Título original: Geostorm
Año: 2017
Duración: 109 min.
País: Estados Unidos
Director: Dean Devlin
Guion: Dean Devlin, Paul Guyot
Música: Lorne Balfe
Fotografía: Roberto Schaefer
Reparto: Gerard Butler, Jim Sturgess, Abbie Cornish, Ed Harris, Andy Garcia, Zazie Beetz, Robert Sheehan, Alexandra Maria Lara, Mare Winningham, Arnold Chun, Sue-Lynn Ansari, Eugenio Derbez, Gregory Alan Williams, Drew Powell, David S. Lee, David Jensen, Amr Waked
Productora: Electric Entertainment / Skydance Media / Warner Bros
Nota: 0
Una infamia cinematográfica como paradigma del estado pútridamente comatoso en el que se ha instalado el cine comercial contemporáneo. Valga esta aleatoria excusa como motivo al que deberle el esfuerzo de ponerse a escribir (y leer lo escrito) sobre esta nacida para ser detestada GEOSTORM, de Dean Devlin. Este absoluto dislate no merece otro acercamiento sino ese, ya que es tal el cúmulo de insensateces y tropelías cometidas en su interior que es necesaria la búsqueda de un estímulo para dar comienzo a un análisis de este tipo.
Cuando hemos aseverado que el estado del cine más descaradamente comercial se halla padeciendo un sangrante estancamiento creativo lo hacemos en base a un mero recuento. Ahora mismo resultaría una tarea harto costosa establecer una enumeración de las producciones que, durante los últimos quince años, basan su razón de ser en tanto que pertenecedoras a una determinada franquicia; esto es, productos que son segundas, terceras, cuartas o quintas entregas de un film original, que son spin off, que son episodios divididos por entregas, o que abordan un hilo narrativo o elevan a categoría protagónica un determinado personaje ya aparecido en un precedente. El cine, en pleno siglo XXI, en éste preciso (y, por qué no decirlo, necesario) ámbito se ha instalado en esa pereza corporativa denominada explotación desmedida de la fórmula, calco consabido, reiteración facturada.
Sin embargo, esta palmaria saturación de subproductos interdependientes no es, por desgracia, la única manifestación de esta desidia instalada en los grandes despachos directores. Existe una, en principio, más astuta, pero no menos dañina finalmente, pues viene a incidir en este dispositivo calcador. Nos referimos al pastiche indisimuladamente acicalado, es decir, al producto confeccionado en torno a parámetros estructurantes e intencionales ampliamente desarrollados. El collage prestado, el despiece reconocible, el cocktail de ingredientes hurtados. Films que no pertenecen a una saga o una franquicia, pero que resultan fruto de un único esfuerzo: la mímesis triturada de varios referentes de éxito mediático. A esta suerte de refrito chamuscado pertenece GEOSTORM. En ella, Dean Devlin podría ser proclamado como el Rey del refrito frito. Hacía mucho tiempo que quien esto escribe no soportaba una chamusquina de esta magnitud. GEOSTORM es un bocata de calamares recalentado en microondas dos días después de estar hecho por vez primera. Entendámonos, un bocata de arena mojada con chapapote.
Apoteosis del cine de catástrofes orquestada con abusiva ineptitud, telefílmica bagatela de esta suerte de ciencia ficción futurista hipervitaminada con superficial tufillo pseudoecológico, subproducto con chapucera conciencia de su preclara banalidad, resultaría muy fácil tanto la ristra de barbaridades escénicas descerrajadas, como establecer el listado de las películas de las que GEOSTORM abastece su apocalíptica insuficiencia. No lo vamos a hacer aquí. Ya hemos hablado de ella más que suficiente. Ya han leído la nota adjudicada a este fast-food envuelto en papel higiénico usado. A buen entendedor, sobra GEOSTORM.