tan malos tiempos para el thriller violento, que sucumbe a este maleficio hasta quien intenta complicarle un poco la existencia a esa deplorable inercia genérica. EL CONTABLE, sin ir más lejos. Resulta palmario la intentona de procurar un producto que, en apariencia, trata de aportar un mínimo de originalidad, una mínima hondura mediante la que desmarcarse de la supina estulticia de productos tan lamentables como la reciente MECHANIC: RESURRECTION. Sin embargo, da la impresión de que este mandamiento de la vacuidad, para la gris nómina de acatantes esbirros que posee Hollywood sin rechistarle la hegemonía a esta ley del mínimo arduo, deviene un axioma indiscutible, sacrosanto. El no siempre decepcionante Gavin O´Connor (WARRIOR, CUESTIÓN DE HONOR) se muestra absolutamente incapaz de enderezar una obra a la que otras manos más exigentes jamás le hubieran obedecido la tolerancia con respecto al cúmulo de despropósitos que le malogran un punto de partida no exento de cierto interés.
El film se circunscribe por completo a la radiografía de su (de partida) interesante personaje central. Son varias las vertientes las que se dirimen para ahondar en su monolítica omnipresencia. En primer lugar, su profesión; nos hallamos frente a un contable que ofrece sus impecables servicios a peligrosos defraudores con el fisco estatal: empresarios corruptos, mafiosos, comerciantes de armamento, a quienes asesora para que los funcionarios del fisco no puedan aplicarles el peso de la ley; de ahí, que sea objeto de una investigación secreta ordenada por una alto mandatario a una súbdita a quien amenaza para ello.
En segundo lugar, su carácter; el espectador tarda bien poco en darse cuenta de que nos hallamos frente a un personaje callado, casi autista, siempre concentrado en su labor, maniático, con problemas de sociabilidad; para escrutar en ello se nos proponen una serie de (excesivos) flash back mediante los que se rememoran distintos pasajes de su infancia y adolescencia: Christian ha sido siempre un niño problemático, al que su talento para las matemáticas no ha hecho sino reportarle una contumaz cerrazón afectiva, que la errada y tiránica influencia paterna no ha hecho sino acrecentar. Y en tercer lugar, su cara oculta; el contable es un fulminante asesino, que no tiene ningún tipo de piedad con quien se pone en el camino de su expeditiva ansia de venganza.
Tal y como hemos reflejado con anterioridad, hay que reconocerle a EL CONTABLE la confección de un punto de partida en modo alguno carente de atractivo. El cúmulo de estas tres líneas de desarrollo dramático dispone un primer tercio del film en el que se mantiene con dignidad esa confluencia. No obstante, para desgracia de esas expectativas, poco a poco el guión va procurando a cada una de ellas una suerte de chuscas encrucijadas que poco tardan en desbaratarle al producto la presunta solidez. En lugar de permitir que todos los aspectos referidos se amalgamen en beneficio de la verosímil turbiedad necesaria, se opta por desligarlos entre sí abocándolos a una arbitrariedad insufrible, a una falsa complejidad narrativa y, sobre todo, a un menoscabo demoledor del personaje central.
Ni la aportación del personaje incorporado por Anna Kendrick sabe reclamar su pertinencia, ni el conflicto expresado por el que interpreta J. K. Simmons impone la verosimilitud que precisa, ni los continuados saltos en el tiempo resultan válidos para explicar con digna seriedad el viraje profesional de Christian, ni, sobre todo, resulta de recibo la revelación de identidades habida en la bochornosa secuencia de desenlace en la residencia del magnate de robótica. Para colmo de males, Ben Affleck. Sí, ese hombre encaramado a la raíz cuadrada de su rostro. El intérprete, tratándose de un contable, decide acometerlo con aplomo de libro de contabilidad, poniendo careto de números rojos desde principio a fin. No se sabe si actúa o suma cero más cero. No se inmuta ni a decimales. Pareciera que quisiera convertirse en la carta de un banco. Sí, Ben Affleck, ese hombre sólo capaz de incorporar a su contraseña. La película, desde luego, no se acuerda de ella. Este cruce fascistoide entre una de Charles Bronson y RAIN MAN es un batiburrillo neperiano que no lo resuelve ni el careto logaritmo del actor.