Título original: Jack Reacher 2: Never Go Back
Año: 2016
Duración: 118 min.
País: Estados Unidos
Director: Edward Zwick
Guión: Richard Wenk, Marshall Herskovitz, Edward Zwick (Novela: Lee Child)
Música: Henry Jackman
Fotografía: Oliver Wood
Reparto: Tom Cruise, Cobie Smulders, Danika Yarosh, Aldis Hodge, Sue-Lynn Ansari, Teri Wyble, Holt McCallany, Robert Knepper, Tilton Lipoma, Madalyn Horcher, Michael PapajohnPatrick Heusinger
Productora: Paramount Pictures / Skydance Productions / TC Productions
Nota: 0
Nacida y difunta. No podemos más que desearle el finiquito a esta franquicia. Finiquito sin corona, ni plañiderías ni luto. En todo caso pompones multicolores celebrativos frente a su lápida. Es verdad que nunca segundas partes fueron buenas, pero, claro, tampoco es necesario que sean homicidas, ni que nos sienten como una langosta viva haciendo punto de gancho con nuestro duodeno. JACK REACHER: NUNCA VUELVAS ATRÁS, huelga decirlo, se gasta esa condena con el incauto espectador que acude a ella con el ánimo de volver a reencontrarse con este raquítico personaje, del que no sabremos nunca que encanto le leyó Tom Cruise para caer tan inútilmente seducido a sus resecos encantos. La nueva visita de este matoncillo homeless, despatriado y chafacausas viene a confirmar que este romo viraje fachonoide le ha sentado al exitoso intérprete como unas botas de la talla 54 en el pie de la Cenicienta en el mítico momento de la pedida pedestre.
Resulta del todo esotérico (o cienciólogo) que, manteniendo a tan buen recaudo la saga MISIÓN IMPOSIBLE, tal y como ha quedado demostrado en las dos notables últimas entregas, Cruise haya dado el visto bueno a esta petarda acumulación de simplezas añejas, que nada tienen que ver con su nada despreciable trayectoria como productor de cine acción facturado con miras más brillantes a la de la media a las que nos tiene acostumbrado el género. Acaso, el fiasco comercial obtenido por sus dos últimas aventuras, la mediocre OBLIVION y la magnífica AL FILO DEL MAÑANA, le haya obligado a echar mano de este nuevo personaje que, reconozcámoslo, en su primera entrega, de la mano del solvente servicio dispuesto por el realizador Christopher McQarrie (no por casualidad vibrante pergeñador de la mentada AL FILO DEL MAÑANA) , lograba cosechar una cierta simpatía. El film se beneficiaba de la sorpresa de ver al actor envuelto en esa parafernalia de acción violenta, y de un trabajo de guión capaz de estimular una urdimbre de situaciones más que aceptables, todas ellas atacadas con una sólida e indisimulada ironía. Para desgracia de insistidores en Reacher nada de todo ello salpimenta el guiso chamuscado de este nefando retorno, convertido en fuego llovido de temeraria zafiedad.
Tras un arranque que remite directamente al film precedente, Jack Reacher, mediante una serie de conversaciones telefónicas cada vez derivadas hacia un lado más íntimo y personal, vuelve a ponerse en contacto con la mayor Susan Turner, mando superior de la unidad a la que aquel había pertenecido antes de abandonar su carrera militar. Ambos concuerdan una visita, pero cuando Reacher acude al despacho de aquella, Turner no está allí. En su lugar hay otro militar que le dice que ella está en prisión acusada de alta traición. Reacher sospecha que la vida de Turner está en juego tras intuir que es víctima de una conspiración y decide acudir en su ayuda. A partir de ese momento, se originará una larga y violenta fuga, agravada por la irrupción de una joven adolescente sobre la que pesa la sospecha de ser la hija de Turner.
Nada hay en todo el desarrollo del planteamiento inicial que escape a la vulgaridad y a la previsibilidad que dictamina su mera lectura. Muy pronto advertimos que la acreditada grisura de Edward Zwick (EN HONOR A LA VERDAD, ESTADO DE SITIO, EL ÚLTIMO SAMURAI) casa mal con los muchos problemas a resolver. Por desgracia para esta segunda entrega, todo en ella está resuelto a desgana, a las duras sin maduras, y a la rajatabla de lo simplísimo. JACK REACHER: NUNCA VUELVAS ATRÁS fenece en las llamas de su rancio conservadurismo escénico y narrativo. Parece una de Chuck Norris, pero sin su supina consciencia de putridez; o una de Steven Seagal con Steven Seagal; bueno, o peor… una de Steven Seagal con Tom Cruise “seagalizado” gracias al bótox que le supuran los mofletes con andamios que le han quedado al pobre tras la operación. El realizador no sabe insuflar un mínimo distanciamiento crítico, revitalizador o combativamente nostálgico que pudiere sacudir el moho noventero con el que está embrutecido y raquitizado este thriller criminal de acción y sobaquillo.
A la paparrucha ya de por sí infumable de la trama central pustulada para la ocasión, se le superpone en calidad de pegote majadero el vericueto argumental aportado por el personaje de la contestona presunta hija del protagonista. La catástrofe (por postiza, pesada y majadera) es dantesca, sobre todo en un desenlace en el que Tom Cruise parece demostrar que su objetivo interpretativo es superar a la raya discontinua que tiene que pisar en el último plano del metraje. No lo consigue, pues lo suyo es un auténtico recital de impotencia operada, un malogrado arcén de gestualidad elevada a depuración tipo Ben Affleck. Él mismo ha debido darse cuenta del escaso favor que Zwyck le ha hecho y él ha permitido. Uno de los próximos planes del actor es rodar MISIÓN IMPOSIBLE VI. A las órdenes de McQuarrie, claro. Tom está operado, pero no es tonto. Nada como volver atrás y ver que atrás éstá con quien debes volver.